—Déjanos a solas. Le daremos una lección de la que no se olvidará nunca— le ordené al hombre que estaba vigilando a Lin, y salió de la habitación.
—Pero que jodido te han dejado, Lin— dijo Akira.
—¿No te estás arriesgando mucho entrando aquí?
—El que no arriesga no gana.
—Aún así no debiste venir. Con los dos aquí, ¿Qué pasará con nuestras mujeres?
—Ellas están bien protegidas, no te preocupes demasiado.
—Si me ofrecí fue por esa razón, imbécil.
—Baja dos rayas a esa actitud, Lin. Ya te lo dije, yo decido lo que hago y lo que no.
—Vamos al punto, evitemos conversaciones innecesarias. En unos días estarás fuera de aquí o eso esperamos. Todo depende de cómo nos vaya en el plan que tenemos en mente. Si todo sale como lo pensado, tendrán el gusto de vengarse como quieren. Eso sí, de Allan me encargo yo— dije.
—¿Qué harás con Allan?— preguntó Akira.
—Digamos que tengo asuntos personales con él.
—Luego de que no lo dejes vivo, no tengo problema.
—¿Ustedes tienen planes de quedarse con el negocio de los Roberts?— pregunté.
—Por supuesto, ¿Por qué más arriesgaría mi trasero, si no fuera también para eso?
—Creí que había sido por tu bebé.
—El bebé ya está muerto, ya no hay nada que se pueda hacer.
—Por lo visto esa gente andan matando a bebés a diestra y siniestra.
—¿Por qué lo dices?
—Nada importante. Tenemos que salir de aquí y aprovechar los días que Kleaven no está para buscar en la casa.
—Tienes razón— respondió Akira, y miró a Lin—.Te portas bien, Lin.
—Como se ve que lo disfrutan los dos— comentó Lin, y Akira le dio un puño en la cara.
—¿Ahora te parece que lo disfruto, hijo querido?— sonrió.
—Que relación tan intensa tienen ustedes dos.
—Te las cobraré luego, Akira. Yo no olvido.
—Y yo tampoco.
Salimos de la habitación y entramos a la casa, a dar las rondas que mayormente tenía a cargo. La puerta del estudio siempre está cerrada, así que buscamos la forma de forzar la cerradura y entrar. Dejé que Akira lo hiciera, mientras me quedaba vigilando afuera.
Mientras miraba alrededor, sentí que mordieron mi pierna y era la perra fea esa. Sacudía mi pierna y no me soltaba, no tuve de otra que darle una patada y se quejó.
—Cállate, hija de puta.
Escuché los pasos de la vieja loca y agarré la perra en los brazos, y fingí que estaba jugando con ella. Al parecer el polvito no le duró mucho.
—Aquí estás, Pitty— se acercó, y la miró —. Ella y sus travesuras. Parece que te cayó muy bien el empleado bonito. ¿Cómo te atreves a escaparte para encontrarte con un chico? Que niña mala eres— la cogió en sus brazos y sonrió. Incluso su dentadura es horrible.
Fingí una sonrisa, y emoción.
—Es muy adorable. Adoro las perras—solté.
Claro, pero no hablo de ese tipo de perras.
—Le gustan los hombres guapos, siempre va tras ellos.
Es igual a ti, pero los perros salen corriendo.
—Me siento halagado, mi señora— mejor dicho, asqueado.
—¿Estás muy ocupado?
Joder, que alguien me ayude.
—¿Escuchó eso? Creo que es mi teléfono, no lo traje conmigo. Permítame, mi señora— bajé la cabeza, y caminé a mi habitación.
Eso estuvo cerca. Incluso la perra tiene la peste desagradable esa. Debo lavar mis manos y desinfectarlas.
Lavé mis manos y salí al pasillo. Ella no se veía por todo eso, así que caminé y me mantuve vigilando, hasta que al rato, Akira salió.
—¿Encontraste algo?
—No.
—Maldición.
—Debemos irnos con el plan B.
—Sí, eso haremos.
Días después:
Nada estaba saliendo como lo planeado, lo único bueno de todo, era la carta que teníamos bajo la manga. Planificamos y pusimos en marcha el plan de dar de baja a la vieja cochambrosa esa. Nos pusimos a vigilar todos sus movimientos y pudimos dar con su amante. Tenemos bajo nuestro poder pruebas que los relacionan, pero no es suficiente, quiero que Kleaven lo vea por su propia cuenta. Nada peor que un hombre que se sienta traicionado, engañado, decepcionado y herido. Ella frecuenta un bar en el cual se encuentra con unas amigas durante la noche, pero no sabe lo que le espera hoy.
La llevé como de costumbre al bar, y mientras ella estaba en la mesa con sus viejas amigas, le pagué al mesero para que le llevara un trago con una sorpresita, y Akira se encargó del empleado. Se quedó en la casa y lo drogó, mientras yo me encargaba de ella. Quise hacerlo después, dando tiempo a que Kleaven no estuviera en la casa y pudiera encontrarlos en su misma habitación.
Me quedé observándola de lejos y mirando el tiempo, esperando que le hiciera efecto la pastilla. Ella se levantó de la mesa y caminó hacia la puerta, así que avancé a irme al auto. Estaba tambaleando al acercarse.
—¿Se encuentra bien, mi señora?
—Algo no está bien— dijo, con su voz entrecortada.
—¿Qué es lo que no está bien? ¿Se pasó de tragos?— le ayudé a subir al auto, y manejé en dirección a la casa.
Estuve observándola por el retrovisor y estaba jadeando. La parte más asquerosa me tocó a mí.
Al llegar a la casa, los empleados quisieron ayudarme, pero me negué con la excusa de que ella estaba pasada de tragos. Subí con ella a la habitación y con las luces apagadas, la recosté al lado de su amante.
Akira salió del armario y se paró al lado mío.
—Quítale tú la ropa. No quiero ver a una vieja en pelotas— le pedí.
—Le has cogido mucho asco a la pobre vieja, ella no tiene culpa de haber llegado tarde a la repartición de belleza— rio.
Le quitó la ropa y ella estaba quejándose. Debe estar pensando que es su marido el que está con ella.
Al terminar, salimos de la habitación y fuimos a la mía.
—Es el momento de la llamada y la actuación— dije, marcando al número de Kleaven.
Me quedé en silencio hasta que respondió.
—Padre.
—¿Está todo bien? Es muy raro que me estés llamando a esta hora, sabiendo que estoy ocupado.
—Nada está bien, padre. No sé cómo decirle esto.
—¿Qué pasa, Alma?
—Creo que es mejor que lo vea usted mismo.
—¿Qué sucede?
—Es la señora. Acabo de ver a la señora entrar a su habitación con uno de nuestros empleados.
—¿Qué dijiste?