Hong viene conmigo a visitar a mis embarazadas. Tras examinarlas, les ata las manos a traición contra la cabecera de la cama. No muy fuerte. En lugar de quejarse, me miran excitadas.
No es la primera vez que me han visto dividirme en dos. Ni que las he follado a las dos a la vez. Pero tengo que admitir que el escenario frente a mí es excitante.
Las dos acostadas bocarriba. Sus manos hacia arriba, atadas. Sus pezones oscurecidos tiemblan junto al resto de sus pechos. Sus rostros desencajados de placer. Sus bocas gimiendo sin parar. Sus abultadas barrigas les hace tener una excitante sensación de tabú.
Lo cierto es que las mujeres embarazadas no suelen tener sexo. Al menos, en esta ciudad. Aunque Hong nos ha contado alguna vez que es cierto a medias. Más de una tiene aventuras extramatrimoniales mientras están embarazadas. Frustradas porque no les hacen caso. Y protegidas de sospechas porque sus maridos no lo creen posible en su estado.
Lo más curioso es que, aunque algunas parejas siguen teniendo sexo, lo hacen a escondidas. Aunque no prohibido, es una especie de tabú. Que Hong considera ridículo. Siendo su experiencia en embarazos bastante extensa, me la creo. Además, no noto en mis embarazadas ningún problema, por mucho que se corran.
–Ya sale leche– aprecio, sugerente.
De uno de los pezones de Guo Xua gotea un líquido blanco. Tras apretarlo con mis dedos. Con qi. Mientras mi miembro entra y sale de ella. Disfrutando de su lubricada vagina.
–Tonto– se queja ella– ¡Aaaah! ¡Espera! ¡No…! ¡¡MMMMmmmm!!
Quiere protestar cuando me inclino sobre ella. Pongo mis labios sobre uno de sus pezones. Succiono. Bebo un poco de su leche.
–Deliciosa– aseguro.
La miro mientras lo digo. Parece un poco avergonzada. Le da un aspecto más adorable. Ya sensual en sí mismo. Con la ayuda de su pelo morado extendido sobre la cama. O pegado a sus mejillas por el sudor.
–Tonto…– repite, a lo que yo acelero –¡¡¡Aaaahhh!!! ¡¡¡AAAAAAaaahhh!!! ¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAaaahhhHH!!!!
Su cuerpo se arquea varias veces seguidas. Temblando de placer. Mientras mi semen llena su vagina. Ella no es la única que siente placer.
Mientras mi otro yo se folla a Guo Xua, Lin Tao infla un poco sus mejillas. Me da ganas de reír. Sobre todo, al oírla.
–Yo también tendré leche. Aún más deliciosa. Solo espera– murmura.
No puedo evitar besarla. Su barriga apretándose contra mí. Ella responde con pasión.
Me incorporo. Cojo sus piernas dobladas hacia arriba. Empujo con fuerza. Y bastante qi.
–¡AAAAAAAaaahhhhHH!
Salgo despacio. Mirándola. Mientras sus pechos dejan de vibrar. Cada vez están más llenos. Igual que su barriga. Le da un atractivo diferente.
Vuelve a empujar hasta el fondo. Vuelve a gemir. Vuelvo a salir. Repito una y otra vez. Cada vez más rápido. Su boca cada vez más abierta. Su respiración acelerada. Su cuerpo arqueándose. A punto del orgasmo. Cada vez más cerca.
Se acaba corriendo casi al mismo tiempo que Guo Xua, que está a su lado. Yo la lleno apremiado por su vagina. Que tiembla y se aprieta alrededor de mi miembro. Aunque no por ello dejo de penetrarla unas cuantas veces más. Disfrutando de la sensación. De ella.
Me las quedo mirando un rato. Las beso. Las acaricio. Hasta que me levanto y uno mis dos mitades. Miro a Hong. Que tiene su mano frotando su entrepierna.
No se avergüenza cuando la miro. Más bien, me devuelve la mirada excitada. Ansiosa. Apremiante. Mojando sus labios con la lengua.
La empujo contra la pared. Una mano tras su cabeza. La beso. La otra mano baja sus bragas. Subo su falda. Las suyas se afanan entre mi pelo y mi espalda.
Ella misma abre las piernas. Salta y las enrosca tras de mí. Se apoya en ellas para mantener la posición. En sus brazos que ahora están alrededor de mi cuello. En su espalda contra la pared.
Penetro su vagina expuesta y húmeda. Ella gime. Dándome la bienvenida. Me vuelve a besar.
Mi cabeza baja a sus pechos. Aunque antes, con los dientes, aparto los tirantes que sostenían su vestido.
Ambos suculentos montículos quedan expuestos. Quizás no sean enormes, pero son deliciosos. Me encanta el sabor de su leche. Me encanta su pasión.
Follamos con intensidad. Sin freno. Sin pausas. Nuestros cuerpos restregándose. Su vagina recibiendo con placer mi pene. Sus labios saboreando los míos. Nuestras lenguas enfrentadas en una batalla interminable. Una sin duda deliciosa batalla.
Noto como su abrazo se hace más fuerte cada vez que se corre. Como sus ojos me miran después, pidiéndome más. Como ella misma se mueve si paro por un momento. No me da tiempo a provocarla.
Finalmente, su abrazo se suaviza. Agotada tras cinco orgasmos. Me da un suave e intenso beso. La cojo en brazos y la llevo a un hueco libre en la cama. Otros cuatro ojos me están mirando con hambre.
–Eso ha sido intenso– aprecia Lin Tao, con algo de envidia en su voz.
–Bastante– está de acuerdo Guo Xua.
Lo que no dicen con palabras, lo dicen con la mirada. Con sus labios mordidos por sus dientes. Con sus cuerpos desnudos tentándome en una postura sensual.
Así que las dos acaban de pie. De espaldas a mí. Inclinadas hacia delante. Sus antebrazos apoyados sobre la cama. Sus piernas medio abiertas. Sus culos hacia mí. Sus barrigas libres.
A Lin Tao la penetro analmente. Sin compasión. Bueno, tampoco es que la quiera. Sus gemidos son muy apasionados.
A Guo Xua vuelvo a penetrarle su vagina. Igual de apasionada.
–Sois realmente pervertidas. Os merecéis una lección. ¡Plas!– cada uno de mis yos las azota en sus nalgas.
Claro que los azotes son extremadamente suaves. Ni punto de comparación a los que recibe Fen Huan. No les gusta el dolor.
–¡Ah! ¡Soy mala! ¡Castígame! ¡Aaaaah! ¡Así! ¡Mi culo! ¡¡Aaaaahh!!– gime Lin Tao.
–¡Aaaah! ¡Pervertido! ¡Soy inocente! ¡AAaaaahhh!– intenta defenderse Guo Xua.
–Unas pervertidas envidiosas. Os está bien merecido– las critica Hong en tono de broma. Descansando. Riendo.
Está acostumbrada a tener sexo junto a las demás. Y mis dos mamás le han caído bien.
Acaban ambas sobre la cama, de lado, llenas de nuevo. Y yo entre ellas. Nos quedamos un rato hablando. Junto a Hong.
Al parecer, a algunas no les ha gustado que tengan su propia comadrona. Sobre todo, las que estaban presionándola. Haciéndole difícil que consiguieran una. Queriendo forzar a Guo Xuo a que se lo pidiera a ellas. A que estuviera en deuda.
–Les está bien. A ver si se mueren de rabia– se burla Guo Xua.
–Malditas brujas. ¿Cómo se atreven a jugar con nuestros hijos de Kong?– se enfurruña Lin Tao.
–Si van más allá, decírmelo. No os atreváis a ocultármelo– las amenazo.
Ellas me miran y sonríen. Me besan en la mejilla dulcemente.
–Lo peor de todo es que no lo hace queriendo…– murmura Hong. No sé qué quiere decir.
Se acaban acomodando sobre mí. Cada vez hablando menos. Hasta que se duermen.
Con ayuda de Hong, las movemos un poco y las tapamos. Hong es realmente delicada. Sin duda, tiene práctica. No puedo evitar besarla.
–No hagas eso, o no podré controlarme– me amenaza con una sonrisa.
Me dan ganas de comprobarlo. Pero hemos prometido ir al evento. Aunque le doy otro beso más. A pesar de sus quejas, es muy colaborativa.
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Hay bastantes más puestos y mercancías que hace dos días. Aunque lejos de estar lleno. Además, se pueden encontrar de más calidad. Muchos estudiantes de más nivel han acabado sus combates.
No sé muy bien de dónde sacan todo. En parte de la secta. En parte de lo que hayan conseguido en sus viajes. Quizás, de sus familias. Aunque puede que algunos artículos tengan un origen más oscuro. Nadie se para a preguntar.
También hay más compradores. Tanto estudiantes de la secta como otros. Quizás familias que han ido a ver los combates. Quizás de la ciudad. Quizás gente de fuera que han venido precisamente por esto.
Los precios son algo más bajos que en el mercado que se celebra mensualmente. Quizás por ello, puedo reconocer a algunos de esos mercaderes entre los compradores. Sin duda, buscan gangas que revender.
Hemos comprado algunas armas baratas pero estropeadas. Puede que sea muy caro arreglar sus filos. O puede que no aguanten un combate serio. Pero son adecuadas para entrenar. El qi circula por ellas normalmente. En caso contrario, no las compraríamos.
Es cierto que tenemos otras de menor nivel. Pero las necesitarán de mayor cuando la densidad de su qi suba. Así que aprovechamos las gangas que podemos. Por ahora, no he encontrado ninguna completamente aprovechable a un precio razonable. No sé si las chicas habrán tenido más suerte. Aunque, si las había, es probable que las hayan comprado los mercaderes.
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Después de una apasionada mañana, vuelvo a ir a hacer copias. Luego iremos a animar a Fen Huan y Ye Bi.
Entre copia y copia, he estado echando una ojeada a Bai Wan, nuestra alquimista. Las gemelas están un poco preocupadas por su prima. Es evidente que tienen razón.
Se la ve nerviosa, incluso frenética. Ha cometido un error con una píldora. No es que sea excepcional. Pero en lugar de relajarse, se ha puesto a preparar la siguiente a toda prisa. Y eso que no podrá empezar hasta que recupere todo el qi. Por suerte, ya he acabado y he vuelto a la cabaña. Así que puedo traerla.
–¡Ah! ¿Qué ha pasado con las hierbas? ¡Kong! ¿Qué haces? ¡Devuélveme! ¡Tengo trabajo!– exige entre sorprendida y nerviosa.
La cojo por la espalda y la siento sobre mí. Ha bajado un poco de peso, aunque sigue siendo bastante voluminosa. Y blandita. Me encanta estrujarla.
–Ni hablar. Tengo ganas de abrazarte– me niego.
–Pero… Las hierbas… Las píldoras…– protesta un tanto indecisa.
–¿Por qué estás tan ansiosa? No se van a escapar.
–No… Pero… Habéis comprado tantas recetas para mí, los calderos, las hierbas… No os puedo decepcionar…– responde reluctante.
Así que es eso. No es la primera vez que pasa algo similar. La abrazo un poco más fuerte. Beso su mejilla con cariño.
Bai Wen es muy trabajadora. Incluso llega a obsesionarse. Pero también es un tanto insegura. Por lo que tengo entendido, todos los niños de su familia se burlaban de ella. Con pocas excepciones, las gemelas entre ellas.
En la secta, también ha sufrido muchas burlas por su aspecto. Y, según Yi, en algunos casos era porque tenían envidia de su talento. Aunque no sé si realmente tiene talento o se debe a su esfuerzo. Quizás ambos. Ni idea. Soy incapaz de juzgar si tiene o no. Aunque sí admiro su dedicación.
–No esperamos que tengas cientos de píldoras echas para mañana. Las hemos comprado por ti. Porque sabemos que tienes interés. Porque sabemos que quieres ser una gran alquimista. Y que algún día lo serás. También sabemos que necesitarás tiempo, mucho tiempo. Y que fallarás muchas, muchas veces. Así que, no tengas prisa. Solo hazlo lo mejor que puedas. Todos te apoyamos y te queremos. Nos preocuparemos mucho si no te lo tomas con calma– le aseguro.
No estoy seguro si me he explicado bien. Espero que al menos se tranquilice un poco.
–Vale. Lo entiendo. Han sido mis primas, ¿verdad?– las acusa –. Puedes soltarme.
–Se preocupan mucho por ti.
–Lo sé– asegura con timidez.
–Y no pienso soltarte– me vuelvo a negar.
–¿¡Por qué!? ¡Ya lo he entendido!– se queja.
–Ya te lo he dicho. Tenía ganas de hacerlo. Eres muy blandita y suave– aseguro, besando su cuello.
–Tonto… Haz lo que quieras– se resigna.
–Je, je. ¡Esa era mi intención!
No dice nada más. Pero no se resiste. Se deja abrazar y besar. No se queja cuando apoyo mi cabeza sobre su hombro. ¿Está un poco roja? ¡Si ni siquiera he hecho nada obsceno!
Estamos así un buen rato. Sin hablar. Quietos. Compartiendo el silencio. La calidez del contacto de nuestros cuerpos. Resulta muy íntimo. Me quedaría más, pero tengo que irme. Me besa tímidamente en los labios cuando nos despedimos. ¡Ni siquiera usa lengua!
Me la quedo mirando cuando la devuelvo. Curiosamente, no se pone a trabajar inmediatamente. Se queda sentada con la mirada perdida. Y con una preciosa sonrisa en los labios. Cuando quiere, es realmente adorable. Normalmente, es una sensual pervertida.
De hecho, tarda bastante en volver con las hierbas. Y parece un tanto distraída. Le cuesta volver a concentrarse de verdad.
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ICH HAB ES