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34.73% El diario de un Tirano / Chapter 58: No todos buscamos la gloria

Kapitel 58: No todos buscamos la gloria

*Has ganado la batalla contra los invasores*

*Tu rendimiento en batalla ha sido: Excelente*

*Has ganado 200 puntos de prestigio*

*Has ganado una oportunidad gratuita en el sorteo de caja sorpresa*

*Diez de tus soldados han cumplido los requisitos para ascender*

Orion parpadeó por la sorpresa de las notificaciones, pero aquella sorpresa fue destruida cuando notó un pequeño hilo rojo ser disparado al cielo, no teniendo más remedio que recuperar su seriedad y retomar acciones.

∆∆∆

Entre pesadas exhalaciones observaba sus alrededores, el dolor en su hombro derecho era severo, pero lo que más la fastidiaba era que después de escuchar un ensordecedor grito proveniente de alguna parte, el miedo apareció en su corazón como un enemigo extraño, socavando su valentía en cada momento posible. Esquivó hacia la izquierda, evadiendo la silenciosa flecha que advertía con clavarse en su cabeza, ya conocía esa estrategia, la había vivido un par de veces en los últimos minutos de batalla y, aunque era consciente de dónde provenían aquellos proyectiles, entendía que no tenía forma de hacerlos detenerse, al menos no sin antes acabar con los enemigos restantes.

--¡No pierdan la formación! --Gritó, ligeramente desesperada.

Volteó de inmediato al escuchar el grito de un subalterno, notando la brutal embestida por parte del caballo que se acercaba y, al no poseer su montura, no tuvo más remedio que soplar hacia el frente, creando una estaca de hielo que sostuvo con su mano izquierda, para momentos después arrojarla al jinete. Inspiró con pesadez, su energía que le permitía hacer uso de sus habilidades congénitas estaba escaseando, estando a pasos de un posible desmayo.

El jinete con la estaca en su pecho sonrió al notar que el proyectil no había perforado por completo su armadura, continuando con el trayecto ya definido.

--¡Muere!

Kaly giró sobre el suelo, evadiendo con éxito el filo de la espada enemiga, se levantó sin demora con la espada en mano, vislumbrando con poca claridad los diez enemigos a caballo que aún continuaban con vida, quienes los cazaban como animales acorralados.

--Ustedes me orillaron a esto. --Se excusó con una determinante mirada.

Cerró sus ojos, calmando el temblor de su cuerpo con la ayuda de respiraciones tranquilas, para después inhalar todo el aire que sus pulmones podían soportar.

*Lo siento mucho. --Se dijo mentalmente.

Justo al comienzo de darle inicio al movimiento final de su habilidad, el sello en su corazón desapareció y, ella misma fue consciente de lo sucedido, por lo que la sorpresa era poco para describir lo que ahora estaba sintiendo. Volteó de inmediato a la izquierda, a la lejanía, donde las tropas de la general Génova debían estar.

--Me rindo --Dijo repentinamente y, como prueba de sus palabras levantó ambas manos, dejando libre a su espada, la cual lanzó un par de pasos al frente de ella--. ¡Todos, bajen sus armas ahora mismo, nuestra general ha muerto, no es necesario que nosotros también lo hagamos! --Los soldados dudaron, después de todo, una orden así no podía provenir de un comandante con un superior en el campo de batalla-- ¡¿Nadie me escuchó?! ¡¡Ordené que se bajaran las armas!!

Los pocos integrantes de la caballería asintieron, aceptando la derrota que había estado en sus corazones desde hace ya mucho. Suspiraron al arrojar sus armas, con la incertidumbre de sí sus enemigos estaban dispuestos a perdonarles sus vidas.

--Esto es lo último que hago por su maldita casa --Musitó con un orgullo dañado, en simultáneo que activaba el hechizo que su brazalete guardaba. Una luz rojiza con forma de hilo salió disparada del objeto decorativo de su muñeca, a una velocidad tan rápida que muy pocos lograron apreciarla--. Ya no les debo nada. --Dijo al observar el cielo con una lágrima cristalina resbalando por su mejilla.

Cerró sus ojos lentamente, era consciente del proyectil que se acercaba a ella, no estando segura si se dirigía para matarla, o solo para herirla, sin embargo, ya había tomado la decisión de rendirse y, estaba dispuesta a morir con el honor que se merecía. La flecha rozó su mejilla derecha, dejando una cosmética línea de sangre, fina y pequeña. Pero solo había sido una advertencia, una que indicaba claramente que todavía había alguien vigilando y, que si sus actos eran hostiles, la siguiente flecha no sería tan misericordiosa.

--¿Qué hacemos? --Preguntó uno de los integrantes del ejército de Orion.

--No sé --Dijo el otro soldado--, nuestro comandante murió, será mejor esperar por la orden de un superior.

--Llevémoslos a la fortaleza. --Dijo uno con la duda dibujada en su rostro.

--¡Estás loco! Y si es una trampa, esa maldita mató a la mayoría de los nuestros, yo opino que los matemos aquí y ahora.

--Esa decisión no te corresponde a ti, ni a nadie de los presentes, solo el señor Orion puede elegir si los perdona, o no. --Dijo una de las dos mujeres que sobrevivieron, con el entrecejo endurecido y, algunas gotas de sangre resbalando por su cuello.

--Mira --Señaló un soldado a las sombras de la lejanía--. Nuestras tropas vuelven a la fortaleza con nuestros enemigos ¿Habremos ganamos?

--Por supuesto que ganamos idiota, tenemos al gran Ter'aemon como nuestro señor, nadie puede vencernos.

--Entonces ¿Qué hacemos?

--Señora. --Dijo inmediatamente uno de los pocos que lograron percibir la silueta de Mujina al acercarse, cambiando su postura a una más propia y formal.

De inmediato todos guardaron silencio, esperando por las palabras de la guardiana de su señor.

--¿Sobrevivió el comandante enemigo? --Preguntó sin mucha cortesía.

--Sí, señora, lo hizo --Respondió la otra mujer sobreviviente--. Es ella. --La señaló.

Mujina asintió, volviendo su mirada hacia la comandante Kaly, quién instintivamente retrocedió al notar la salvaje mirada de la negra mujer.

--Todos, escolten a los soldados enemigos a la fortaleza --Ordenó--. Tú vienes conmigo.


Kapitel 59: No todos buscamos la gloria (2)

Kaly traveseaba con sus dedos, bajando y subiendo la mirada con nerviosismo, mientras vislumbraba la oscuridad de sus alrededores. La intensa sed de sangre proveniente de la mujer que la trajo a la habitación no dejaba de incomodarla, al mismo tiempo que se sentía impaciente por conocer el destino que le aguardaba.

--Hola. --Dijo un hombre, apareciendo a su lado y tomando asiento en la silla frente a ella.

Kaly levantó la mirada, observando al joven hombre con tranquilidad, no sabía la identidad del individuo y, en realidad no le era de importancia, solo quería terminar con toda esta asfixiante situación, fuera cual fuera el precio.

--He escuchado que mataste a muchos de mis hombres. --Dijo sin cambiar su mirada

--¿Tú eres?... --Sus ojos se abrieron repentinamente por la promesa.

--Sí, yo soy el señor de Tanyer.

Kaly tragó saliva, no podía creer que un hombre tan joven gobernara Tanyer, pero lo que más le sorprendía era el poder bélico que poseía entre sus manos, logrando lo que muchos nobles del reino han querido por décadas, derrotar el segundo batallón más fuerte de la casa Lettman.

--Pido disculpas por mi comportamiento --Dijo inmediatamente y, aunque quiso ponerse de rodillas, la soga que amarraba sus piernas y manos le impedían maniobrar con libertad--, sé que mis recientes actos no lo demuestran, pero sería un gran honor servir bajo su bandera.

*Alguien desea jurarte lealtad*

*Aceptas: SI/NO*

Orion sonrió, ligeramente sorprendido por el cambio repentino de las circunstancias.

--¿Qué opinas, Mujina? ¿La mujer que mató a mis hombres quiere servirme? --Deslizó su mirada hacia su subordinada-- ¿Crees que sea digna?

--Nadie es digno de servirle, Trela D'icaya --Respondió con devoción--, pero la mujer ha mostrado carácter y, sería un desperdicio oxidar la hoja de su espada con su sangre --Se acercó en un instante al rostro de Kaly por su flanco derecho, soplándole con ferocidad el aire que exhalaba su nariz y boca--. ¿Estás dispuesta a morir por Trela D'icaya? --Kaly asintió muchas veces con ligero nerviosismo, ignorando por completo quién era ese trella malaya del que la mujer hablaba y, fue bueno que su duda la guardó en el interior de su mente, pues Orion no sabía si habría logrado salvarla de las manos de Mujina después de insultarlo de tal manera-- ¿Convertirte en su espada y escudo? ¿Y ser el cuerpo que Trela D'icaya necesite para desahogarse?

La determinación en su rostro fue destruida de inmediato al escuchar la última pregunta, dejando a la vista una expresión estoica, privada de cualquier emoción, pero su fortaleza mental se derrumbó, haciéndose añicos y, mostrando una cara que no quería que nadie observase. Los repentinos y oscuros recuerdos de su vida en las manos de la general Génova le destrozaron su firme compostura, sintiendo un fuerte odio y repulsión por aquella mujer que prometió salvarla de su infernal destino y, que claramente le mintió para llevarla a un destino mil veces peor, donde hasta los esclavos sexuales podrían sentirse asqueados por las peticiones de la general.

Mujina frunció el ceño, elevando la ferocidad en sus ojos, los cuales advertían con cometer una acción irreparable, pero el gesto de su señor la hizo calmarse, retirándose unos pasos atrás para retomar su centrada compostura.

--Haga con mi cuerpo lo que desee --El tono de su voz se fue quebrando poco a poco, mostrando la ínfima fortaleza que aún conservaba--, pero solo después de muerta, se lo pido al honor de su persona. Máteme si es lo que desea, no me importa, pero por favor, no me obligue a esa vida --Comenzó a llorar repleta de un intenso dolor--, por favor no lo haga.

Orion respiró profundo, esa mirada la había visto hace mucho y, era esa misma mirada que había provocado todos los cambios en Tanyer, por lo que no podía permitir que la mujer enfrente suyo continuara sufriendo de tal manera.

--Nunca usaré tu cuerpo de ninguna forma que te obligue a odiarte a ti misma, lo prometo. --Dijo y, en el mismo instante se puso de pie, saliendo de la poco iluminada habitación y, dejando ahí a la comandante Kaly, quién no había podido detener sus lágrimas.

--Trela D'icaya...

--No fue tu intención, lo sé. Es una frase que me has repetido muchas veces. --Le miró con frialdad al pasar junto a ella, advirtiéndole que ya estaba un poco harto con sus excusas, acto que provocó que Mujina asintiera avergonzada.

Al salir por completo de la habitación le tocó "SI" en la opción de la subordinación de la ex comandante Kaly, al tiempo que le entregaba aquella extraña bendición de las que sus tropas gozaban.

*Kaly se ha convertido en tu subordinado*

*Requisitos cumplidos*

*Tu vahir ha subido de rango*

*Se incrementa un 5% en la velocidad de cultivos, creación de prendas, creación de herramientas y armas ofensivas y defensivas, tala de árboles y construcción en cualquiera de tus territorios*

*Se han desbloqueado cinco nuevas construcciones: Herrería mágica, Laboratorio alquímico, Cuartel militar, Introducción al conocimiento y, Campo de entrenamiento*

*Has ganado 1 punto de avance*

Parecía que las notificaciones siempre llegaban en los momentos menos esperados, causando siempre lo mismo en su persona, una satisfacción que solo esos ruidos podían lograr. Sus comisuras se levantaron levemente, volviendo a sus andadas pero sin alterar su trayecto.

∆∆∆

El silencio era ensordecedor y, aunque muchos querían escapar de la tensa situación, nadie se atrevió a hacerlo, no con la mujer de mirada solemne observándolos.

--¿Y bien? --Su mirada barrió toda la sala, mientras jugaba con una daga ceremonial-- ¿Ya piensan hablar?

Los hombres y mujeres presentes jugaron a lanzarse miradas, dudosos e incitando al otro a hablar.

--Durca Sadia...

--Tú, cállate. He sido demasiado misericordiosa al permitirte seguir con vida. --Le apuntó con el extremo puntiagudo del arma, con una mirada que podría congelar al propio sol.

El anciano asintió, retrocediendo con la cabeza gacha, sin intención de querer levantarla.

--¿Han hecho un juramento de silencio a los Sagrados? --Preguntó sin una intención real de conocer la respuesta-- Porque no escucho sus explicaciones --Clavó la daga en el descansabrazos de madera--. ¡Díganme! ¿Quién es ese advenedizo que secuestro a mi hija y destruyó a mi ejército? ¡¿Respondan?!

La multitud continuó guardando silencio, sabían que sus palabras no podrían ayudarles ni brindar la respuesta que su señora esperaba, por lo que preferían enfadar a la responsable de la casa Lettman con su silencio, que perder la cabeza por hablar y ser malinterpretados.

--Hoy perdonaré sus vidas --Dijo al levantarse. Instantáneamente todos los presentes se derrumbaron para colocarse de rodillas con el rostro apuntando al suelo--, así que desde este momento deberán recordar que tienen una deuda de sangre conmigo y, si desean que mi bondad persista, hagan un plan exitoso que traiga a mi hija de vuelta --Les lanzó una última mirada--. Es el acto final de misericordia con todos ustedes y, sé que entienden cuáles serían mis acciones próximas. --Sin conjurar o decir una palabra, la daga ceremonial voló de vuelta a su mano.

Sadia Lettman salió de inmediato de la sala, acompañada por una alta mujer de armadura completa, cabello negro, labios delgados y una cicatriz debajo de su labio inferior; un anciano de aspecto miserable, pero de finas ropas y, un hombre alto de complexión atlética, con una gran rajada en su cuello.

--Tráeme a Itkar Horson --Chasqueó la lengua--, quiero comprobar que no guardó nada sobre ese supuesto único enemigo.


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