Con la ayuda del calor directo del cuerpo de Esther, no pasó mucho tiempo antes de que el Príncipe Theron dejara de revolverse y gemir en su sueño. Los escalofríos en su cuerpo vendado disminuyeron y su respiración superficial había vuelto a la normalidad. Mientras Esther continuaba abrazándolo, sus ojos no podían evitar apreciar el atractivo espectáculo ante ella.