—¿En serio? —pregunté, incapaz de ocultar la sorpresa en mi tono.
—Sí —confirmó Lucas—. Pensé que ustedes dos se conocían. Me sorprende que ella no haya hablado contigo.
—¿No te parece que su voz te suena familiar?
Él frunció el ceño. —Ahora que lo mencionas, sí, reconozco que su voz me resulta familiar. Pero no recuerdo dónde la he escuchado antes.
—A mí también —murmuré para mis adentros, de acuerdo con él.
—Mira Bella, no sé qué te está incomodando durante la comida, pero puedo escucharte —dijo suavemente.
Negué con la cabeza y encontré su mirada con ojos suplicantes. —Por favor... no quiero hablar de eso por ahora... solo quiero llegar a casa.
Lucas me miró, listo para discutir. Pero, como si hubiera cambiado de opinión en el último minuto, suspiró. —Está bien, los llevaré a casa —susurró y me dio un suave beso en la sien.
Suspirando, apoyé mi cabeza en el asiento de cuero. No veía la hora de llegar a casa y descansar.