Al instante, los tres —Sunny, Jet y Seishan— estaban en guardia. Jet preparó su glaive, mientras que Sunny agarraba más fuerte la empuñadura del Pecado del Consuelo. Seishan, mientras tanto, bajó ligeramente sus manos, como si se preparara para defenderse solo con sus puños.
La espada maldita susurró al oído de Sunny:
—Úsalos como escudo... da un paso atrás y deja que lo que venga se sacie primero con su carne... —Sunny luchó por ignorarla.
Antes, no se había atrevido a enviar sus sombras afuera para vigilar el desierto —con lo terribles que eran las criaturas que lo poblaban en la noche, muchas de ellas seguramente poseían medios para destruir cosas intangibles. Sunny no quería arriesgar que una de sus sombras fuera aniquilada.
Pero ahora, lamentaba esa decisión.
Con la expresión endurecida, chorros de arena cayeron desde arriba y luego, alguien saltó suavemente sobre las placas de piedra del suelo de la cámara.
Sunny sintió un inmenso alivio. Era un humano...