En el siguiente segundo, el área circundante cambió abruptamente.
Pilares de llamas estallaron a su alrededor, espiralando hacia el aire.
Pero no era solo fuego. Desde cada rincón del campo de batalla, los otros elementos despertaron.
Torrentes de agua surgieron, estrellándose como olas gigantescas a través de la tierra. Picos dentados de tierra se alzaron, sus bordes afilados como cuchillas.
Los vientos aullaron, girando en ciclones violentos que arrasaron el campo de batalla. El rayo chispeó sobre sus cabezas, salvaje e indomable, arqueándose entre las nubes giratorias.
Los otros elementos también rugieron, y el ejército Stellaris fue tomado totalmente por sorpresa. Sin embargo, lo que ocurrió a continuación hizo que muchos de ellos se paralizaran de terror.
Sin previo aviso, el cielo se oscureció.
El sol ardiente parpadeó de repente y luego desapareció por completo.