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86.44% Los hermanos Sonobe / Chapter 51: Monstruos semejantes

Kapitel 51: Monstruos semejantes

El estrépito asiduo de los signos vitales  de Jean Paul, alarmaron a la totalidad de médicos del hospital. El mayor de los Sonobe, sufría un desplome en su pulso cardíaco.

Mientras la ola de médicos merodeaban presurosamente la estancia preparando el desfibrilador, la mente de Jean Paul viajaba al día en que le propuso matrimonio a Adeline.

_ Yo te amo, te lo he demostrado hasta el cansancio y aun así la prefieres a ella cuando solo te ha sido indiferente al amor que le concedes siempre. _ vociferó Zafira golpeando el escritorio.

El mayor de los Sonobe reclinó la silla del escritorio pasmando sus ojos de avellana en ella.

_ ¿Un acostón de una noche te produjo tanta devoción hacia mí?. _ embozando una sonrisa altanera negó con la cabeza. _ Han trascurrido tantos años desde esa noche y sin embargo recuerdo nítidamente mis palabras. Que te coja no significa que sienta algo por ti. No puedes decir que no te lo advertí, no soy como mi hermano menor, no hago el juego previo para luego llevármelas a la cama. Siempre dejo mis intenciones claras Zafira. _ con tono contundente, desvió la mirada. _ Adeline es y será la mujer a la que siempre amaré, así que jamás intentes de compararte con ella.

La pelirroja apartó un mechón de su largo cabello ondulado al resoplar con aspereza.

_ Sí, ese acostón fue suficiente para mí. _ en sus ojos negros se aglomeraron lágrimas de dolor. No obstante sonrió con tristeza. _ Es la ultima vez que me vuelves a ver Jean Paul, partiré junto a Marion hacia Corea del Sur. _ haciendo una pausa, prosiguió. _ Tienes una oportunidad más para arrepentirte de tu decisión. _ musitó, mirándolo suplicante.

_ Mi decisión estuvo tomada antes de esa noche. Desde el inicio hasta ahora sigo sintiendo absolutamente nada por ti, nada cambiará. _ su mirada se iluminó al contemplar a Adeline adentrándose por la estancia.

Al instante se levantó para posicionarse junto a ella sujetando su cintura con el brazo.

_ Sr. Salvatore por favor guie a la Srta. Grey hacia la salida. _ exhortó a Eydrian, sin apartar la vista ni un solo momento de Adeline.

El recuerdo fue reemplazado por otro acontecido el mismo día. 

La noche se había asentado en la ciudad de Lyon. 

Adeline observaba alucinada el panorama tras la ventana.

Jean Paul la miró como si no existiese nadie más hermosa que ella. Deseó liderar el imperio Sonobe con ella a su lado, formar un hogar juntos lejano de la humanidad en donde solo estuvieran ellos dos. Anhelaba hacerla suya por siempre.

Entre risas, copas y baile, el mayor de los Sonobe se arrodilló pidiendo su mano.

La joven lloró silenciosamente, cerrando la cápsula de plata con incrustaciones de zafiros.

_ Te amo Jean Paul pero no del modo en que ansias ser amado. _ tomando sus manos, lo levantó. _ Te amo como si fueras un hermano mayor para mí, como si fueras familia. 

Jean Paul deshizo su agarre, despeinando su perfecto cabello oscuro con frustración.

_ Con el tiempo aprenderás a amarme, estoy seguro de ello. Solo sé mi esposa, yo me encargaré de que funcione aunque me seas indiferente. _ avanzando en dirección a ella, sostuvo sus hombros rogando por una oportunidad.

_ No puedo amarte de esa forma Jean Paul. _ haciendo una pausa, desvió la mirada. _ No cuando amo profundamente a Jean Pierre.

Frenético se alejó de ella, arrojando cada uno de los objetos del escritorio a la alfombra de polipropileno. Desajustó su corbata, lanzándola al costado de la oficina.

Adeline selló sus ojos grisáceos conteniendo las lágrimas.

_ Estoy segura de que podrás volverte a enamorar y recibir ese amor tan deseado que yo no podré otorgarte. _ mordiendo su labio inferior, se aproximó lentamente a él.

_¡No! Serás a la única mujer que le entregaré mi corazón. _ gritó, dejando caer un centenar de lágrimas. _ No me importa que no me ames, yo te amo por ambos y seré feliz solo si estoy contigo, a pesar de saber que amas a mi hermano. _ acercándose a ella, acarició su rostro con los nudillos. _ Si piensas que diciendo todo esto, cambiará algo, te equivocas. Hasta que me muera, no permitiré que permanezcas al lado de otro hombre que no sea yo. ¿Fui claro?. _ demandó, capturándola con sus brazos.

El recuerdo se desvaneció, dejando solo a un par de médicos procurando salvarle la vida.

...

Un balde de agua helada impactó contra la figura desmayada de Adeline, yacida en el pavimento.

La joven despertó fortuitamente, tosiendo el agua que se hospedó en su nariz.

_ La bella durmiente finalmente despertó. _ Los ojos azul marino de Bastian la observaban fatuo.

Adeline focalizó la vista en la estancia. Se encontraba prisionera en una cochera rebosante de moho, con hierbas espinosas que crecían errantes. El olor a combustible impregnaba el lugar junto a charcos del mismo líquido, esparramados por el pavimento.

_ Llévenla al calabozo. _ Instó a los dos hombres que se hallaban contiguos a ella.

Los hombres la condujeron a rastras hacia el sótano, seguidos por Bastian.

El aroma nauseabundo del sitio y la extenuación le impidieron zarandear su figura para soltarse del opresor agarre de los guardias. Con la cabeza gacha, se adentró al sótano.

_ Te traje compañía Gianluca. _ Canturrió Bastian, arrojándola a sus pies.

Sus ojos grisáceos se incrustaron con los ojos verdes de Gianluca.

Aquellos ojos de esmeraldas circundados por ojeras y moretones la contemplaban infausto. Heridas sin sanar abarcaban completamente su figura semidesnuda. Las muñecas escurrían sangre al ser perforadas por las cadenas que lo mantenían suspendido en el aire. De su nariz fluían hilos desenfrenados de sangre que goteaban el cemento.

Lágrimas brotaban de ella, al observar el rostro demacrado de Gianluca.

_ ¡Bájenlo ya!. _ gritó Adeline en llanto.

Bastian tiró las llaves al pavimento. Haciendo un ademán se retiró junto a sus hombres.

Presurosa, insertó la llave en cada cerradura que encadenaba sus extremidades. Entre sus brazos, lo dejó caer con delicadeza, acariciando su lacio cabello castaño.

_ Ya estoy aquí, estarás bien guapo. _ abrazando la endeble figura de Gianluca, lágrimas continuas se escapaban de ella.

_ Me tengo que estar muriendo para poder tener tu atención Adeline Strange. _ tosiendo sangre, sonrió entristecido.

_ ¡Traigan agua por favor! . _ su tono desesperado resonaba en cada rincón del calabozo, sin recibir respuesta alguna a sus súplicas.

_ Esos malnacidos te hicieron daño. Mataré a cada uno de ellos después de salir de este cuchitril. Nadie le hace daño a mi Adeline Strange. _ su voz apenas audible se apagaba poco a poco al sellar lentamente sus ojos.

_ ¡No te duermas Gianluca! ¡No puedes dejarme!. _ bramó sollozando, adhiriendo su cabeza al pecho desnudo de él.

_ ¿No lo entiendes? Jamás podré dejarte, seguiré esperando por ti hasta que te canses de mi hermano y regreses a mí. _ Musitó, tomando la mano de Adeline.

Los segundos transcurrieron hasta que Gianluca deshizo el entrelace de sus manos, sus ojos de esmeralda se cerraron y su cabeza impactó contra el cemento al sumirse en un profundo sueño.

Las rejas de hierro se abrieron, dando paso a Bastian y a sus hombres.

_ Ya es hora. _ anunció, mirando a sus guardias.

_ ¡No lo dejaré aquí! ¡Ayúdalo!. _ gritos dolorosos emitía mientras estrujaba con sus brazos la figura gélida de él.

Los subordinados de Bastian, despojaron de los brazos de Adeline, la figura moribunda de Gianluca, siendo arrojada con aversión al pavimento.

_ ¡No lo dejes morir Bastian! ¡Sálvalo!. _ Vociferó entre lágrimas al forcejear con los escoltas de Bastian que la sujetaban ferozmente. 

_ Me temo que cada hermano Sonobe está condenado a vivir su respectivo infierno. _ sus ojos azul marino siguieron el recorrido de la sangre de Gianluca desparramada en el cemento.

Los guardias la condujeron escaleras arriba. La arrastraban despiadadamente por cada escalón, ante los incesantes gritos y forcejeos desesperados que la joven ejecutaba con la esperanza de que alguien en aquel mísero lugar pudiera escucharla.

Afónica y adolorida por los golpes remetidos en la subida, su mirada se entornó vacía. 

Los escoltas de los Petrova alojaron a Adeline en un aposento con enormes ventanales. 

El panorama blanquecino era contemplado por un joven que se encontraba a espaldas de ella, sentado en una silla giratoria situada detrás del escritorio en donde reposaba una botella de vino y una copa.

La puerta de madera fue sellada con llave por los guardias tras retirarse de la estancia.

El piso entarimado rechinaba con cada paso que emitía Adeline al desplazarse cautelosa sobre la alfombra roja.

Sus ojos de tormenta inspeccionaron los rincones más oscuros de la habitación, no eran más que cuatro paredes de madera avejentada. 

_ Es hermoso como el rojo escarlata mancha el paisaje blanco. _ la voz plácida del joven resonó por la habitación. Su mano extrajo un paño de seda de color blanco. _ Las personas son como lienzos en blanco, hasta que manchas rojas deciden en que tonalidad se convertirán. _ La impoluta tela blanca quedó manchada de rojo al ser restregada sobre su rostro de porcelana.

_ Nosotros escogemos la tonalidad, no al revés. _ titubeó Adeline, encaminándose lentamente al escritorio.

_ El pasado la escoge Adeline y más que nadie eres tú la que debería de saberlo. _ Arrojando la tela, ahora rojiza, la encaró. _ Somos seres defectuosos, monstruos semejante que alguna vez fueron un perfecto lienzo en blanco. Las personas fueron las que nos transformaron en lo que somos ahora. _ Sus ojos de heterocromía, un iris de tono café claro y el otro de color verde, refulgían con cierta oscuridad mientras observaban aquellos ojos de tormenta estupefactos por ver quién era el hombre detrás del tablero.

_ Eydrian.


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