Su Ping miró sus seductores labios por un rato, deseando repentinamente poder ser su dedo.
—Deja de jugar. Debe ser entregado al rey —dijo el otro ángel caído con tono regañón. Luego le lanzó una mirada insinuante a Su Ping antes de lanzar una cadena de energía negra para atarlo.
—¿Así es como te gusta?
Su Ping estaba restringido por la cadena; no podía liberarse. Intentó por un momento pero luego se dio por vencido.
—Sígueme.
Los dos ángeles caídos se dieron la vuelta y volaron hacia el palacio.
El pájaro negro, con respeto, redujo su tamaño a solo varios metros de altura y los siguió.
Dentro del palacio
El lugar era lúgubre y espacioso, con huesos de todo tipo de criaturas alrededor de las columnas. Algunos restos mostraban marcas obvias de garras y dientes.
También había montones de pelaje pegajoso y charcos de carne podrida y maloliente.