—Esther…
El Príncipe Theron la miró atónito, hipnotizado por la belleza de sus ojos mientras intentaba enfocar su mirada borrosa.
—¿Su Alteza? —dijo la joven dama sorprendida. No esperaba que él despertara en ese momento, y al recordar lo que acababa de hacer, la vergüenza inundó sus sentidos.
Al escuchar su voz, el Príncipe Theron esbozó una débil sonrisa llena de alivio. Durante un momento tuvo miedo de abrir los ojos y darse cuenta de que la dama rubia frente a él era una ilusión causada por su añoranza. Pero ella es real —la Esther que está sentada a su lado es real. Podía oler su dulce fragancia y aún sentir la calidez persistente de sus suaves labios en los suyos.
Esther sonrió agradablemente al llenarse de felicidad. Ya no se preocupaba por la vergüenza y simplemente lo abrazó con la cabeza apoyada en su pecho. No pudo contener la pequeña risa que escapaba de su boca.
—¡Estás despierto! ¡Finalmente despertaste!
—¡Hmm! —El Príncipe Theron la abrazó también.