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A medida que la realidad de la situación se asentaba, el cuerpo de Britney empezó a apagarse. El dolor se extendió por todo su cuerpo, haciéndola sentir entumecida y pesada.
—Ah. Un grito escapó de sus labios, la pistola se le resbaló de sus manos. Su mano instintivamente alcanzó el lugar donde la bala la había alcanzado. Su mano temblaba al ver la roja sangre resplandeciente en sus dedos. Exhaló profundamente, su postura cayendo.
Maria dejó caer el arma y apresuradamente empujó la silla de ruedas hacia Britney.
—Lo siento, —sollozó.
—Eres tú, mamá, —las amargas palabras de Britney cortaron el aire—. Nunca me amaste.
—No, no, —suplicó Maria, sus manos temblando mientras intentaba detener el sangrado—. Te amo. Pero no podía verte lastimar a tu hermana y a tu padre. Lo siento mucho.