—Desde la perspectiva de Demetrio.
Ella dormía apacible en mis brazos. La abracé con fuerza como si no quisiera soltarla ni un instante.
Había ordenado a los guardias detener a Ezequiel lo antes posible. No pudieron apresarle, supongo que huyó. Pensar en él besando el cuello de mi esposa era asqueroso. No deseaba nada más que matarlo.
Habría hecho justamente eso en el momento que lo encontré en nuestra habitación, pero huyó por la ventana. Sin embargo, dijo algo antes de marcharse que me ha estado incomodando desde entonces.
—¿Crees que encerrarla es lo mismo que amarla? ¿Alguna vez la has escuchado correctamente? Incluso la obligaste a casarse contigo. ¿Crees que puedes ganar su amor verdadero de esta forma? No eres más que un monstruo.
Bueno, aunque me preocupaba que él pudiera haberle dicho lo mismo a mi esposa y esa fuera la razón por la que ella tenía miedo de mí, no importaba. Yo era un monstruo después de todo.