—Lucas Alexander miró el cuerpo frágil que yacía en la cama con derrota y desesperanza en sus ojos avellana-verdes. Han pasado seis horas, pero ella aún no ha despertado. Desde que la llevó al hospital, nunca se alejó de su lado, esperando ser el primero en presenciar que ella abra los ojos.
Tragó el nudo en su garganta con dificultad.
Estresado y sintiendo que perdería la maldita cabeza, comenzó a caminar de un lado a otro como si eso resolviera todos sus problemas.
No debería haberla dejado sola en la piscina —pensó, queriendo golpearse a sí mismo hasta hacerse pulpa por lo que le sucedió—. Max, su mejor amigo, le dijo que no fue su culpa, pero él sabía que lo fue completamente. La dejó sola, de alguna manera se aburrió de esperar y decidió dar un paseo. Fue entonces cuando resbaló en el borde y cayó a la piscina donde se ahogó.
Si tan solo no la hubiera dejado... Si tan solo no se hubiera tomado su tiempo en el teléfono... Si tan solo...