El funeral de Raquel se llevó a cabo dos días después de su muerte.
Abigail aún estaba luchando por sobrellevar la pérdida de su madre. Intentó mantenerse entera, pero al ver el ataúd, no pudo evitar derrumbarse. Su cuerpo temblaba de sollozos y apenas podía mantenerse de pie.
Cristóbal la sostuvo firmemente para evitar que se cayera.
Los ojos de Abigail estaban fijos en el ataúd y no podía dejar de llorar. El cuerpo sin vida de su madre dentro del ataúd era demasiado para ella. Sintió que no le quedaba nada por lo que vivir.
Mientras el cuerpo de Raquel era bajado al suelo, los gritos de Abigail se hacían más fuertes. Su propio dolor la sofocaba y no podía soportarlo más. Se desplomó en los brazos de Cristóbal, sintiéndose débil y mareada.