—Los ojos de Lucas se abrieron lentamente, el silencio de la habitación roto solo por el chirrido insistente de un pájaro afuera de su ventana. Se quedó ahí un momento, parpadeando desorientadamente, antes de que un sobresalto de conciencia indeseada lo atravesara. Amy. ¿Había respondido? —se preguntó.
Buscó a tientas su teléfono en la mesita de noche, la dura pantalla blanca momentáneamente cegadora en la habitación tenue. El modo avión se burlaba de él desde la esquina de la pantalla, un recordatorio flagrante de su breve decisión.
Sin detenerse en ello, lo desactivó, una tensa anticipación asentándose en su estómago mientras el teléfono volvía a la vida.
Fue a su bandeja de entrada y una ráfaga de decepción lo inundó cuando vio que no había ningún mensaje nuevo y que el último mensaje era su respuesta de la noche anterior.