Su cuello y cuero cabelludo le dolían, lo que la hacía gimotear.
—Reuben, aquí está tu mujer. —Dijo y la arrojó de rodillas.
—¡Ahhh! —Jeslyn gritó cuando sus rodillas golpearon el suelo de baldosas sin reservas.
Reuben miró el dolor en su rostro. Ignorando su mejilla sangrante y su pie lastimado, la ayudó a ponerse de pie mientras apretaba los dientes.
—Durante veintidós años, la he estado acechando y viendo cómo crecía. Incluso cuando tomaba decisiones impulsivas y hacía cosas que me lastimaban, nunca le puse un dedo encima. Davis, ¿quién eres tú para lastimar a mi mujer? —sus ojos se volvieron mortales mientras los desviaba para mirar a Davis, atónito, quien estaba de pie a unos metros de distancia.
—Ella te lastimó y pensé– —
—¿Cuándo te dije que ella me lastimó? —tocó la sangre que bajaba por su mejilla. —En efecto, sus tacones de lápiz me arrancaron la piel, pero nunca me quejé de que me doliera, ¿verdad? —Lo fulminó con la mirada.