Lauren sonrió, sus hoyuelos aparecieron como delicados crecientes en sus mejillas.
Añadían una capa extra de encanto a su ya cautivadora sonrisa, haciéndola parecer a la vez entrañable e irresistiblemente atractiva.
Steffan sintió que su corazón daba un salto, completamente hechizado por ella.
—¿Podemos hablar en mi oficina? —preguntó, todavía atrapado en el encanto de su sonrisa.
Lauren asintió y lo siguió a su oficina. Una vez dentro, Steffan cerró la puerta detrás de ellos y la habitación de repente se sintió más íntima y seria.
Era como si todo lo que amenazaba su relación hubiera sido cerrado fuera dejando solo a los dos en su propio mundo.
Steffan se giró para enfrentar a Lauren, sus ojos llenos de curiosidad y desesperación.
—Lauren, ¿por qué no has contactado conmigo desde la última vez que nos vimos? —preguntó suavemente, como si el momento mágico desapareciera si hablaba más alto.