Michael llegó a casa muy temprano esa noche. Salió de su oficina justo después del trabajo.
La familia disfrutó de la cena juntos.
Su vida juntos era sencilla y tranquila, e incluso estaba llena de calidez y felicidad.
Después de cenar, Michael llevó a todos al jardín para dar un paseo.
Leah estaba cansada y seguía pidiendo a Michael que la cargara.
Leah tenía a Michael en el dedo meñique. Podía hacer cualquier cosa que quisiera y, si no podía hacerlo, Michael la ayudaría a que sucediera.
Michael haría casi cualquier cosa por Leah siempre que ella lo pidiera.
Jake solía ser el que mimaba a Leah, pero ahora que Michael también la mimaba, Wendy pudo notar que Leah nunca había sido tan feliz como lo era ahora.
Después de regresar a casa de su paseo, Wendy ayudó a Leah a limpiarse y le preguntó con una sonrisa: —¿Leah, estás feliz?
—Sí —respondió Leah lindamente—. Su risa llegó directo al corazón de Wendy.