—Ahora, ¿qué tan agradable es? ¿Cuando no te resistes a mí? —elogió con deleite Demevirld.
Con ese único acto de Neveah, la influencia de Demevirld en su mente se elevó a nuevas alturas.
Era como si Neveah hubiera abierto una presa y el desbordamiento fuera más allá de lo que Neveah podría haber imaginado.
Jian tenía razón, Neveah se dio cuenta. No había nada que Demevirld hiciera mejor que esperar su tiempo, esperando la más mínima grieta en la defensa de uno y Neveah se la había dado.
Neveah jadeó de dolor, sentía como si sus vasos sanguíneos estuvieran a punto de implosionar por toda la magia que los recorría.
«¿Cómo es él tan fuerte ahora?! ¿Cómo?» —pensó Neveah con horror.
No había pasado tanto tiempo desde la última vez que Demevirld fue liberado, pero Neveah podía decir que en el tiempo que lo había suprimido, Demevirld solo se había vuelto el doble de fuerte que la última vez.
Neveah sintió sus músculos tensarse, una presión abrumadora la obligaba a mover los pies,