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83.33% One Piece - The Journey of the Snakes / Chapter 9: Capitulo 9: La Audiencia con el Rey de Drum Island

Kapitel 9: Capitulo 9: La Audiencia con el Rey de Drum Island

 

[Pov – Unzen] 

 

 

El calor abrasador de Arabasta nos golpeó en cuanto pusimos pie en el puerto de Nanohana. El viento del desierto soplaba con fuerza, levantando pequeñas nubes de arena, y el sol parecía decidido a cocinarnos vivas. No era la primera vez que experimentaba un clima tan extremo, pero después de días en el mar, era una sensación incómoda. 

Nanohana era una ciudad bulliciosa, llena de comerciantes, piratas y viajeros de todas partes del mundo. Al bajar del barco, sentí que todas las miradas estaban sobre nosotras. Las serpientes Yuda que jalaban nuestro barco siempre atraían atención, pero la verdadera razón por la que la gente no apartaba los ojos éramos nosotras, las Kuja. No estaba segura de sí era miedo, respeto o simple curiosidad, pero sabía que estábamos causando un gran impacto. 

Mientras avanzábamos por las calles, sentía la tensión en el aire. La gente nos observaba, susurrando entre ellos. Pero no tenía tiempo para preocuparme por los rumores. Mi mente estaba en otra cosa: conseguir lo que necesitábamos para seguir nuestro camino hacia Drum Island. 

Hancock caminaba a mi lado, con su porte altivo y su sonrisa confiada. Estaba claro que disfrutaba de la atención. Mientras tanto, las demás Kuja nos seguían de cerca, manteniéndose alerta ante cualquier posible amenaza. 

"Primero, necesitamos la Eternal Pose," le dije a Hancock, manteniendo mi voz baja para que solo ella me escuchara. "No podemos permitirnos perdernos en el Grand Line." 

Hancock asintió, y ambas nos dirigimos hacia la zona del mercado, donde sabía que podríamos encontrar lo que buscábamos. El mercado de Nanohana era enorme, una mezcla caótica de tiendas y puestos que vendían de todo, desde armas hasta frutas exóticas. El bullicio de la gente regateando y comerciando era casi ensordecedor, pero me concentré en lo nuestro. 

Después de caminar un rato, finalmente encontramos una pequeña tienda que me llamó la atención. Estaba abarrotada de mapas, brújulas y todo tipo de equipo de navegación. Parecía el lugar adecuado. 

Entramos, y un hombre de aspecto viejo y gastado por el sol nos saludó con una sonrisa débil. Su tienda era pequeña, pero cada rincón estaba lleno de objetos que parecían valiosos. 

"¿Qué puedo hacer por ustedes, señoras?" dijo, inclinándose ligeramente, su mirada pasando de mí a Hancock con cierto nerviosismo. 

"Necesitamos una Eternal Pose a Drum Island," respondí, directa. No estaba de humor para rodeos. 

El hombre parpadeó, claramente sorprendido. "Eso es bastante específico… pero tengo una." Se giró, buscando entre sus cosas hasta que sacó una pequeña esfera de cristal con una aguja que apuntaba fijamente en una dirección. "Aquí está. Eternal Pose a Drum Island. No es barata, ya que no es un destino común, pero estoy seguro de que podemos hacer un trato." 

Noté la avaricia en sus ojos. Sabía que estaba intentando inflar el precio, pero no estaba en posición de regatear demasiado. El Eternal Pose era necesario para nuestro viaje, y no teníamos tiempo para andar buscando más. 

Antes de que pudiera decir algo, Hancock dio un paso al frente, acercándose al hombre con una sonrisa encantadora, pero peligrosa. "Es mejor que hagas un buen precio. No querrás perder esta venta." 

El hombre tragó saliva, retrocediendo un poco. Podía sentir su temor crecer, y eso solo me hizo sonreír. Finalmente, nos ofreció un precio más razonable, y acepté. Pagamos el Eternal Pose y unos suministros adicionales que nos serían útiles en Drum Island. 

"Trato hecho," dije, tomando la Eternal Pose en mis manos. La sentí pesada en mi bolsillo, como si el destino ya estuviera marcado. 

Antes de irnos, también compramos algunos suministros: comida, agua y medicinas. Sabía que, en el clima helado de Drum Island, necesitaríamos estar bien preparadas, y no podía arriesgarme a dejar nada al azar. 

Mientras salíamos de la tienda, sentí una ligera punzada de inquietud. Los ojos de la gente nos seguían más de lo normal, susurrando entre ellos. Me giré hacia Hancock, quien parecía relajada, como siempre. 

"Nos están observando demasiado," le dije en voz baja, sin apartar los ojos de las calles abarrotadas. 

Hancock solo se encogió de hombros, pero asintió. "No es raro. Somos las Kuja. Siempre atraemos atención." 

"Lo sé, pero tengo un mal presentimiento. Mejor volvamos al barco lo antes posible," le respondí, apretando el Eternal Pose en mi bolsillo mientras miraba a nuestro alrededor, buscando cualquier señal de peligro. 

Con el Eternal Pose y los suministros en mano, nos dirigimos de regreso al puerto. El calor era implacable, y el bullicio de la ciudad parecía haberse intensificado. Sin embargo, mi mente ya estaba en el próximo destino: Drum Island. Con suerte, allí encontraríamos los médicos que podrían ayudar a las Kuja a mejorar sus habilidades. 

El viento soplaba con fuerza cuando dejamos el puerto de Nanohana atrás. El desierto de Alabasta quedaba atrás mientras nuestro barco, jalado por nuestras serpientes Yuda y ayudado por las paletas de madera a ambos lados, avanzaba con fluidez sobre las aguas del Grand Line. Hancock estaba a mi lado, con su semblante sereno, y las demás Kuja se mantenían ocupadas organizando los suministros que habíamos comprado en la ciudad. 

El Eternal Pose hacia Drum Island estaba asegurado, y con todo lo necesario para el viaje, estábamos listas para continuar. Todo iba según lo planeado, pero el mar siempre tenía sorpresa. 

Mientras observaba el horizonte, algo me inquietaba. No era el viaje en sí, ni la misión. Era el constante recordatorio de que este mundo estaba lleno de enemigos, especialmente la Marina, que siempre estaba buscando piratas como nosotras. 

"Unzen," dijo Hancock, interrumpiendo mis pensamientos. "¿Estás preocupada?" 

"No del todo," respondí, mirando el cielo. "Pero sabemos que el mar no es siempre tranquilo." 

No pasó mucho tiempo antes de que mis palabras se volvieran proféticas. Al día siguiente, una de las Kuja en el mástil dio la alarma: "¡Barcos a la vista!" 

Subí rápidamente a la proa y pude verlos. Tres barcos, todos con las inconfundibles velas blancas y el símbolo de la Marina ondeando al viento. Mi cuerpo se tensó de inmediato. Ya habíamos tenido encuentros con la Marina antes, y este no prometía ser diferente. 

El barco de la Marina que iba a la cabeza era significativamente más grande que los otros dos, claramente un buque insignia. A medida que se acercaban, pude distinguir a la tripulación uniformada moviéndose por la cubierta, ocupándose de sus deberes. 

"Marines..." murmuré, mis ojos entrecerrándose. Algo en mi interior me decía que esto no iba a ser una simple coincidencia. Hancock se acercó a mí, observando los barcos con la misma calma que siempre la acompañaba. 

"¿Qué hacemos?" preguntó, aunque su tono no mostraba preocupación. 

"Esperemos," respondí. "Veamos qué quieren primero." 

Los barcos de la Marina se acercaron rápidamente, y uno de ellos, el más grande, lanzó un disparo de advertencia. Poco después, una voz autoritaria resonó desde el barco enemigo. 

"¡Aquí habla el Contraalmirante Steele de la Marina! Deténganse inmediatamente o abriremos fuego." 

"Un Contraalmirante," repetí en voz baja, cruzando los brazos mientras observaba a la tripulación Kuja. "Parece que no va a ser fácil." 

Hancock sonrió levemente. "Puedo encargarme de ellos si lo deseas." 

"Primero hablemos," le dije. "Si no es necesario pelear, no lo haremos. Pero mantente lista." 

Salté ágilmente desde la cubierta del barco Kuja hacia el barco de la Marina. Los marines me miraron con sorpresa, pero mantuve la calma. El Contraalmirante Steele bajó de la parte superior del barco, observándome con una expresión de desconfianza. Era un hombre de mediana edad, fuerte y serio, con una cicatriz cruzando su mejilla. 

"¿Quién eres?" preguntó, su voz grave resonando por la cubierta. 

"No tengo intención de decirte mi nombre," le respondí con tranquilidad. "Estamos de paso. No buscamos problemas con la Marina." 

Steele me estudió por un momento, y luego su expresión se endureció aún más. "Es mi deber detener a piratas que navegan estas aguas. No puedo simplemente dejar que continúen como si nada." 

Suspiré. Estaba claro que no iba a ser tan fácil. "Mira. no quiero perder el tiempo con una batalla innecesaria. Si decides interponerte, no tendré más opción que dejar que mi compañera se encargue de ti." 

Steele frunció el ceño, visiblemente molesto por mi actitud. "¡No subestimes a la Marina! ¡Marines, prepárense!" 

Sabía lo que esto significaba. No había vuelta atrás. "Hancock," llamé en voz alta, "ocúpate de esto." 

Hancock, con su usual gracia y confianza, saltó del barco Kuja al de la Marina, aterrizando justo frente a Steele. Los marines se pusieron en guardia, apuntando con sus armas, pero ella no parecía preocupada en lo más mínimo. 

Steele desenvainó su espada, manteniéndose en posición defensiva. "No permitiré que se salgan con la suya." 

Hancock simplemente sonrió, dando un paso adelante. "Cometes un error si crees que puedes detenernos." 

Antes de que Steele pudiera reaccionar, Hancock se lanzó hacia él, moviéndose con una velocidad sorprendente. Su primera patada fue rápida y certera, golpeando el aire y creando una onda de choque que derribó a varios marines. Steele logró bloquearla con su espada, pero la fuerza del impacto lo hizo retroceder varios pasos. 

Los marines intentaron intervenir, pero Hancock no les dio oportunidad. Con una elegante secuencia de patadas, derribó a los que se acercaban, mientras esquivaba cada uno de sus ataques con una facilidad impresionante. 

"¡Mero Mero Merrow!" gritó, lanzando su rayo rosa hacia un grupo de marines. Los hombres, atrapados en el rayo, quedaron petrificados al instante, convertidos en estatuas de piedra. 

Steele, viendo cómo su tripulación era incapacitada en cuestión de segundos, apretó los dientes y cargó contra Hancock, lanzando un tajo directo. Hancock lo esquivó con facilidad, girando en el aire y devolviendo el ataque con una patada descendente que golpeó el brazo de Steele, desarmándolo. 

El Contraalmirante retrocedió, su respiración agitada. "¡Malditas piratas!" 

Hancock se movió una vez más, su velocidad casi imposible de seguir. Con una patada giratoria, golpeó el pecho de Steele, enviándolo a volar contra la barandilla del barco. Cayó al suelo, jadeando y tosiendo, incapaz de levantarse. 

Me acerqué desde donde observaba, caminando con calma hacia Hancock y el derrotado Steele. 

"Te lo advertí," le dije, mirando al Contraalmirante desde arriba. "No queríamos pelear, pero ahora has perdido a tus hombres." 

Steele, incapaz de responder, simplemente nos miró con odio mientras Hancock volvía a mi lado, su confianza inquebrantable. 

"Deberíamos irnos," dijo ella con su tono despreocupado. 

Asentí, observando cómo el barco de Steele, ahora lleno de marines petrificados, quedaba completamente inutilizado. Sabía que la Marina volvería a buscarnos eventualmente, pero por ahora, habíamos ganado este encuentro. 

Regresamos al barco Kuja y las serpientes Yuda comenzaron a movernos de nuevo hacia nuestro destino. Steele y sus hombres quedaban atrás, un recordatorio de que, en este mar, no éramos simples piratas. 

[Pov – 3rd person] 

 

Steele aún jadeaba de dolor tras su encuentro con Hancock. Mientras yacía en la cubierta de su barco, observó a sus hombres aún petrificados y a los pocos que quedaban conscientes, atendiendo las heridas de los caídos. Sabía que no había tiempo que perder. Había subestimado por completo a aquellas piratas, y ahora tenía que reportar lo ocurrido. 

Con dificultad, Steele se levantó y caminó hacia el Den Den Mushi. Lo colocó en la mesa del puente y tomó asiento, sus pensamientos aun girando alrededor de lo que había sucedido. Con un profundo suspiro, levantó el receptor y activó el Den Den Mushi, que adoptó la apariencia del Almirante de Flota Sengoku, el hombre que dirigía la Marina desde lo más alto. 

"Contraalmirante Steele," dijo la voz grave de Sengoku al otro lado de la línea. "¿Qué ha ocurrido? ¿Cuál es tu reporte?" 

"Almirante de Flota," comenzó Steele, su voz entrecortada por el dolor. "He tenido un encuentro con las Piratas Kuja... o, mejor dicho, con dos de ellas." 

"¿Las Kuja?" El Den Den Mushi frunció el ceño, imitando el rostro de Sengoku. "Explícate." 

Steele se tomó un momento para ordenar sus pensamientos antes de continuar. "Nos cruzamos con su barco cerca de Arabasta. Al principio no sabíamos quiénes eran, pero cuando nos acercamos para interrogarlas." 

"¿Y qué ocurrió después?" La impaciencia de Sengoku era palpable. 

Steele tragó saliva, todavía sintiendo la humillación de lo que iba a contar. "Intenté hablar con una de ellas, una joven con una presencia imponente. No quiso decir su nombre. Cuando me negué a dejarlas continuar sin más, ella llamó a otra chica, quien me derrotó en cuestión de minutos. Esa joven se llamaba Hancock. Sus habilidades... son impresionantes." 

Sengoku frunció el ceño a través del Den Den Mushi. "¿Hancock? ¿Qué habilidades mostró?" 

"Almirante de Flota... esa mujer puede petrificar a las personas. Algunos de mis hombres... quedaron convertidos en piedra en segundos. Usó un rayo de color rosa, y aquellos que lo miraron quedaron completamente inmovilizados. Incluso en combate directo, su velocidad y fuerza eran superiores. Intenté enfrentarla, pero no pude hacer nada contra ella." 

Sengoku se mantuvo en silencio por unos instantes, procesando lo que Steele le había dicho. Era claro que había más detrás de estas piratas de lo que había imaginado. "¿Dijeron algo más? ¿Mencionaron su destino o sus intenciones?" 

"No directamente, Almirante de Flota," respondió Steele, apretando el puño. "Pero estaban en dirección norte cuando las vimos. Es posible que se dirijan a algún lugar en el Grand Line." 

"Es preocupante," dijo Sengoku, su tono más sombrío. "Sabíamos de las habilidades excepcionales de las Kuja, pero esto... Si esa Hancock tiene el poder de petrificar personas, debemos vigilar de cerca sus movimientos y hay que averiguar las habilidades de su capitana." 

"¿Qué debo hacer ahora, Almirante de Flota?" preguntó Steele, esperando instrucciones. 

"Vuelve a la base más cercana para reparar tu barco y tratar a tus hombres," ordenó Sengoku. "Enviaremos más recursos para rastrear a esas piratas. No podemos permitir que este poder quede sin supervisión. Si esa joven Hancock tiene la capacidad de derrotar a toda una tripulación sin esfuerzo, debemos estar preparados para cuando las encontremos de nuevo." 

"Entendido, Almirante de Flota." Steele cerró el Den Den Mushi, su rostro marcado por la frustración. No había sido un buen día para él, pero al menos había logrado enviar el reporte. Sabía que las Kuja estarían bajo el radar de la Marina desde ahora, y aunque había perdido, aún quedaba mucho por hacer para estar listos la próxima vez. 

Con el Den Den Mushi desconectado, Steele observó el horizonte, donde las Kuja ya estaban fuera de su vista. Había sido una derrota humillante, pero sabía que no sería la última vez que la Marina cruzaría caminos con aquellas piratas. Y la próxima vez, la historia podría ser muy diferente. 

Mientras el barco comenzaba su lento regreso a la base, Steele solo podía pensar en la poderosa Hancock y su imponente compañera. 

 

[Pov – Unzen] 

 

Mientras seguíamos nuestro camino a Drum Island, comencé a pensar en el encuentro con el Contraalmirante. Debe a ver avisado al cuartel general sobre nosotras, así que necesitábamos estar más atentas a cualquier problema que surgiera con la marina. 

No es que me preocupara tanto. Si querían venir tras nosotras, estaríamos listas. 

El sol se estaba poniendo y el cielo se teñía de tonos anaranjados y rosados. Me encontraba en la cubierta, disfrutando de la brisa marina, cuando Hancock se acercó y se acomodó a mi lado. 

"Hoy ha sido un día agitado," dijo Hancock, mirando el horizonte con una sonrisa. "No pensé que nos encontraríamos dos veces con la Marina, pero hicimos un buen trabajo." 

"Definitivamente," respondí, asintiendo. "Hay que estar atentos a más encuentros con ellos. Y lo hiciste bien contra el Contraalmirante." 

"Gracias," dijo Hancock, su sonrisa se hizo más amplia. "Me alegra saber que te sientes así." 

"Bueno, tengo que darte cumplidos de vez en cuando" dije, echando una última mirada al horizonte. "Tendremos que esperar que recompensa te ponen" 

Hancock se volvió hacia mí "Mmm, espero que sea alta." 

La noche se acercaba, y finalmente, el barco se aproximó a las costas de Drum Island. La imponente figura de la isla se destacaba en el horizonte, con sus montañas nevadas y paisajes impresionantes. La llegada estaba llena de una sensación de anticipación. 

El barco atracó en el puerto de Drum Island. Las Kuja se estaban preparando para desembarcar, y me dirigí al muelle para encontrarme con la capitana Yuda. 

La capitana Yuda, se acercó mientras desembarcábamos. Su mirada era aguda y su postura firme. 

"Capitana Yuda," dije con respeto al acercarme. "Necesitamos hablar contigo sobre nuestro próximo paso." 

Yuda asintió y nos llevó a un lugar más privado cerca del puerto. "¿Qué necesitan?" preguntó con interés. 

"Queremos que el barco se quede aquí en el puerto mientras Hancock y yo vamos a ver al rey," expliqué. "Tendré que hablar con el sobre los médicos" 

Yuda frunció el ceño, pero asintió. "Entiendo. Nuestro barco está a tu disposición. Te aseguro que estará seguro mientras estén en la isla. ¿Cuánto tiempo planean estar aquí?" 

"No estoy segura de cuánto tiempo tomará exactamente," respondí, "pero lo haremos lo más rápido posible. Agradezco tu comprensión y apoyo." 

Con una última mirada de comprensión, Yuda asintió y se retiró para organizar la estancia del barco en el puerto. Hancock se acercó a mí, lista para comenzar nuestra misión. 

"Todo está listo," dijo Hancock con una sonrisa. "Vamos a buscar al rey y asegurarnos de que obtengamos los médicos que necesitamos." 

"Perfecto," respondí, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. "Vamos a hacerlo." 

El aire helado nos golpeó con fuerza al salir del puerto. Drum Island era un mundo completamente diferente al desierto de Arabasta. Las montañas cubiertas de nieve y los picos que se alzaban imponentes parecían vigilarnos mientras avanzábamos. El frío era penetrante, y el aliento se convertía en pequeñas nubes de vapor a nuestro alrededor. Hancock, sin embargo, se mantenía imperturbable, como si el clima extremo no la afectara. 

"Este lugar parece más tranquilo de lo que esperaba," comentó Hancock, su voz apenas un susurro en medio del viento. "Pero hay algo en el aire que no me gusta." 

"Concuerdo," respondí, mirando hacia las cimas nevadas. "Drum Island siempre ha tenido una reputación peculiar. Necesitamos mantenernos alerta." 

Las calles del pueblo principal estaban sorprendentemente vacías, como si la gente se mantuviera al resguardo del frío. Las pocas personas que pasaban nos observaban con cautela, y los susurros que nos seguían en Arabasta parecían haberse quedado atrás. Aquí, la atmósfera era diferente; no era curiosidad lo que sentían, sino una mezcla de miedo y respeto. 

Finalmente, llegamos al palacio, una enorme estructura que se alzaba a lo lejos, construida sobre una montaña rocosa. Las puertas, flanqueadas por estatuas de fieras que parecían guardianes, estaban custodiadas por un grupo de soldados. Su armadura plateada brillaba a la luz tenue del sol de invierno, pero sus expresiones eran rígidas, como si no estuvieran acostumbrados a recibir visitas. 

Uno de los soldados dio un paso al frente, bloqueando nuestra entrada. 

"¿Qué negocio tienen en el palacio?" preguntó con voz firme, aunque había un deje de nerviosismo en sus ojos. El nombre de Hancock siempre causaba algún tipo de reacción. 

"Venimos a ver al rey," respondí, mostrando el Eternal Pose que había adquirido en Arabasta. "Hemos viajado desde muy lejos y necesitamos hablar con él sobre un asunto de suma importancia." 

El soldado frunció el ceño, dudando por un momento. Claramente no esperaba a visitantes no anunciados, pero no podía ignorar la presencia imponente mia y de Hancock. 

"Esperen aquí," dijo, haciendo una seña a otro guardia que rápidamente desapareció dentro del palacio. 

Hancock se cruzó de brazos, manteniéndose serena como siempre, pero yo sabía que también estaba observando cada detalle, cada movimiento a nuestro alrededor. No confiábamos en nadie fuera de nuestra tribu, y mucho menos en la realeza de tierras extrañas. El viento helado hacía que mi capa ondeara a mi alrededor, pero mantuve mi postura firme, esperando. 

Después de unos minutos, el guardia regresó, acompañado por un hombre de edad avanzada, vestido con ropas elegantes y pesadas, claramente apropiadas para el clima frío. Su expresión era estoica, pero había una curiosidad velada en sus ojos. 

"El rey acepta verlas," dijo con tono neutral. "Pero les advierto, no se tolerará ninguna falta de respeto." 

"Descuida," dijo Hancock con una sonrisa peligrosa. "Somos respetuosas cuando la ocasión lo amerita." 

El hombre nos hizo un gesto para seguirlo, y caminamos tras él a través de los grandes pasillos del palacio, decorados con tapices de tonos fríos y lámparas que proyectaban una luz cálida que apenas lograba contrarrestar el frío que emanaba de las paredes de piedra. Todo en el palacio era austero, funcional, y no tenía la opulencia de otros reinos que habíamos visitado antes. 

Finalmente, llegamos a la sala del trono. El rey de Drum Island, sentado en un trono de madera tallada con motivos de lobos y ciervos, nos observaba desde lo alto. Era un hombre de mediana edad, con una barba espesa y ojos penetrantes que reflejaban inteligencia y desconfianza en igual medida. 

"Bienvenidas a Drum Island," dijo el rey, con una voz grave que resonó en la sala vacía. "No es común que recibamos visitantes inesperados, y mucho menos de lugares tan lejanos. ¿Cuál es su propósito aquí?" 

Di un paso al frente, sintiendo el peso de la situación. "Rey de Drum Island, hemos viajado desde Arabasta en busca de los médicos más hábiles. Necesitamos mejorar nuestras habilidades y aprender técnicas avanzadas para proteger a nuestra gente. Sabemos que aquí, en Drum Island, se encuentran los mejores médicos de todo el Grand Line." 

El rey asintió lentamente, sin apartar su mirada de mí. "Es cierto que Drum Island es conocido por sus médicos, pero el conocimiento que buscan no se entrega fácilmente a forasteros. ¿Por qué debería ayudarles? ¿Qué ganaría yo con esto?" 

Sabía que esta pregunta vendría. Los reyes siempre buscan qué obtener de cada trato. Sin embargo, estábamos preparadas. 

"No pedimos ayuda gratuita," dije, con tono firme. "Estamos dispuestas a ofrecer algo a cambio. Hancock y yo podemos garantizar que cualquier amenaza que aceche a Drum Island será erradicada. Somos guerreras y tenemos habilidades que podrían ser útiles para proteger tu reino." 

Hancock, que hasta ahora había permanecido en silencio, dio un paso adelante. "No subestimes lo que ofrecemos, rey," dijo suavemente, su voz cargada de una autoridad indiscutible. "No pedimos favores, ofrecemos una alianza. Pero si decides rechazarnos, encontrarás que no somos tan fáciles de ignorar." 

El silencio que siguió fue casi tangible. El rey nos observó por unos momentos más, sopesando nuestras palabras. Finalmente, habló. 

"Es una oferta interesante," dijo, recostándose en su trono. "Pero no puedo aceptar tan rápidamente. Hay algo que deben saber. Drum Island está bajo amenaza. Un grupo de piratas ha estado atacando nuestras costas, y aunque hemos logrado mantenerlos a raya, su líder es un hombre peligroso. Si pueden ayudarnos a derrotarlo, entonces consideraremos su petición." 

Hancock y yo intercambiamos miradas. Sabíamos que habría una condición, pero esto era más de lo que esperábamos. 

"¿Quién es este pirata?" pregunté, mi voz firme. 

"Se llama Mace," respondió el rey con desdén. "Un ex-comandante de la Marina que desertó y ahora lidera a un grupo de saqueadores. Es cruel, y su tripulación es implacable. Ha causado estragos en nuestras aldeas costeras, y hasta ahora, nadie ha sido capaz de detenerlo." 

"Si acabamos con Mace," dije, "¿nos darás lo que pedimos?" 

El rey asintió lentamente. "Sí. Si logran deshacerse de él, tendrán acceso a nuestros mejores médicos y podrán aprender todo lo que necesiten." 

Hancock sonrió, una sonrisa llena de confianza. "Considera a Mace como un hombre muerto." 

El rey inclinó ligeramente la cabeza, aprobando el trato. "Muy bien, entonces. Mis hombres les proporcionarán toda la información que necesiten. Pero recuerden, fallar no es una opción." 

Con el acuerdo sellado, salimos del palacio. el frío helado de Drum Island se afianzaba a medida que nos acercábamos al puerto. La nieve caía lentamente del cielo gris, cubriendo las calles y dándole al paisaje un aire desolado. Hancock y yo caminábamos con paso firme, habiendo dejado atrás la conversación con el rey. Mace, el pirata que estaba causando problemas en las aldeas costeras, sería nuestro próximo objetivo, aunque no parecía ser un enemigo tan formidable. 

Cuando llegamos al muelle, el barco Kuja permanecía atracado, sus serpientes Yuda deslizándose perezosamente sobre las aguas frías. La tripulación, siempre atenta, se mantenía ocupada en la cubierta, pero sus ojos se posaron en nosotras en cuanto pusimos pie en el puerto. Sabían que teníamos novedades importantes. 

Yuda, la capitana que había quedado a cargo, se acercó tan pronto nos vio. Su mirada era inquisitiva, y su cuerpo, erguido y preparado para cualquier situación, mostraba que estaba lista para la acción. 

"¿Qué noticias traen del palacio?" preguntó Yuda, sin rodeos, mientras nos hacía un gesto para subir a bordo y alejarnos del bullicio del puerto. 

"El rey quiere que nos encarguemos de un pirata," comencé a explicar mientras subíamos la pasarela. "Su nombre es Mace. Ha estado causando problemas en las aldeas cercanas, y si nos deshacemos de él, el rey nos permitirá acceder a los mejores médicos de Drum Island." 

Yuda frunció el ceño. "¿Un pirata? ¿Qué tan peligroso es?" 

"El rey lo pintó como una amenaza, pero después de escuchar los detalles, no parece ser tan fuerte," respondió Hancock, con una sonrisa confiada en los labios. "Es un pirata de poca monta, solo sabe saquear y atemorizar a los más débiles. Lo resolveremos rápido." 

Yuda soltó una risa seca. "¿Así que el rey nos está usando para hacer su trabajo fácil? Típico de la realeza." 

"Exacto," asentí. "Pero no importa. Esto no será más que una pequeña molestia. Lo importante es que, una vez que lo eliminemos, tendremos acceso a los médicos que necesitamos para mejorar nuestras habilidades." 

Yuda asintió, con una mezcla de aceptación y determinación. "De acuerdo. Entonces, ¿cuál es el plan?" 

"Esperaremos a que Mace haga su movimiento," respondí, mirando hacia el océano cubierto por la niebla. "Según el rey, Mace ataca regularmente las aldeas costeras. Lo más probable es que su próxima incursión no tarde mucho. Nos mantendremos en alerta y, cuando aparezca, lo interceptaremos." 

Hancock, siempre confiada, añadió: "No necesitamos complicarnos demasiado. Este Mace es un simple ladrón. En cuanto aparezca, acabaremos con él antes de que pueda huir." 

Yuda sonrió de lado, claramente disfrutando la perspectiva de un enfrentamiento directo. "Bien. Las Kuja estarán listas." 

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Pasaron dos días en Drum Island, y aunque la nieve continuaba cayendo y el frío se intensificaba, la tripulación Kuja se mantuvo vigilante. Durante las noches, organizábamos turnos para vigilar el horizonte, y durante el día, manteníamos nuestras armas listas y los suministros preparados para un enfrentamiento inminente. 

El puerto estaba tranquilo, como si la misma isla contuviera la respiración, a la espera de lo inevitable. Las aldeas cercanas sabían que Mace no era un enemigo difícil de vencer, pero su constante saqueo y la crueldad con la que trataba a los indefensos lo convertían en un problema que debía resolverse cuanto antes. 

El tercer día al amanecer, una de las Kuja en el puesto de vigilancia dio la señal. "¡Barco a la vista!" 

Me apresuré hacia la proa del barco Kuja, mirando en dirección al horizonte. A lo lejos, apenas visible a través de la neblina, un barco de tamaño mediano se acercaba con velas gastadas y el típico aspecto desaliñado de los piratas menores. 

"Es él," dije con certeza. Hancock, que se mantenía a mi lado, asintió con calma, su expresión relajada como siempre. 

"Finalmente," comentó con una sonrisa ligera. "Veamos si realmente es tan insignificante como parece." 

Bajé a la cubierta donde Yuda ya estaba organizando a las Kuja para interceptar al enemigo. "Nos mantendremos cerca del puerto," le expliqué. "Este Mace no es rival para nosotras, pero quiero que lo hagamos rápido. No podemos perder tiempo en algo tan trivial." 

"Entendido," respondió Yuda. "Nosotras nos encargaremos de su tripulación. Tú y Hancock pueden ocuparse de Mace." 

El barco enemigo se acercaba lentamente, sin darse cuenta de la trampa en la que estaban a punto de caer. Desde donde estábamos, podíamos ver a la tripulación de Mace, hombres de aspecto rudo y desordenado, preparándose para desembarcar en el puerto. Parecía que pensaban que sería un asalto sencillo, sin saber que los esperábamos. 

Hancock, con su porte imponente, caminó hacia el borde del muelle, observando mientras el barco de Mace se acercaba. "¿Deberíamos avisarles o simplemente acabar con ellos rápido?" preguntó en tono casual. 

"Ni siquiera vale la pena advertirles," respondí con una sonrisa. "Terminemos con esto." 

Cuando el barco de Mace llegó al puerto, su tripulación comenzó a bajar sin percatarse de nuestra presencia. Apenas habían puesto un pie en el muelle cuando Hancock avanzó, y con un rápido movimiento de su mano, varios de los hombres que estaban más cerca quedaron petrificados al instante. 

El caos estalló de inmediato. Los hombres de Mace, aterrados al ver a sus compañeros convertidos en piedra, intentaron retroceder hacia el barco, pero las Kuja ya estaban sobre ellos. Las guerreras, moviéndose con precisión letal, no dejaron que uno solo escapara. 

Mientras tanto, Hancock y yo nos dirigimos al centro del caos. Mace, un hombre de aspecto corpulento y una cicatriz que le cruzaba el rostro, bajaba de su barco con una espada en la mano, gritándole órdenes a sus hombres, sin darse cuenta de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. 

"¿Quién diablos son ustedes?" gritó, intentando mantener una compostura que se desmoronaba rápidamente al ver la derrota de su tripulación. 

"Solo somos las que van a acabar con tu miserable vida," respondió Hancock con frialdad, avanzando hacia él. 

Mace blandió su espada con furia, lanzándose hacia nosotras, pero sus movimientos eran torpes y predecibles. Hancock lo esquivó fácilmente, y con un solo movimiento, lo derribó de un golpe certero en el estómago, dejándolo sin aire. 

Se desplomó en el suelo, jadeando y tosiendo, incapaz de levantarse. Su espada cayó a sus pies, inútil. "¡No! ¡Esperen! ¡Podemos hablar!" suplicó, sabiendo que estaba acorralado. 

"¿Hablar?" repetí, mirándolo con desdén. "No estamos interesadas en tus palabras." 

Hancock, sin inmutarse, se inclinó levemente hacia él. "El rey de Drum Island quiere que desaparezcas, y nosotras nos encargaremos de eso." 

Mace intentó retroceder, pero antes de que pudiera moverse más, Hancock lo petrificó con su habilidad, dejándolo inmovilizado junto a los restos de su tripulación. 

"Eso fue fácil," comentó Hancock, mientras se alejaba con elegancia. 

"Demasiado fácil," respondí, mirando los restos de la tripulación de Mace. "Este pirata no era nada especial." 

Yuda se acercó, observando el trabajo terminado con satisfacción. "Mace ya no será un problema para Drum Island." 

Asentí. "Y ahora, el rey nos deberá lo prometido." 

La nieve comenzaba a caer más intensamente, cubriendo los cuerpos petrificados de Mace y su tripulación. Hancock, siempre imperturbable, se alejaba con pasos gráciles, mientras yo me acercaba al cuerpo inmóvil de Mace. Sabía que para que el rey cumpliera su promesa, no bastaría con que acabáramos con el pirata; necesitábamos una prueba. 

Desenfundé mi espada sin titubear. El filo reluciente reflejaba la luz tenue del sol invernal que apenas atravesaba las nubes. Me acerqué al cuerpo petrificado de Mace y, sin pensarlo dos veces, levanté la espada y corté su cabeza de un solo movimiento. El sonido del golpe resonó en el puerto silencioso, y su cabeza cayó al suelo con un golpe seco. La recogí, aún fría por la petrificación, y la envolví en un pedazo de tela. 

Hancock observaba en silencio, sin expresar sorpresa ni disgusto. Para nosotras, esto no era más que un trámite necesario. 

"El rey no podrá negar esto," comenté mientras ajustaba la tela que envolvía la cabeza de Mace. "Nos aseguraremos de que cumpla su promesa." 

Hancock asintió, con esa confianza característica que nunca la abandonaba. "Vamos, no perdamos más tiempo." 

Con la cabeza de Mace en manos, nos dirigimos de regreso al palacio real. Las calles de Drum Island seguían desiertas, como si la isla misma se hubiera congelado en el tiempo. El viento silbaba entre las montañas, llevándose consigo las huellas de nuestra batalla. Pero no había tiempo para distracciones; el rey nos esperaba, y nosotras teníamos lo que él había pedido. 

Al llegar al palacio, los guardias del rey nos recibieron de nuevo, aunque esta vez, noté un leve destello de miedo en sus ojos. Parecía que la noticia de nuestra victoria sobre Mace ya se había propagado, y no estaban seguros de cómo tratarnos. Sin embargo, no hubo preguntas ni demora, y en cuestión de minutos, nos encontrábamos nuevamente frente al rey en la sala del trono. 

El rey nos observaba con una expresión de expectativa, aunque mantenía su compostura real. Esta vez, no habló primero. El silencio de la sala era casi palpable. 

Sin decir una palabra, avancé unos pasos y dejé caer la cabeza de Mace, aún envuelta en tela, frente a él. El sonido de la cabeza cayendo en el suelo resonó en la sala, haciendo que algunos de los presentes dieran un paso atrás, visiblemente incómodos. 

"Tu problema ha sido resuelto," dije con calma, sin quitarle los ojos de encima al rey. "Mace ya no causará más problemas a Drum Island." 

El rey miró la cabeza por un momento, su expresión imperturbable. Luego asintió lentamente. "Veo que cumplisteis con vuestra parte del trato. Mace era un peligro, aunque no un enemigo formidable para alguien como vosotras. Aun así, no puedo negar vuestra eficacia." 

"Ahora es tu turno," intervino Hancock con suavidad, aunque la autoridad en su tono era innegable. "Queremos lo que nos prometiste." 

El rey se recostó en su trono, tomándose un momento para sopesar la situación. "Tal como acordamos, ahora tendréis acceso a los mejores médicos de Drum Island. Son pocos, pero su habilidad es inigualable." 

Di un paso adelante, sin apartar la vista de él. "¿Quién es el mejor médico de la isla? Queremos aprender de los mejores." 

El rey entrelazó sus dedos, pensativo. "El mejor médico de Drum Island, sin duda alguna, es Kureha. Es una mujer de edad avanzada, pero su conocimiento sobre medicina es inigualable. Ha salvado incontables vidas y posee una sabiduría que pocos en el mundo podrían igualar. Sin embargo, os advierto: no es fácil ganarse su favor. Vive en una de las montañas más altas de la isla, y aunque su reputación es conocida por todos, no suele aceptar alumnos ni enseñar sus técnicas a forasteros." 

"Kureha," repetí en voz baja. No recordaba mucho de ella. Sabía que sería un reto llegar a ella, pero si el rey decía la verdad, no había mejor opción. 

"¿Dónde podemos encontrarla?" preguntó Hancock, siempre directa. 

"Vive en una montaña llamada Drum Rock," respondió el rey. "Es una zona difícil de escalar, especialmente con este clima. Pocos logran llegar a su morada sin sufrir algún percance. Sin embargo, si queréis aprender de ella, deberéis enfrentar ese desafío." 

Hancock y yo intercambiamos una mirada. Sabíamos que no sería fácil, pero habíamos llegado hasta aquí por una razón, y no íbamos a detenernos ahora. 

"Lo haremos," dije con firmeza. "No creo que sea tanto problema." 

El rey asintió, aunque su expresión sugería que no creía que lo lograríamos. "Buena suerte, entonces. Espero que vuestro esfuerzo sea recompensado." 

Sin más que decir, nos dimos la vuelta y salimos de la sala del trono. La nieve seguía cayendo con fuerza afuera, cubriendo Drum Island en una capa blanca y espesa. Teníamos un nuevo objetivo, y esta vez no sería un pirata quien se interpusiera en nuestro camino, sino la misma naturaleza y una doctora legendaria que no solía aceptar visitantes. 

"Drum Rock," murmuré mientras caminábamos de regreso al puerto. "Será una molestia escalarla, pero si Kureha es tan buena como dicen, valdrá la pena." 

Hancock sonrió levemente, sin mostrar preocupación. "Superaremos este desafío como siempre lo hacemos. Lo importante es que sigamos adelante. Kureha será nuestra maestra, nos guste o no." 

Con la cabeza de Mace como prueba de nuestra victoria y un nuevo reto por delante, nos dirigimos al barco Kuja para preparar el siguiente paso en nuestra misión. Sabíamos que Drum Rock no sería fácil de conquistar, pero nunca nos habíamos echado atrás ante un reto, y este no sería la excepción. 

La nieve caía con más intensidad cuando llegamos al puerto. Hancock, siempre imponente, caminaba a mi lado, pero mi mente estaba en otra parte. Desde el primer momento en que entramos al palacio, había sentido algo oscuro, algo que despertó mi curiosidad, y ahora sabía exactamente qué era. 

Wapol. 

Un príncipe mimado y arrogante, destinado a heredar el trono. Pero lo que me interesaba no era solo su futuro como rey. Lo que realmente me importaba era si ya había consumido su Fruta del Diablo. Si lo había hecho, Wapol tendría un poder que podría aprovechar. Si aún no la había comido, entonces tendria que encontrar la fruta. 

"Hancock," la llamé mientras nos acercábamos al muelle. Ella me miró con curiosidad, notando que algo ocupaba mi mente. 

"¿Qué ocurre?" preguntó, deteniéndose a mi lado. 

"Regresa al barco," le dije con calma, sin dejar entrever lo que realmente planeaba. "Hay algo que necesito investigar antes de que partamos hacia Drum Rock. No tardaré mucho." 

Hancock arqueó una ceja, pero no insistió. Sabía que cuando tenía una idea fija en la mente, no era fácil convencerme de lo contrario. "No tardes demasiado," me advirtió antes de girar sobre sus talones y caminar hacia nuestro barco Kuja. Sabía que confiaría en mí para resolver lo que fuera que estaba en mi mente, pero también sabía que no se mantendría al margen por mucho tiempo si sospechaba que algo estaba fuera de control. 

Cuando Hancock desapareció de mi vista, inhalé profundamente y cerré los ojos, activando mi Haki de Observación. Sabía que si quería descubrir si Wapol ya había consumido la Fruta del Diablo, tendría que localizarlo primero. 

Expandí mis sentidos, sintiendo las presencias en el palacio. Los guardias, el personal, y luego... lo encontré. Era una presencia arrogante, pero no poderosa. No había una sensación de amenaza ni el aura que suele acompañar a aquellos que han consumido una Fruta del Diablo. Sonreí para mis adentros. Todavía no la había comido. 

Sin perder más tiempo, me escabullí entre las sombras, deslizándome de vuelta al palacio. Sabía que las barreras de seguridad del lugar eran débiles, confiadas en que nadie se atrevería a desafiar la autoridad del rey. Pero yo no estaba interesada en desafiarlos directamente. Solo quería saber si Wapol ya tenía el poder de la fruta o si aún estaba al alcance. 

Me moví rápidamente por los pasillos, evitando a los guardias con facilidad. Finalmente, llegué a la misma habitación que había sentido a través de mi Haki. Era una sala decorada con lujo excesivo, llena de juguetes costosos y objetos de valor que solo subrayaban el ego del joven que residía allí. 

Wapol, de apenas catorce años, estaba sentado en el centro de la habitación, rodeado de comida, pero no parecía haber tocado nada. Sus ojos brillaban con la ambición propia de alguien que se siente destinado a la grandeza, aunque todavía no tenía el poder para respaldar esas ilusiones. 

Me escondí en las sombras de la habitación, observando a Wapol en silencio. Si ya hubiera consumido la fruta, lo secuestraría y me aseguraríamos de usar ese poder en beneficio de las Kuja. Sin embargo, lo que vi me tranquilizó. Wapol no mostraba ninguna señal de haber ingerido una Fruta del Diablo. Sus movimientos eran torpes, comunes. No había indicio alguno del poder que, en algún momento, cambiaría su vida y el futuro de esta isla. 

Mi suposición era correcta: Wapol todavía no había consumido la Baku Baku no Mi. Y eso significaba una cosa. 

La fruta aún estaba en algún lugar de esta isla. 

Sentí una oleada de emoción recorrerme. Si lograba encontrar esa fruta antes que Wapol, las Kuja podrían obtener un poder que cambiaría el curso de nuestra historia. Podríamos usarlo para fortificar nuestra isla, o incluso aprovechar sus habilidades de maneras que ni siquiera el propio Wapol entendería. 

Mientras Wapol seguía inmerso en sus delirios de grandeza, me retiré sin ser vista. Sabía lo que tenía que hacer: encontrar la Fruta del Diablo antes de que él lo hiciera. Pero no sería sencillo. Tenía que investigar más sobre en qué parte de la isla podría estar escondida la Baku Baku no Mi y tomarla antes de que el niño tuviera la oportunidad de consumirla. 

Una vez fuera del palacio, el aire helado me golpeó nuevamente, despejando mi mente y enfocando mis pensamientos. No sería fácil encontrar la fruta, pero era posible. Y necesitaba conseguirla. 

Me dirigí hacia el puerto, donde Hancock y las demás Kuja ya estarían esperándome. Aún no le hablaría a Hancock sobre la fruta; no hasta tener más información. Sin embargo, el destino ya estaba cambiando. Había una oportunidad de obtener algo mucho más valioso de esta isla de lo que habíamos imaginado. 

Con el viento gélido a mi espalda y una determinación renovada en el pecho, me dirigí al barco, lista para trazar el siguiente paso de mi plan. 

 

 


AUTORENGEDANKEN
Narber4lgamma Narber4lgamma

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