Iris sintió que su cuerpo era presionado desde todos los lados y el aire fue expulsado de sus pulmones. Era una sensación muy incómoda que la obligó a cerrar los ojos y apretar los dientes para poder resistirla.
Afortunadamente, no duró mucho tiempo y cuando abrió los ojos, estaba justo al lado de Caña, o el licántropo. La bestia gruñó en voz baja, pero no podía moverse debido al miasma venenoso, la grieta estaba justo a su lado y él respiraba en ella, ya que no podía esquivarla.
Sin embargo, cuando la bestia vio a Iris, trató de moverse y empujarla, animándola a alejarse y evitar el miasma. Iris podía ver la mirada aterrorizada en sus ojos rojos.
—Está bien, estaré bien —dijo Iris—. Levanté mi mano y dejé que el miasma se impregnase en ella y, en poco tiempo, estaba purificado. Ella había visto esto antes y de alguna manera sabía que su poder divino podía manejarlo.
Justamente cuando tocó la piedra mágica negra que Haco le dio como práctica para controlar su poder.