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Antes de la llegada de Oriana, Arlan había estado reflexionando sobre su conversación anterior con ella acerca de la noche. Sus palabras habían sonado más como un arreglo formal que como una expresión de algo verdaderamente especial entre ellos.
En ese momento, la incertidumbre lo había invadido, y había hablado de una manera que difería del enfoque paciente que había planeado durante mucho tiempo. Sus palabras habían sonado casi como una orden que ella no podía rechazar, destinada a su propio beneficio.
Ahora, sin embargo, mientras la observaba, entendía que no era necesaria ninguna directiva de ese tipo. Ella habría aceptado su invitación independientemente de cómo él la presentara.
Arlan resolvió enmendarlo asegurándose de que esta noche fuera la más inolvidable de su vida. Tomó su mano con un toque suave, bajando la mirada hacia la delicada mano que sostenía. Su pulgar acariciaba suavemente el dorso de su palma, un gesto tierno que decía mucho.