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66.66% Proyecto Estigma: Origenes / Chapter 3: Capítulo III “La hacedora de viudas”

Kapitel 3: Capítulo III “La hacedora de viudas”

Una ciudad cubierta por fuego se veía a lo lejos desde una pequeña loma por los ojos de una niña de cabello negro, los gritos desesperados de la gente inundaban aquella noche y el olor a carne quemada se sentía a varios kilómetros de distancia. El vestido blanco de aquella chica estaba cubierto de sangre, sus pies desnudos tocaban la hierba aliviando las cortadas en su superficie, en su mano derecha se tambaleaba un cuchillo de cocina cubierto de ese espeso líquido rojo. Su rostro se mostraba pasmado ante la horripilante escena frente a ella, sin embargo, sus labios dibujaron una sonrisa al ver cómo a lo lejos una pareja corría hacia ella, el tizne cubría su piel y sus ropas, ambos se detuvieron frente a la chica jadeando y asustados.

-Hola pequeña, ¿estás bien? - preguntó el hombre.

-Pobre chica, mira toda esa sangre, ¿dónde están tus padres? -

La niña mantuvo silencio y se acercó al hombre ocultando el arma a sus espaldas, este se dispuso a levantarle del suelo, pero aturdido notó cómo el rostro de la pequeña se llenaba de sangre, su propia sangre; el hombre puso sus manos sobre el corte en su cuello, sin embargo, era tan profundo que su sangre saltaba sobre su ejecutora. Un grito de pavor salió de la mujer quien trató de ayudar a su esposo.

- ¡No! resiste, por favor resiste. -

El hombre trataba de hablarle a su mujer, pero solo pudo dejar escapar un grito sordo al ver como una hoja metálica atravesaba el cráneo de su amada desde atrás terminando por salir en su ojo, la niña se asomó detrás de su cabeza aun sosteniendo el cuchillo.

- ¿Alguna vez le habías visto desde adentro? - una sonrisa macabra se plasmó en su rostro.

-Mal… mal… dita. -

-Dicen que los ojos son la ventana del alma, ¿Quiere decir que si lo sacamos podrás ver la suya? -

Las manos del hombre soltaron su cuello para tratar alcanzar el cuerpo de su esposa que caía luego de que el arma saliera de su cabeza, no obstante, solo sintió como su fuerza le abandonó y terminó por desplomarse.

- ¿Ahora ves su alma? - Preguntó la niña mientras levantaba la cabeza sin vida de la mujer y observaba por el agujero.

-Te… te matare. -

-Eso ya lo he escuchado antes. -

El pie derecho de la muchacha se posó sobre el rostro del individuo.

-Ustedes eran como mis padres... fingiendo preocuparse por los demás, pero al final son escorias que solo ayudan mientras les convenga o para sentirse bien consigo mismos. -

El sujeto cerró sus ojos dejando escapar su último aliento, mientras tanto los gritos a lo lejos cesaron. La pequeña tomó los zapatos de la mujer y comenzó a caminar con dificultad hacia las llamas del pueblo, de su boca comenzó a salir un pequeño tarareo mientras daba sus torpes pasos y zarandeaba el arma aún manchada de sangre. Finalmente se detuvo a unos metros de la entrada, desde ese lugar el calor ya empezaba a ser insoportable, el olor era nauseabundo y la madera de las casas cedía dejando ver cómo se desmoronaban y quedaban en cenizas. Las horas pasaron y el cielo se llenó de nubes, en cuestión de un instante un aguacero cayó sobre ella dando como resultado que el pueblo empezará a apagarse.

Un aire de felicidad salió de la chica, esta comenzó a bailar bajo la lluvia mientras seguía tarareando con fuerza su extraña melodía, el fuego se extinguía con rapidez y aprovechando esto la pequeña ingresó en aquel lugar. Todo a su alrededor estaba en ruinas y varios cadáveres incinerados se encontraban esparcidos por las calles, puertas y ventanas del pueblo. Luego de un rato de caminata, esta se detuvo frente a las ruinas de una pequeña casa que estaba en un estado deplorable, sin embargo, aún mantenía gran parte de su estructura en pie y luego de pensarlo un rato decidió entrar. En medio de la casa se encontraba una mesa en cuyas sillas se veían dos cadáveres totalmente quemados, la niña se acercó a uno de ellos y le susurro con una sonrisa.

-Hice lo que querías madre, todos ardieron por sus pecados. -

Suavemente, la niña besó el cráneo tiznado de uno de los cadáveres, sus labios se ennegrecieron con la ceniza mientras pedazos de este caían al suelo, el olor era nauseabundo, pero ella recorría las ruinas sin siquiera hacer un gesto de desagrado, al contrario, en su mirada se veía felicidad y una sonrisa macabra se dibujaba en sus labios. Luego de un rato de revisar entre los escombros encontró los restos de lo que antes parecía ser un conejo de peluche, una de sus orejas estaba completamente quemada, sus ojos de botones habían salido ilesos al igual que su abdomen, pero sus extremidades estaban muy dañadas. La pequeña lo tomó y lo abrazó llena de euforia y luego se recostó al lado de los cadáveres hasta que se quedó dormida.

El sonido de motores se escuchó a lo lejos, una horda de vehículos militares se estaba acercando al pueblo, soldados comenzaron a recorrer cada lugar en busca de supervivientes, sin embargo, sólo podían ver horrorizados la escena macabra de todos aquellos que en su intento de escapar quedaron atrapados entre las llamas. Un hombre alto con traje de coronel caminó hacia la casa en la que se encontraba la pequeña y al entrar se encontró con ésta aun descansando en el suelo, antes de despertarle notó su vestido lleno de sangre y su sonrisa en el rostro, lentamente sacó su arma y le apuntó directo a su cabeza mientras la chica abría sus ojos.

-Dame una razón para no volarte los sesos, pequeña. -

La chiquilla lanzó un bostezo y se acarició los párpados mientras unas lágrimas salieron de sus ojos, sin embargo, estas no eran lágrimas causadas por la tristeza o el miedo, sino por la acción que se llevaba a cabo.

-No te importa lo que pasó aquí, solo finges para mantener un estereotipo con tus soldados. -

El hombre quedó en silencio y sintió como un pequeño escalofrío pasó por su nuca.

- ¿Crees que no dispararé? -

- Lo que harás o no, no depende de mis acciones actuales sino de lo que consideres conveniente. -

La niña se levantó y puso su frente sobre el cañón de la pistola.

-No te ves asqueado o molesto por lo que sucedió aquí, es más, no te importa. -

- ¿Por qué afirmas todo como si supieras que pienso? -

-Se ve en sus ojos señor, usted ha visto la muerte y la ha disfrutado como yo. -

El hombre fue interrumpido por los pasos de varios de sus hombres que se acercaban a su posición, lentamente guardó su arma y enfocó su mirada nuevamente en la niña.

- ¿Tienes habilidades especiales? -

La pequeña se río levemente.

-No es difícil distinguir a una persona solo por su mirada, por más que laves tu cara… el sufrimiento, la muerte y la ira siempre quedarán marcados. -

El hombre se quitó su chaqueta y cubrió a la niña evitando que la sangre que le ensuciaba pudiese ser vista, sacó un pañuelo y comenzó a limpiarle la cara mientras uno de sus soldados entraba en la casa.

-Señor, no hemos encontrado sobrevi… oh una niña, ¿está bien? -

-Lo está, sigan buscando, yo me encargo de la pequeña. -

El soldado sostuvo su mano en la cabeza y respondió afirmativamente a la orden, cuando se disponía a darse la vuelta vio como las manos de la pequeña aún mostraban rastros de sangre y como los ojos de esta estaban viéndole fijamente, con tal frialdad que su espalda sintió un choque eléctrico recorriendo su médula.

- ¿Qué espera soldado? - respondió el comandante.

-Na… nada señor, discúlpeme. -

El hombre salió corriendo de la habitación mientras los pensamientos en su cabeza daban vueltas respecto a las manos de la pequeña y más aún, a su mirada. Un momento fúnebre se apoderó de aquella casa en ruinas, las miradas de ambos personajes chocaban con la fuerza de un vendaval. Prácticamente la tensión era palpable y se combinaba con el olor nauseabundo de aquella cocina. Esta vez quien rompió el hielo fue la pequeña.

- ¿Ahora me matará? -

-No por ahora… hay muchas cosas que quiero saber y matándote no podré contestarlas. –

- ¿Por qué querría contestar tus preguntas? -

-Yo contestaría las tuyas. -

-Trato hecho. - los labios de la infanta mostraron una sonrisa de felicidad.

-Acompáñame, salgamos de este lugar. -

La pequeña asintió y juntos salieron de la casa, el hombre la cargó en brazos y gritó a sus hombres cercanos que había encontrado una superviviente. Acto seguido caminó hacia a las afueras del pueblo mientras algunos soldados preguntaron si requería ayuda con ella, sin embargo, este solo les ordenó que continuaran la búsqueda y finalmente se alejó. Algunas preguntas simples salieron del uno al otro, sin embargo, nada relevante al hecho ocurrido en aquel lugar, ¿te gusta el olor de las flores?, ¿cuál es tu animal favorito?, ¿por qué el cielo era azul?, fueron algunos de los cuestionamientos que hizo la pequeña. ¿Cuántos años tienes?, ¿cuál es tu color favorito?, fueron algunas del comandante. Parecían estar fingiendo alguna clase de empatía, pero sus miradas seguían frías y serias.

Grandes aves de rapiña rodeaban los cielos esperando una oportunidad para saciarse de la carne rostizada de los cadáveres, varios soldados habían vuelto a los puntos de llegada, enfermos e impresionados de las escenas crueles que se dibujaban en cada rincón del pueblo carbonizado. El hombre dejó a la pequeña en el asiento trasero y mientras le aseguraba usando el cinturón, esta notó como el soldado que los había visto antes estaba a unos metros observándose de manera discreta, pero un poco aterrada.

-Él lo sabe. - le susurró al oído mientras fingía abrazarlo.

-No hará nada, es un buen soldado, pero no es idiota. -

-Solo en los momentos de mayor temor es cuando se ve como una rata hace lo que sea para escapar. - Respondió la chica acomodándose de nuevo en la silla.

- ¿Dónde aprendiste todo eso? -

-Mi madre me lo enseñó. -

- ¿Quién es tu madre? -

-El cadáver más pequeño en mi cocina. - sonrió.

- ¿Por qué le mataste? -

Una expresión de ira se dibujó en el rostro de la muchacha por primera vez, sus ojos se desorbitaron y unas lágrimas se asomaron. El hombre impresionado retrocedió un poco por seguridad mientras todos los soldados presentes giraron sus miradas ante el grito desenfrenado de la pequeña.

- ¿Qué crees?, no soy un monstruo, ¡Yo no le mate!, ¡Era mi madre! -

-Cálmate… estás llamando la atención. ¡Todos ustedes, déjenme a solas con ella y sigan buscando pistas y recogiendo los cadáveres! -

- ¡Señor, sí señor! - respondieron al unísono. -

La niña se mordió el labio con ira y luego de un suspiro regresó su expresión a su forma inicial sin retirar la mirada del soldado que se alejaba aun viéndole.

-No hables de mi madre, ese tema está prohibido. -

- ¿Mataste a todos los demás? -

-El fuego lo hizo, yo solo me aseguré de que fuera posible y que ninguno escapara… ella ya había fallecido... -

- ¿Buscas una excusa para decir que tus manos no se ensuciaron? -

-Para nada, dos de ellos si fueron asesinados por mí, los demás solo a causa de mis actos. Son dos cosas diferentes. -

- ¿Dos de ellos? -

- A las afueras del pueblo encontrarás sus cadáveres. -

- ¿Por qué lo hiciste? -

- ¿Acaso importa la razón?, ellos merecían lo que les pasó y nadie llorará sus pérdidas. -

-Me pones en una posición difícil, tengo que arrestarte y por una masacre como esta no sería raro que tuvieras pena de muerte. -

-Dudo que me entregues… sino ¿por qué esconder lo que pasó a tus hombres? -

-Digamos que me generaste interés respecto a lo que dijiste sobre mí y mirada. -

-Sobre eso… es mi turno de preguntar, ¿de verdad no te causa sufrimiento lo que paso aquí? -

- En efecto, me tiene sin cuidado… para un soldado que ha vivido la guerra de cerca, la muerte deja de ser un miedo y se convierte en tu aliada, con el tiempo deja de sorprenderte y te acostumbras a la escena en la que la vida acaba para muchos. -

- ¿Quiere decir que la guerra forjó tu pensamiento actual? -

-Solo parte de él, en su mayoría lo ha hecho la misma humanidad. -

El hombre miró hacia el cielo y se recostó sobre la puerta del Jeep, luego de esto prosiguió.

-Podría decirse que somos ovejas descarriadas y necesitamos alguien que nos encamine a nuestro corral, nuestros conocimientos sobre el universo han aumentado, pero, aunque podríamos decir que somos más sabios… yo diría que solo nos volvimos más estúpidos. -

- ¿Entonces odias nuestra raza? -

-No lo definiría como odio… sería algo más como asco. -

- ¿Yo te doy asco? -

-Digamos que estoy confundido… tu manera de pensar es similar a la mía en ciertos aspectos, sin embargo, al no saber la razón por la cual murieron estas personas, no podría decidir que tanto nos parecemos. -

-Éramos los más pobres de este sitio, mi madre trabajaba arduamente para traer comida a casa, mi padre por otro lado solo bebía y robaba dinero de mi madre para satisfacer sus otros vicios. Mi madre le amaba tanto que era ciega a sus acciones, no le importaba nada con tal de tenerlo a su lado, sin embargo, cuando lo descubrió fornicando con una de sus mejores amigas perdió la cabeza… ella fue humillada, maltratada y aborrecida por todo el pueblo, pese a todo, fue amable, atenta y muy buena compañera. -El hombre giró a ver a la niña.

-Era una estúpida, por más que se lo decía no me escuchaba, cuando descubrió el engaño de mi padre, pensé que despertaría de una vez, sin embargo, solo lo ignoró y continuó aguantando toda esa basura por él, hasta que finalmente él se aburrió y usando una borrachera como excusa, formó una pelea en la que el lindo cuchillo de cocina que adornaba la pared terminó clavado en la espalda de aquella imbécil. -

El hombre quiso decir algo, pero la expresión de odio y desprecio que se formó en el rostro de la pequeña lo detuvo.

-Sus palabras finales fueron patéticas, "oh… yo te amaba, ¿por qué me hiciste esto?", era mi madre y por encima de todas las cosas malas que hizo, yo le adoraba, sin embargo, tenía sesos de bambú. -

-Entonces mataste a tu padre. -

-Quise hacerlo, pero el karma lo golpeó directo en la nuca… literalmente. -

- ¿A qué te refieres? -

-Asustado por lo que había hecho trató de ir hacia mí, sin embargo, se tropezó con su propia botella y su cuello golpeó contra el borde de las escaleras. Murió instantáneamente el muy hijo de puta. -

Una leve risa salió del hombre al escuchar esa parte de la historia, la pequeña clavó su mirada en él como si fuese un puñal, sin embargo, un momento después la risa se apoderó de sí misma y ambos explotaron en carcajadas.

-Lo lamento, no quería reírme… pero. -

-No hay problema, es patético… lo sé, pero todos los demás pagaron caro y lo que no pude hacerle sufrir a él, se los hice sufrir a ellos. -

-Aun no entiendo qué hicieron para ganarse tu odio, ¿todos ellos hicieron algo malo? -

-Es una larga historia… -

- ¿Cómo lograste hacer que ninguno huyera de tu plan? -

-Los drogué, usé una planta del bosque qué causa un estado de letargo muy fuerte en poco tiempo. Todos tenían la costumbre de comer a la misma hora, todos los días… decían que era una manera de unificar al pueblo, finalmente esa costumbre fue lo que me dio la mejor oportunidad de dejarlos a todos desarmados. -

-Es bastante inusual ver cómo una niña de tu edad tiene ideas tan concretas y avanzadas. -

-Para alguien que jamás ha tenido una zona de confort, es simple ocupar su mente en otras cosas. -

-Hay algo de ti que me agrada, tus habilidades pueden ser mejoradas, ¿quieres matar para mí? -

- ¿Por qué mataría para alguien diferente a mí misma? -

-Te diré la razón por la cual no disparé, la razón por la cual me encuentro charlando contigo y mintiendo a mis hombres, debería tenerte amarrada y lista para llevar ante un juez por lo que hiciste, sin embargo, creo que personas como tú me dan más confianza, necesito personas como tú para lograr mi cometido. -

La chica le miró extrañada y antes de poder decir algo el hombre continuó.

-Tus sentimientos han sido rotos en pequeños pedazos creando una inmunidad a la debilidad del cariño, el ser humano tiende a dudar en los momentos en los que ponen frente a él aquello que quiere de verdad. Tú ya no quieres nada… ni a nadie, para lograr mi cometido necesito personas que no tengan miedo de pasar por encima de aquellos que intenten detenernos, personas como tú. -

Una leve risa salió de la chica y con un tono irónico procedió a preguntar.

- ¿Qué es aquello que se supone quieres lograr? -

-Una purga… -

- ¿De qué hablas? -

-La única manera de que el ser humano salga del camino asqueroso y maloliente que está tomando… es erradicar toda la plaga que solo desea el bien propio. Hay un proyecto secreto en el cual están tratando con algo que puede brindarles habilidades sobrehumanas a ciertas personas, el fin del proyecto es crear un nuevo orden mundial en el cual el controlador de dicho poder sea quien reine, usaré ese proyecto como camuflaje para castigar a los impuros y para controlar a los indeseados. -

- ¿Por qué te importa lo que suceda con la raza humana? -

-Somos humanos… y nosotros hemos visto lo que la peor parte de nuestra especie puede hacer, deseo evitar que alguien tenga que pasar de nuevo por el sufrimiento o el dolor causado por alguien que se quiera creer superior. Crearé una nueva humanidad en donde todos tengan su lugar y en donde la corrupción sea castigada con muerte. -

-Un hombre que ha visto la muerte tantas veces… con un ideal tan estúpido, creo que me has hecho sentir enferma. -

-Supongo que en tu enorme sabiduría solo los matarías a todos. - respondió con un tono algo molesto.

-Solo a aquel que trate de quitarme mi libertad, me tiene sin cuidado que hagan las ratas con sus vidas. -

- ¿Entonces es un no a mi propuesta? -

-En efecto, no me interesa tu estúpida idea…-

Un estruendo hizo eco en la zona, el sonido limpio de una bala que acababa de incrustarse en la pierna izquierda de la joven, un grito de dolor llamó la atención de varios de los soldados dentro del pueblo, sin embargo, estos solo lo ignoraron y continuaron buscando en los escombros del pueblo.

- ¿Qué demonios te pasa? - exclamó la chica mientras sostenía su pierna con fuerza evitando que la sangre siguiese saliendo sin control.

-Ya te lo dije, me pareciste interesante… pero si no me vas a servir solo serás un número más en mi informe de bajas. -

-Tus soldados no dejarían pasar esto, gritaré con fuerza y el soldado que sospecha de mí vendrá. -

- ¿En verdad crees qué estaba nervioso por ti? -

El hombre preparó su arma nuevamente y esta vez apuntó al cráneo de la joven, sus ojos cambiaron de expresión drásticamente, el ambiente se tornó denso, el sonido del metal deslizándose para retirar el seguro de la pistola creó un nudo en la garganta de la pequeña, sin embargo, en vez de mostrar miedo, una carcajada ruidosa salió de su boca, lentamente haló el cañón hasta sus dientes mientras balbuceaba frases inentendibles.

- ¿Esas son tus últimas palabras? -

Lentamente sacó el objeto metálico de su boca y miró fijamente al general mientras sonreía.

-Será un placer trabajar con usted, maldito enfermo desquiciado. -

-Un gusto mocosa, mi nombre es Demian Fuhr Christiani. ¿Cómo te llamas? -

-Rebecca… Rebecca Bonzkewitzz. -

-Interesante nombre, me gusta cómo suena, Rebecca… Rebecca… Rebecca… Rebecca… -

El eco de su nombre retumbó en su cabeza, todo a su alrededor empezó a dar vueltas y a distorsionarse hasta el punto de convertirse en una imagen turbia y oscura, sus ojos comenzaron a abrirse lentamente dejando ver el rostro de un soldado sobre ella.

- ¡Oh señorita Rebecca!, pensé que no despertara. -

- ¿Qué demonios pasó? -

-Una bala se introdujo en su tórax, quedó inconsciente varias horas comandante, pero está a salvo, ya nos encontramos en el jet rumbo a la base. -

Un dolor agudo evitó que la mujer se levantara de la camilla en la que se encontraba, unos vendajes cubrían la zona de la herida y una mancha de sangre indicaba el lugar afectado, su mano apretó el tórax con la intención de dominar la punzada que le mantenía inmóvil, sin embargo, esto solo causó que gotas de sudor frío bajarán por su frente y que un chispazo corriera sus huesos casi causando que su estado de inconsciencia volviera de golpe. El soldado trató de calmarla y mantenerla estática, pero una mirada de esta lo dejó petrificado en su lugar, la ira se palpaba en el aire casi como un navajazo en su pecho, el hombre dio unos pasos hacia atrás mientras un torrente de saliva bajó por su tráquea, no podía articular ninguna palabra, la mirada de esa mujer era la de un monstruo, Rebecca era conocida por toda la fuerza, pocos aceptaban trabajar a su lado y los que lo hacían, lo consideraban como su sentencia de muerte.

-Ayúdame a recostarme. - dijo la mujer.

El hombre algo aliviado tomó su espalda con cuidado y lentamente la devolvió a su posición inicial, ella seguía mirándole fijamente, pero el soldado trataba de no hacerlo, sus nervios no cesaban, para él era mejor estar en el campo de batalla, que compartiendo el mismo espacio con Rebecca. Su miedo aumentó cuando la mano derecha de la mujer tomó la suya, por acto reflejo este le miro impresionado y esperó lo peor, sentía como si su vida hubiese acabado en el mismo instante en el que ambas manos se juntaron.

-Ha salvado mi vida, buen trabajo soldado. -

-Gracias señorita. - respondió titubeando.

La comandante cerró sus ojos y giró su mirada.

-Retome su puesto soldado, si necesito algo más lo llamaré. -

-Entendido. -

El soldado se alejó aliviado, sin embargo, sus piernas perdieron fuerza, por un momento su vista comenzó a distorsionarse, su cuerpo se sentía pesado y un cansancio abrumador dominó sus músculos. Un dolor punzante apareció en su abdomen, sus manos se humedecieron al buscar la fuente del dolor, lentamente su cabeza se agachó para observar la causa de su aflicción, sus ojos se abrieron de golpe casi desorbitados al ver como un objeto puntiagudo de color negro había atravesado su cuerpo. Su grito fue apagado al ver como un objeto similar estaba rodeando su rostro y cubriendo sus labios, el miedo dominó su mente y un susurro femenino en su oído acabó con sus esperanzas.

-Solo dolerá un momento soldado. -

Las patas de araña le rodearon y lentamente una tela viscosa empezó a cubrir su cuerpo, Rebecca había vuelto a su forma de araña y ahora se disponía a usar a su salvador como botana.

- ¿Quería salvar mi vida soldado?, pues ahora lo hará… -

El sonido de sus huesos rompiéndose acompañado de su carne siendo arrancada de su cuerpo, adornaba un leve tarareo de la araña mientras devoraba a su presa, poco a poco sus heridas comenzaron a sanarse y un brillo rojizo salió de sus ojos. Toda la recámara se cubría de entrañas y sangre, los últimos restos del soldado cayeron al suelo y la mujer retomó su forma humana sonriendo y lamiendo sus dedos para limpiarlos.

-Ha servido bien soldado, ahora descanse… -

La mujer se dirigió a la cabina y tomó el asiento del copiloto, estaba completamente desnuda y ensangrentada, las miradas del piloto no podían disimularse, era hermosa y ver su cuerpo desnudo, aunque lleno de sangre, era un privilegio.

-Mirada al frente soldado… sé conducir, no me obligue a prescindir de usted. -

-Lo siento comandante. -

- ¿Esa es el base soldado? -

-Si… si comandante. -

A lo lejos se veía como un enorme incendio iluminaba la noche, gran parte de la base estaba destrozada y muchos de los soldados luchaban para detener el fuego.

-Eso no tiene sentido… ¿quién atacaría nuestra base? -

-No lo sé comandante. -

Los ojos de la mujer se llenaron de ira, en su mente solo aparecía un nombre y su preocupación hacia cómo estaba dicha persona no podía ocultarse.

- ¿Demian estaba en la base? -

-Sí, comandante. -

-Baje ahora mismo… -

El piloto sin cuestionarlo comenzó el descenso en los alrededores del lugar, los gritos y la cantidad de heridos que sacaban de las llamas era impresionante, aquella base tenía un sistema de seguridad muy avanzado, un número de hombres superior a 5000 y uno de los generales más fuertes del ejército había estado en el lugar, solo una legión era capaz de asediar de dicha manera aquel punto estratégico, pero los rebeldes no tenían tal poder militar.

Las preguntas surgían como lluvia en la mente de Rebecca, "¿Quién demonios hizo esto?", "Dónde está Demian?", "¿Está bien?", el estrés recorría su espalda, sin embargo, la silueta de un hombre esperando el descenso del jet le calmó de golpe. Ahí sobre la plataforma estaba él, su uniforme estaba destrozado, había tanta sangre sobre su cuerpo que no podía diferenciarse si era propia o de alguien más, su mano derecha sostenía un brazo lacerado y su ojo derecho estaba cubierto con algunos vendajes. La mujer bajó de golpe y le abrazó con fuerza.

- ¡Lo siento general! le he fallado… las chicas escaparon y además he dejado que le hicieran daño. -

El piloto quedó impresionado del cambio de actitud de Rebecca y más aún porque esta estaba abrazando al general completamente desnuda. Un empujón tiró a la mujer al suelo, Demian le observaba con mucha seriedad.

- Compórtese comandante. -

El hombre se quitó su chaqueta medio destrozada y la puso sobre los hombros de la chica, esta le miró con algunas lágrimas en los ojos.

- No es su culpa… alguien nos traicionó. -

Los ojos de la mujer se abrieron de par en par mientras se levantaba.

- ¿Quién ha sido? -

-Lo desconozco aún, pero el causante de todo esto nos dejó un presente. -

Demian lanzó el miembro cercenado al suelo, justo bajo los pies de Rebecca quién lo levantó y lo observó con una sonrisa macabra.

-El bastardo escapó, pero dejó esto antes de irse. Tengo una nueva misión para ti. -

-Lo que sea general. -

-Encuentra y trae ante mí al traidor qué dejó entrar a ese hombre aquí. -

-Entendido... -


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