Cuando Luciana oyó su voz, levantó completamente la cabeza y lo miró mientras trataba de soportar el dolor que sentía.
—¿Qué... haces aquí? —susurró Iván sorprendido antes de apresurarse a revisar la esquina de donde venía. Se había cabreado con su madre, por lo que se había adelantado. Y ahora, ella se estaba acercando rápidamente.
Sujetó a Luciana con una mano, ignorando su grito de dolor, y se movió a grandes pasos hasta que llegaron a la puerta más cercana, donde la empujó hacia adentro antes de entrar él y cerrar la puerta.
—¿Qué haces aquí afuera vestida así? —preguntó en un tono de regaño, pero aún mantenía su voz baja.
Luciana aún intentaba recuperarse de todo lo que acababa de suceder. Haberse topado con él, cómo la había empujado e intentado matarla porque creyó que era una sirvienta, y cómo de repente la había traído aquí.