—Así que ella es tu esposa entonces —concluyó Edward, tomando otro sorbo de su jugo de naranja antes de recostarse en la silla—, ¿Y esos dos niños son tus hijos? —preguntó, notando cómo Víbora apretaba fuertemente su mandíbula, pero no le importaba ya que necesitaba algunas respuestas a sus preguntas—. ¿Es ella también una criminal como tú? —indagó, queriendo obtener algunas respuestas de Víbora, pero los labios de este último estaban cerrados, obviamente por la ira, que Edward no sabía de dónde provenía.
—Ya has preguntado suficiente —dijo Víbora después de unos momentos. Su voz era tan baja y profunda que era obvio que estaba tratando de controlarse, pero a Edward le encantaba su reacción mientras una sonrisa se curvaba en sus labios.
—Solo responde y serás libre —Edward hizo una pausa, arrugando la nariz por un segundo antes de continuar—, No que serás completamente libre aunque sí podrías ahorrarnos tiempo y empezar a soltar algunas palabras ahora. ¿Hmm? —agregó.