Caña le daba la espalda a Iris, así que ella no supo de qué estaba hablando hasta que Redmond se molestó, pero quedó sin palabras al leer la declaración del guerrero.
—¡Ella no puede hacer nada y sólo nos retrasará! Será problemático si se enferma! ¿¡Te has olvidado de lo débil que es!?
A Iris se le puso una mueca. Sabía muy bien que podía enfermarse fácilmente y agradecía cuando Redmond la defendió, pero decirlo descaradamente frente a ella, especialmente cuando él hablaba como si ella no estuviera allí, la dejó sin poder decidir si agradecerle o molestarse.
—¡Si tienes suerte, sólo podrás llevar a cuatro personas contigo! ¡Ella sólo será un desperdicio de espacio!
Iris frunció aún más el ceño. Esto... sus palabras... se sintió tan enojada leyendo eso.
—No te corresponde a ti decidir —respondió Caña con tranquilidad—. No se inmutó en absoluto al ver la animosidad en los ojos de Redmond, había pasado por el infierno para sentirse intimidado por un simple guerrero. —Lárgate.