—No tenías que entregármelo en persona, pero gracias por hacerlo —respondió Zhao Lifei cálidamente, inclinándose para darle un pequeño beso en la mejilla. Él se quedó congelado de shock. A propósito no había hecho nada para no preocuparla en caso de que aún le preocuparan las muestras de afecto en público. Al ver que parecía ya no importarle, se relajó. Su dedo índice se curvó bajo su barbilla, sujetándola con su pulgar. Se inclinó, su aliento rozando sus orejas. Con una voz baja y seductora que solo ellos podían escuchar, susurró:
—¿Por qué no me agradeces de otra manera?
—¿Pensé que dijiste que no querías lastimar al bebé? —respondió ella con una voz igualmente silenciosa, mirándolo con acusaciones. Sus labios se inclinaron hacia arriba en una sonrisa lobuna que le hizo sentir cosas salvajes en el bajo vientre.
—¿Lo dije? —sus manos viajaban a sus costados, apretándolos—. Debes haberme malinterpretado, mi querida esposa.