—Hoy vi algo que me recordó a Celia. Dime si ella está aquí —preguntó Erich Winfield, sus ojos llenos de esperanza.
—Que yo sepa, no tenemos a nadie con ese nombre por aquí en el palacio —respondió el Rey Armen.
Con esto, la esperanza en los ojos de Erich Winfield se apagó. —¿Es así?
—Hmm —asintió el Rey Armen.
—Entonces, ¿cómo es que su Tercera Princesa tiene esas pastillas de elixir? —preguntó Erich Winfield.
—¿Pastillas de elixir? —repitió el Rey Armen, desconcertado por el término extraño.
Erich Winfield asintió y explicó:
—Son medicinas milagrosas que permiten a quien las toma sanar más rápido. Están encantadas para contener energía sagrada en su interior.
—¿Dónde la viste? ¿Cómo puedes decir que mi hija las tiene? Aún ni siquiera la has visto —replicó el Rey Armen.
—Ese Rey de Megaris me las trajo y me pidió que se las diera a su caballero personal. Al preguntarle de dónde las había sacado, dijo que pertenecían a la Tercera Princesa —explicó Erich Winfield.