Uno de los sirvientes se acercó a la Gran Dama y le susurró algo al oído. La Gran Dama asintió mientras el sirviente se alejaba y entraba en la habitación detrás de ellos.
—Se acerca el mediodía. Vamos adentro donde será más cómodo conversar —instruyó la Gran Dama mientras se levantaba para entrar en el salón contiguo a la terraza en la que se encontraban.
Su grupo entró en un enorme salón.
Seren quedó asombrada. «No es de extrañar que llamara a su morada el Palacio de Cristal.»
Al principio, pensó que el nombre provenía de las aguas cristalinas del lago, ya que desde el exterior, los jardines colgantes y los pabellones rústicos bien podrían haberle ganado el nombre de tierra de hadas o paraíso de las leyendas. Sin embargo, en el momento en que entró, quedó estupefacta ante la vista de los grandes candelabros de cristal y los adornos hechos de lo que parecían ser diamantes y oro blanco.