Volviéndose hacia Shi Qiao, quien miraba preocupado a Fu Meixu mientras ella era atendida en un rincón de la oficina y jadeaba de dolor, el director le dijo...
—Señor Shi Qiao, lamentamos haberlo hecho esperar todo este tiempo. Le permitiremos marcharse ya que tenemos un asunto interno que resolver.
Shi Qiao no tuvo más remedio que irse de mala gana. Fue al salir del edificio cuando se dio cuenta de que todavía llevaba el bolso de Fu Meixu.
Unos minutos más tarde, Zhi Ruo salió de la oficina del director con su manager regañándola.
—¡¿Por qué no podías quedarte tranquila! ¿Sabes en qué tipo de problemas te has metido? Tantas personas presenciaron cómo abusaste de Fu Meixu y lo grabaron. ¡No te atrevas a estar enojada! —le recriminaba su manager con evidente frustración.
—Eres mi manager, ¿no deberías encontrar una manera de salvarme de esta horrible situación? —Zhi Ruo preguntó con tono molesto. No podía recordar cuándo fue la última vez que se metió en un problema así.