En el centro de detención, Alejandro miró fijamente a Jenifer y Joshua. Finalmente vio lo despiadados que eran con él. Pensar que terminaría en esta situación al final. Todo su cuerpo estaba en un dolor insoportable, y parecía haber perdido la conciencia.
—¡No lo firmaré! —dijo ferozmente.
—Alejandro, ¿ya no quieres vivir, verdad? —El disfraz de Jenifer había desaparecido, y su tono era amenazante.
—¡O no seré condenado a muerte, o esperarán a que muera y la herencia sea distribuida equitativamente! —Alejandro alzó la voz—. Probablemente estaba furioso.
Aunque no había logrado nada en su vida, ¡nunca pensó que viviría una vida tan miserable! ¡Había estado criando a la hija de otro, la mujer que había pensado que gustaba de él solo codiciaba su dinero, el hijo que siempre había querido criar era en realidad un ingrato, y ahora, estaba a punto de ser condenado a muerte!
—Jajajaja... —Alejandro de repente se rió como un loco—. ¡Esa era la vida que él pensaba que era buena!