"¿Estás bien?" preguntó Caña, preocupación en su voz al ver cómo Iris cojeaba, sus muslos estaban entumecidos porque los usó como almohada cuando durmió dos horas seguidas. No despertó en absoluto durante ese tiempo e Iris no movió su cuerpo, asustada de que eso despertaría a él.
En la primera media hora, a Iris le alegraba ver su rostro dormido, pero después de una hora, comenzó a sentirse incómoda y cuando pasaron las dos horas, se sintió entumecida.
Y ahora Iris estaba sentada en la cama, mientras Caña le masajeaba los muslos.
—La próxima vez no hagas esto—dijo con voz severa—, recordándole que no quería que esto volviera a suceder. Iris no le respondió, no quería hacer una promesa que no cumpliría.
Por supuesto, la próxima vez lo haría de nuevo si con eso podía garantizarle algún descanso.
Notando el pequeño acto de rebeldía de Iris, Caña le pellizcó el lóbulo de la oreja. —No lo hagas de nuevo—dijo ahora con más firmeza—, aún así Iris no le respondió.