—Isabella despertó perezosamente, sin querer abrir los ojos y suspiró al escuchar el latido firme y constante de Ian bajo sus oídos. Al cerrar los ojos, se permitió escucharlo y sonrió para sí misma. Hace unos meses atrás jamás se habría imaginado durmiendo con Ian Frost, y mucho menos durmiendo sobre él como si fuera su propia cama personal.
La suave luz de la mañana se filtró a través de las cortinas, proyectando un cálido resplandor en la habitación. Isabella, aún acomodada en el pecho de Ian, se maravilló de cómo su vida había dado semejante giro. Habían estado durmiendo juntos durante un mes, pasando cada noche el uno con el otro hasta que estaban agotados, y luego lo volvían a hacer todo de nuevo. El ritmo ascendente y descendente de su pecho mientras él dormía parecía ser una especie de canción de cuna para ella.