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Frey'ja, el Señor del Dragón Blanco, era la encarnación de la belleza.
Entre los Señores Dragón, no había ninguno que le hiciera sombra en belleza y prestigio absoluto —al menos, eso era lo que le gustaba pensar.
De todas sus características, había una de la que sentía mayor orgullo.
—Sus ojos.
Eran hermosos, como las profundidades de un mar cristalino o un cielo infinito. La impecable mezcla de azul con destellos blancos los hacía gloriosos de contemplar.
Tampoco eran solo para decoración.
Sus habilidades involucraban en gran medida sus ojos, así que eran su mayor activo en todo el sentido de la palabra.
… Hasta que el Señor del Gran Dragón Antiguo le arrancó uno.
Frey'ja cayó en la desesperación después de eso. Pensó que su belleza había quedado mancillada para siempre, y que se le negaría para siempre el pleno poder que antes poseía. Su ambición se estancaría, y perdería todo el respeto de sus iguales.