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—Ugh… —Cielo gimió en cuanto recuperó la conciencia. Sus ojos aún estaban cerrados, pero su rostro estaba arrugado, obligándola a abrir los ojos.
«¿Dónde estoy?», se preguntó mientras el techo lentamente se hacía más claro, reconociendo su desconocimiento. «Ay, ay. Mi costado…»
Sus ojos se abrieron de golpe al darse cuenta de que no estaba en el dormitorio principal. Intentó levantarse instintivamente, todavía un poco confundida, solo para sentir una mano presionando suavemente su hombro hacia abajo.
—No te levantes —aconsejó Dominic con una voz tranquilizadora, haciendo que Cielo fijara su atención en él—. Estás en el hospital —ahora estás a salvo.
Su voz era calmada, y sus ojos eran suaves, como si estuviera aliviado más allá de las palabras. Cielo frunció el ceño, todavía un poco confundida por la medicación en su sistema.
«Cierto…» pensó, moviendo mentalmente su cabeza. «Me apuñalé a mí misma.»