—Será mejor que te vayas ahora, Erika, antes de que haga algo que luego pueda lamentar —advirtió Jennie mientras trataba de salvarse del furor de Erika, quien se divertía haciendo lo que hacía—. No quiero hacerte daño.
Erika se rio a carcajadas como si acabara de escuchar el chiste más gracioso de la historia. Miró los brazos de Jennie en los que había clavado sus uñas dejando algunos arañazos.
Erika revisó su brazo y no vio ninguna cicatriz. Ella había sido la que estaba haciendo daño a Jennie como había planeado y la última lo hacía parecer como si estuviera ganando desde que comenzó la lucha.
—Adelante, intenta —desafió Erika mientras una sonrisa seguía descansando en sus labios.
Se sentía tan viva al tener que luchar contra alguien y iba a aprovecharlo al máximo.