—Salgan —les dije a Calix y Perita—. Ellos me miraron confundidos y luego, asintieron.
Dem estaba justo al lado de la puerta. Entró y cerró la puerta mientras mis caballeros se iban. Estaba sudoroso ya que había estado entrenando a los caballeros todo el tiempo. Pasó sus dedos por su cabello, que estaba mojado de sudor. La vista era bastante cegadora.
—Me lo ocultaste... —dije.
—No me gusta ocultarte muchos secretos. Pero quería que te mantuvieras alejada de todo esto. No quería que te preocuparas también por esto —dijo él con calma.
—¿Qué estabas planeando? —pregunté.
—Quería llevarte a otro lugar...
—¿Esa mansión?
—Sí —asintió—. Luego, te lo habría dicho...
—Dem...
—No me gusta cuando tienes que pasar por dificultades y preocuparte demasiado.