—¡Dem! ¿Qué pasa? —pregunté mientras él me jalaba del brazo y me llevaba directo a su oficina.
Perita nos seguía como se le había ordenado.
—Ve a nuestro dormitorio y espéranos allí. Las botellas de leche de Dion están en su cuna. Aliméntalo si tiene hambre. Juega con él —le dijo Dem a Perita, mientras sus ojos estaban sobre mí.
—Está bien, Su Alteza —dijo Perita.
Yo le había enseñado a Perita cómo cuidar de un niño, para que pudiera hacerse cargo de Dion cuando Dem y yo estábamos ocupados. Era ella quien jugaba con él cuando yo trabajaba en mi oficina.
Dem cerró la puerta, aún agarrando mi brazo con fuerza.
—¿Qué pasa? ¿Qué significa todo esto? —pregunté.
Él agarró mi barbilla y me besó salvajemente. Agarré el frente de su camisa, ya que perdí el equilibrio. Su mano se deslizó detrás de mí y me pellizcó el trasero, haciéndome levantar mi cuerpo en respuesta. Rodeó su brazo alrededor de mí y con un solo brazo, me levantó del suelo y comenzó a caminar hacia mi espalda.