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Dejando de lado su desagrado, ella comenzó su trabajo, mientras evitaba encontrarse con su mirada. Intentó mantener la calma bajo esa intimidante mirada que la observaba de cerca.
Con hesitación, dijo —Su Alteza, necesita quitarse la ropa.
Sin responder, él pareció reflexionar sobre un descubrimiento —Tú eres quien me cambió y me vistió esta túnica.
Ella tragó saliva mientras apartaba la mirada de él —Así es. Sus ropas estaban arruinadas y.
—Entonces no debería ser un problema quitármelas otra vez —la interrumpió él.
Ella lo miró con los ojos muy abiertos de asombro, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
Él continuó —Mi hombro está herido y no puedo mover el brazo.
Al oír esas palabras, ella frunció el ceño interiormente mientras sus manos se aferraban a la parte baja de la túnica que llevaba, gritando dentro de su cabeza con frustración.