Alguien entró raudamente a la tienda. —¿¡Sieg, qué pasó!?—
—¡Eli, Eli!— Se me puso a llorar encima.
—Tranquilo, ¿Qué sucede?— Lo hice verme a la cara.
—¡Es Jake! ¡Él...! ¡Él me dió el divorcio y se fue del país!— Se sujetó a mi ropa. Intercambié miradas con Kenny incrédulos por lo dicho. —¡Y me echó! Me dijo que me fuera, porque vendió el departamento— No contuvo su llanto.
—¿¡Qué hizo qué!?—
—No te aleteres, Eli— Mi esposo me obligó a sentarme. —Puedes quedarte aquí por hoy, Sieg. ¿Gustas algo?— Le preguntó amablemente.
—¡Quiero un trago, bien salado!—
—No tenemos algo como eso, pero puedo ofrecerte un té relajante— Sieg se sentó y golpeó su frente contra la mesa.
—¡Ay, Sieg! ¿Estás bien?—
—¿Qué importa...? Uhh...— Lloró. Así que le di una servilleta para que se sonara. —Justo cuando las cosas empezaban a ir bien... Seguro fue porque comenzamos a pelear recientemente.—
—¿A pelear?—
—Yo quería ser una buena esposa, pero rompí su tazón favorito y se enojó— Lloriqueó.
—Dudo que eso haya sido la causa...— Murmuré.
—¿Qué haré?— Le di otra servilleta. —No quiero volver a una mansión vacía...—
—Encontraremos una solución para mañana— Kenny le sirvió un té.
—Gracias, Kenny— Lo bebió con cautela. —Lamento molestarlos, sobre todo por tí, Eli. ¿Cuántos meses tienes?—
—Son 7 meses— sonreí.
—¿Y qué va a hacer?—
—¡Vamos a tener gemelos!—
—¡Madre santa! ¡Tú si le diste en la cama!— Se asombró y nos ruborizamos.
—Ahora que terminaste de tomar el té, será mejor que duermas— Kenny abrió la habitación con dos camas que no ocupábamos, la amueblamos pensando en nuestros futuros hijos.
—Ten buenas noches— Nos despedimos. Y conversamos antes de irnos a la cama. —Pobre Sieg, entiendo que no quiera volver a la mansión, de por sí no pasa mucho tiempo ahí. Y sería malo que viviera en su negocio.— Me mordí las uñas y Kenny me tomó las manos.
—Dejemos que se quede un tiempo, además todavía necesitamos empleados, podemos hacer que nos ayude mientras está aquí. Así no tiene que sentirse mal por la estadía—
—¡Kenny, que inteligente eres!— Agradecí.
—¿Lo soy, eh?— Sonrió triunfante.
—Cuando Fred vuelva de su viaje de negocios le pediremos ayuda. Está bien que se quede con nosotros en estos dos meses. El problema sería cuando nazcan los bebés—
-En cierto, y son dos, doble ruido— Reímos.
—Le enviaré un mensaje a Fred— Me recargué sobre Kenny, y él besó mi frente. —Jsjsjs— Él me llamó a los segundos. —¿Sí?—
—¡No jodas! ¿Jake, lo dejó?— Gritó.
—¡Mi oído, idiota!—
—No puede ser... ¿Jake no se ha comunicado contigo? ¿No le pasó algo? ¡No hay otra explicación! ¿¡Cómo abandona a Sieg, así!?— Enfureció.
—Ya, tranquilo... De todos modos... Cuando vuelvas, ¿podrías cuidar de Sieg? Le prometí a Jake que lo haría yo, pero va a hacer imposible. ¡Muestro mi permiso de maternidad ante esta promesa!— Oí su risa del otro lado del teléfono.
—¿Estás seguro en dejarlo conmigo?—
—¡Me gustaría que se quedara! Pero, voy a tener gemelos— Oí un fuerte ruido. —¿Fred...?—
—Se me cayó el teléfono... ¡Vas a estar muy ocupado! En serio, noticias duplicadas...—
—¿Quieres saludarlos?— Lo puse en altavoz.
—¡Oh, por Dios! Soy yo, su magnífico tío Fred— Sentí algo tocar en mi pancita.
—¡Te escucharon!— Sonreí.
—¡Oh, sí, graben la voz de su tío en sus lindas cabecitas! Seguro saldrán lindos y fuertes e inteligentes como Elián—
—¿Qué hay de mí?— Interferió Kenny.
—A nadie le importas— Contestó.
—Ahaja...— Saqué el altavoz. —¿Cuándo vuelves?—
—Estoy en el auto ahora mismo—
—¡Genial! Apropósito, creo que te llamen tío no es tan preciso. Me gustaría que tú y Sieg fueran los padrinos— No hubo respuesta solo un golpe.
—¡Se me cayó el teléfono! ¿En serio?— Se escuchaba emocionado.
—Claro, se harán cargo de ellos dos veces al mes y podrán visitarlos cuando quieran— Dije.
—¡Sí quiero! De solo escuharlo me conmueve—
—¿Fred, estás llorando?—
—¡Claro que no! Es romadizo— Reí. —Bueno, debes estar atento cuando nazcan—
—Lo estaré, buenas noches. Necesitas descansar— Cortó la llamada.
En la mañana, le dimos un delantal a Sieg para que comenzara a trabajar. Tomó mi lugar en la cafetería. Lo estaba haciendo bastante bien.
—¡Mesero!—
—Voy— El delantal se le atoró en la silla, e iba a caerse con silla y todo cuando Fred lo atrapó.
—No me viste llegar ¿Eh?— Sieg sacó la punta atorada, hasta tropezar de la impresión. —¡Woh! ¿Te gustaría darte contra el piso?— Se rió y Sieg se enderezó muy avergonzado.
—Qué idiota eres— Insultó.
—Era una broma— Sonrió.
—Chicos... ¿Dejan de coquetear? Los clientes esperan, después si quieren les presto una cama, pero ahora no— Interrumpí. Sieg, pasó por el lado del pelinegro.
—Nunca lo había visto reaccionar así— Se sentó en la barra.
—¿Podemos hablar fuera?— Me acerqué a Kenny, para decirle que saldría.
—Tú barriga es enorme—
—No te burles de un Embarazado— Le di un golpecito. Nos sentamos en las bancas de la plaza.
—¿Qué hago? Aunque quiera tampoco estaré todo el día para Sieg— Dijo.
—Con que lo vigiles un poco está bien. Tan solo pon una cámara o algo— Él se colocó a pensar.
—¿Y si lo llevo a vivir conmigo?—
—¡Oh, no creí que accederias!—
—Es seguro y los cajones tienen seguros para infantes— Explicó.
—¡Ahaja! Cuídalo... Sabes sobre los diferentes síndromes y enfermedades que pueden desarrollar los omegas cuando los deja un alpha— Me preocupé.
—Pero, no se hicieron compañeros—
—Aún así, no sabemos cuánto conectaron— Hablé.
—Ahg...— Gruñó. —Haré lo que esté en mis manos— Sentí que mis bebés dieron pataditas
—¡Fred, siente!— Él se acercó a oír y tocar mi panza.
—Wha... Es tan extraodinario pensar que dos criaturas crecen ahí— Me reí.
—Volvamos adentro—. Me ayudó a levantarme y caminamos hasta la tienda.
Cerramos más temprano para arreglar la situación. —Sieg, ven conmigo— Dijo Fred.
—¿Qué...?— Se sorprendió.
—No podemos dejarte solo ahora. Iremos por tus cosas y te vendrás a vivir en mi departamento—
—¡Aguarda! ¿Ustedes creen que no puedo cuidarme solo? ¡Volveré a la mansión y...!— Tomé su brazo.
—Sieg, tú no tienes que mentirnos. Estamos muy preocupados por tí. Por favor, quiero que vayas con Fred. Él se ofreció. ¿Por qué no aceptas?— Convencí y se tranquilizó volviendo a sentarse.
—¿Estás bien con eso Fred...?— Sus mejillas se pusieron rojas. —Te daré mucho trabajo, ya que soy un omega sin compañero— Acarició su brazo.
—Sieg, quiero hacer lo que pueda por tí. Así que confía en mí. Podrás continuar con tus tareas habituales, y te proporcionaré lo que necesites. Sin embargo, también tengo condiciones. Tengo un hermanito pequeño que no pueden dejar solo, así que aveces vendrá a quedarse al departamento por unas horas. Quiero que estés de acuerdo con estas condiciones—
—No tengo problema, me gusta los niños.— Aceptó.
—Entonces, vámonos, no molestemos más a esta pareja de casados.— Los dos se despidieron de nosotros.
—Espero estén bien—
—Sí... Según la historia que me contaste ¿Está bien dejarlos solos?—
—¿No ves lo compatibles que son?— Me emocioné.
—Tú... Ya estás emparejando gente—
—¡Se me da bien, ahajaja!— Reí.
—Narra Sieg—
Fregaba los platos, a la vez que canturreaba una feliz canción. Entonces, la taza se me resbaló de la mano. —¡...!—
—¿Estás bien?— Jake entró a la cocina. —¿Qué fue lo que se rompió...?— Entonces, una ola furiosa me arrastró. —¿¡Qué hiciste!?—Se agachó recogiendo los pedacitos. —¿¡No puedes lavar bien los platos!? ¡Si ibas a romper esta taza, entonces no tenías que hacerlo! ¿¡Para qué tenemos una sirvienta!?— Me mostró sus colmillos, asustandome vilmente.
—L-lo siento— Él golpeó la encimera, causándome un sobresalto.
—¡Era de tu hermano! ¿¡Lo hiciste apropósito!?—
—N-no...— Mi lengua se estumeció ante su aterrorizante vibra. Y quebró toda la loza que acababa de limpiar. Me tapé los oídos, sintiendo los platos irse al suelo. Él me tomó por el brazo, apretándome sin piedad y me jaló hasta tirarme contra la cama del dormitorio. —¡P-perdóname, yo no quise hacerlo! ¡Lo juro!— Lloré. —Perdóname...—
—¡Tsk!— Chisteó, alejándose. Se sentó en la orilla de la cama y comenzó a fumar. Tosí en el momento que el asqueroso hedor entro por mis poros. Exhaló el humo y me besó. Probé el tóxico sabor de lo que se llevó a la boca. Me pareció repugnante olerlo y más aún cuando nuestras lenguas se mezclaron.
—Ahg...— Me limpié la boca. Se fue cuando su celular sonó. Dejándome solo en la habitación. Una cama muy grande para una persona. Era tan desolada y fría... Me abracé a mí mismo sollozando. Una tristeza corrosiva se llevó mis pensamientos a la nada. Daba igual si pensaba o no, no tenía por qué hacerlo, tampoco podía quejarme y preguntarme el cómo. Las cosas son así, sin contar cuanto llore, solo estaré formando un profundo mar en mi corazón. Pero, hay algo que sí me preguntaré... ¿Desde cuándo...? ¿Desde cuándo?
Retrocedí en el tiempo, viendo cada memoria. Recordando las dulces palabras de Jake. Cuando dos almas solitarias se juntan, se supone que podrán compartir su dolor, hasta convertirlo en una esperanza. Pero, la verdad es que se volverán aún más solitarias, terminarán lastimándose mutuamente, y aquel dolor se desbordará en una cascada que le de el fin a todo... Mi última lágrima cayó... Aquel día, Jake me dió su último beso.
—¡Regresaste, bienvenido de vuelta!— Lo saludé en la noche, después de que volvió de su trabajo. —Te ayudaré quitándote tu saco— Él esquivó mi mano. Y sombriamente respiró.
—Sieg, vamos a divorciarnos—. Un abrumador mareo, me obligó a caminar hasta chocar con la alacena. —Despidámonos, de todo lo que haya sucedido— Se quitó el anillo y lo vi caer lentamente.
El metal rebotó contra el suelo, y rodó, como una moneda. No supe hasta dónde, pero el penetrante sonido del anillo perforó mis sentidos.
—N-no... ¿Es por qué rompí tu taza? ¡Lo siento, yo... Le pediré a mi hermano que te regale otra!— Me aferré a su saco. Me observó con ojos fríos. Y comprendí que la amabilidad del chico que amé, se había desvanecido. ¿Cuándo...? ¿En qué momento...?
—Empaca tus cosas. Venderé este lugar—
—¡Espera!— Abracé su espalda. —¿Por qué? ¡Dime, por qué!— Grité entre lágrimas.
—¿Importa mucho la razón...? ¡Estoy cansado de este lugar! Desde un principio, nada había sido genuino— Me apartó.
—¡No es cierto, no es cierto! Esos momentos fueron reales, lo sentimientos también lo fueron...— Sollocé. —¡No te vayas, no me dejes solo! Jake... Por favor... Yo te amo— Suavemente tomó mi mano y la soltó levemente.
—Partiré pronto del país.—
Cerró la puerta con el menor ruido. Un fuego se encendió en mi mente. —¡NO!— Alcé mi voz desgarrado.
Y lloré, lo hice tanto, que en algún instante olvidé dónde estaba. Y caminé, buscando un camino que me iluminara. Anhelando el Sol en esa oscura noche. Y vi una lucecita a través de la puerta de la cafetería. Solo quería alcanzar algo de luz... Esa luz, poderosa como un relámpago, que no interesaba si me destrozaba, solo quería algo cálido... Solo eso...
Abrí la puerta de golpe y entré vocifereando por Eli. La única chispa de todos que sin importar qué, jamás se apagaría.
Gracias por haber leído la historia de Elián y Kenny, aún los veremos, además seguro están curiosos sobre los gemelos. Pero, continuaremos desde el punto de Fred desde ahora ^^ Ojalá las siguientes parejas les guste tanto como éstas.