—Mi señor, finalmente me honra con su presencia —dijo educadamente Cyan—. Se arrodilló frente a un joven, de alrededor de veinte años, cuyo rostro era extremadamente similar al de Alan. Era él, literalmente, en una versión más joven. La gente no notaría la diferencia entre los dos si no prestaban mucha atención.
Recientemente, Decrático había salido de la habitación que lo había mantenido confinado durante meses, pero nadie notó que era una persona diferente a su rey debido a lo similares que eran.
—Levántate, Cyan —dijo Decrático—, miró alrededor de la habitación, donde Cyan permanecía, desde que regresó de la Manada del Lobo Aullante con Zeke y perdió su habilidad para ver a causa del licántropo.
—Gracias, mi señor —dijo Cyan nerviosa—. No podía ver al señor al que había adorado durante tanto tiempo. La creencia que su padre le dictó a ella y a su hermano.