—Voy a casar con un Frost cuando sea grande —Caius, que acababa de meterse un pedazo de palomitas de maíz en la boca, casi se atraganta con la repentina declaración de Dora. Sus ojos se abrieron alarmados mientras procesaba sus palabras. Después de todo, el único Frost cercano a la edad de Dora era... bueno, él.
Al ver la expresión escandalizada en su cara, Dora no pudo evitar rodar sus ojos con exasperación. —Relájate —dijo con una sonrisa burlona, haciendo un gesto para que no se preocupara—. Estás a salvo. Soy tu tía, después de todo.
Caius parpadeó, mirando a la chica frente a él como si de repente hubiera crecido una segunda cabeza. Ella apenas le llegaba al hombro, y era algunos años menor que él. Él frunció el ceño confundido, tratando de dar sentido a lo que ella estaba diciendo. —¿De qué estás hablando? ¿Cómo puedes ser mi tía? —preguntó, su escepticismo evidente.