Le quité la blusa y besé su pecho, fui bajando lentamente a su seno y lo mordí, hace mucho no veía el tatuaje.
—Eso da cosquillas, John.
—Tienes unos senos grandes. Lo que no tienes de estatura, lo tienes esparcido en todas partes.
—John…
—Solo fue un pensamiento en voz alta—subí mis manos a su sostén y se lo quité, tirándolo a otro lado de la habitación—. Ahora sí se pueden apreciar mejor.
La sujeté firmemente con una mano y la otra la subí para agarrar su seno, para luego llevarlo a mi boca. Esa sensación de su suave pezón en mi boca era muy excitante. Era muy delicioso poder percibir como se iba endureciendo por mi contacto con la lengua. Hice lo mismo en ambos y su cuerpo no dejaba de temblar.
—Aférrate a mi cuello, cosita.
—¿Para qué? — hizo lo que le dije, y la me levanté sujetándola en el aire.
—Yo pensé que ibas a pesar, pero no, fíjate que eres liviana.
—¿Liviana? Estás levantando casi 250 LB.
—¿Estás segura? Esas pajas han servido de mucho — reí.
—¿Qué dijiste?
—Debería hacértelo así.
—Suéltame, John.
—¿Tienes miedo de que te deje caer? Tengo fuerza en mis brazos, y más ahora por haberme dejado todos esos años sin acción, sé lo que te digo.
—Eres un depravado.
—Lo dice la que se me subió encima buscando esto— la dejé caer encima de la cama y reí.
—¿Podrías ser menos rudo?
—Me pediste que te soltara, solo hice lo que me pediste. Es por eso que debes pensar bien en lo que dices, topito— la jalé por la pierna, hasta llevarla al borde de la cama y le quité el pantalón; abrí sus piernas y me le quedé viendo.
—Esto es muy vergonzoso, no me mires así.
—Tengo que ver lo que estoy a punto de comerme.
Le quité la ropa interior y la contemplé completamente desnuda, sin duda, su cuerpo es una delicia. Respiré hondo, tratando de aguantarme. No puedo atacarla, debo controlarme un poquito, solo un poquito.
—Ponte en cuatro patitas.
—¿Eh?
—Que te pongas como perrito y me des la patita, bueno, la patita te la debo dar yo.
Ella se volteó, y al poner su trasero delante de mi, casi me da un infarto. Llevé mi puño a la boca y lo mordí. Ese demonio está queriendo apoderarse de mí y no puedo dejarlo. Bendito los ojos que la ven en esta posición. Se tapó por debajo con su mano y juro que me sentí molesto.
—Te juro que picaré tu mano, si tú me tapas esta vista que estoy contemplando ahora— ella quitó su mano y me calmé. Agarré su trasero con ambas manos y las apreté
—Tus manos son muy grandes.
—Al lado de tu trasero no son nada, créeme.
¿Se molestará si la nalgueo en este momento? Maldición, estoy peleando conmigo mismo. ¿Quién no va a sentir ganas de nalguear semejante máquina? No todas las chicas les gusta eso y no se si a ella le guste. Tenía temor de que me dejara a mitad por hacer eso. Necesito paz interior, porque mi mano marcada se vería bien ahí.
—Daisy, ¿No te molesta si abuso de ti una vez más?
—¿Eso qué significa?— sin avisarle, le di una nalgada, no tan fuerte, solo quería ver como reaccionaba. Ella gimió y la miré.
—A eso me refería. Me saliste masoquista, me gusta. No necesitas responder, si acabo de escucharte.
Se quedó en silencio y volví hacerlo un poco más fuerte, está vez se quejó y se estremeció. Aquí es donde único pienso abusar de ella. Lo hice en ambas a la vez y no tardó en marcarse rápidamente mi mano. Ese trasero es increíblemente grande. Tengo mucha suerte de tenerlo solo para mí. Me incliné para ver cuán húmeda estaba y me impresioné al ver cómo se veía, no pensé que solo con eso podría ponerse tan caliente. Froté mi dedo en su vagina y ella gimió, luego lo llevé a mi boca. Esta mujer me está volviendo adicto a todo de ella. Me acerqué a lamer su vagina, y al ella sentirme, se quejó.
—John— gimió.
Me quedé en silencio y continúe. Nunca la había probado, pero sus fluidos eran sumamente deliciosos. Se humedecía cada vez que mi lengua estaba en contacto con su clítoris. Daba suaves chupones a sus labios y no paraba de temblar. Era demasiada tentación teniendo su otro agujero tan cerca. Era imposible evitar probar de ella también. Al sentir que lamí esa área, ella se tapó con su mano.
—¿Qué haces, cosita?
—No hagas eso, es raro.
—Eres mi mujer y puedo comerte lo que yo quiera. Saca la mano.
—No, eso es demasiado raro.
—Fíjate que no has dicho que no te gusta, solo estás diciendo que es raro. Si no es raro para mí que lo estoy haciendo, ¿Por qué va a serlo para ti?
—No digas más.
—Entonces cállate y saca la mano.
Sacó la mano y procedí. Continúe lamiendo alrededor y probando cada parte de ella. Tenía el mejor sabor que haya probado antes. Metí un dedo en su vagina, mientras continuaba lamiendo. Sus gemidos eran constantes y sus manos apretaban fuertemente la sabana, sus temblores eran inevitables. Me detuve y bajé el cierre de mi pantalón. Saqué la cartera dispuesto a buscar un preservativo, pero al tenerlo en la mano no sentía ganas de usarlo, terminé tirándolo a un lado con todo y cartera. Estoy seguro que ella ni se había fijado y fue mejor así. Acerqué mi erección a su entrada, y supuse que ya debía estar preparada, así que no lo pensé dos veces. De una estocada la penetré profundamente, al escuchar su quejido me sentí el doble de excitado. Casi olvidaba lo ajustada que siempre está, y más luego de que hace mucho no hacemos nada. Al escuchar esos gemidos tan fuertes, era imposible que me detuviera. Sujeté sus caderas firmemente para asegurarme de que pudiera recibirme como corresponde. Su interior estaba muy ajustado, caliente, y a la vez, bastante húmedo, era una mezcla adictiva y excitante. Miré como su rico trasero se movía al entrar en ella. Podía sentirla perfectamente, definitivamente sin condón es mucho mejor. Agarré su pelo y giré su cabeza para poder verla, quería ver sus expresiones, que sin duda alguna, me hacía sentir más caliente. Metí mi dedo en su boca y ella lo chupó desesperadamente, eso provocó un escalofrío dentro de mi. Estuve aguantando mucho y ya tenía ganas de correrme. No me contuve, pues sabía que podía seguir si continuaba penetrándola. Si me detenía, iba a tener que esperar unos minutos, y no iba a darle oportunidad a ella de recuperarse. Mordí mi labio inferior al correrme dentro de ella. Es la segunda vez que siento esa sensación en todo mi cuerpo cuando me corro dentro, no estaba pensando en que estaba bien o mal; en realidad nada más me importaba que seguir experimentando lo que estaba sintiendo. Al salirme dentro de ella, vi como derramó parte en la cama y me quedé observándola. Ella se sentó y me miró.
—¿Qué fue lo que hiciste, John?— se dio cuenta y me encogí de hombros, ella suspiró y sacudió su cabeza.
—Ven aquí, cosita, aún no he terminado contigo.
—¿Qué?— no dejé que terminara de procesarlo, cuando la empujé contra la cama y me subí sobre ella. Me acomodé entre sus piernas y la penetré de vuelta. Ella hizo una expresión de asombro, acompañado de un gemido y reí. Su interior se sentía el doble de húmedo. Sentí ese escalofrío, al saber la razón por la cual se sentía así. Sujeté sus dos manos contra la cama y la besé. Su lengua jugaba con la mía con mucha intensidad. Se sentía muy excitante besarla mientras la embestía rápido y profundo. Bajé a besar su cuello y lo mordí, luego lamí el área y ella se estremeció. La solté para bajar mi mano a frotar su clítoris y continuar. Ella gimió más fuerte e hizo una expresión que no me permitía dejar de mirarla, era demasiado poder observarla sintiéndose bien. Ella colocó una mano en mi hombro y la otra en mi torso, metió su mano por la camisa y me acarició.
—Tienes una piel muy suave, John— murmuró entre jadeos. Me sentí algo incómodo y desvié mirada.
—¿Por qué dices esas cosas en este momento?
—Tu me haces cosas peores, además hablo en serio.
Sentir sus suaves manos acariciando mi cuerpo, me estaba haciendo sentir bastante caliente. Ella es la única que le he permitido acariciarme, y se sentía jodidamente bien, hacía que ese hormigueo regresara. Ella llevó sus manos a mi espalda y enterró sus uñas en ella, una sensación extraña pude percibir en su interior. Su cuerpo comenzó a temblar más de lo que ya estaba y rechinó los dientes.
—Espera, John— diji entre jadeos, colocó sus manos en mi pecho y yo las sujeté para llevarlas por arriba de su cabeza.
—No puedo, y aunque pudiera, no lo voy hacer—no podía esperar en ese momento, y menos cuando estaba a punto.
—Te amo, John.
Escucharla decir eso me recordó muchas cosas, y muchas de ellas, cosas que no quisiera olvidar.
Recuerdos:
¿Podrías decirme que me amas, aunque sea mentira?
No era el momento de pensar en esas cosas, me arrepentí mucho de no habérselo dicho a tiempo ese día. Creí que ella nunca iba a poder escucharlo de mi. Es una palabra demasiado pequeña, pero que significa mucho. Jamás podría decirla si fuera mentira. Me sentiría avergonzado de hacerlo y más en un momento como este, pero escucharlo de ella, no puedo negar que si me hizo sentir bien. La besé por cobardía, porque no me sentía seguro de responderle. ¿Por qué me cuesta tanto decirlo? Aceleré mis movimientos y terminé dentro de ella por segunda vez. Entre la fatiga y el calor, traté de soltarlo; traté de dejar salir lo que tanto me costaba decir.
—Te amo, Daisy. Te lo dije muchas veces ese día que dormías, y ahora soy tan cobarde, que no me atrevía hacerlo. No le tenía miedo a nada, o eso creía y una simple palabra puede hacerme sentir la persona más cobarde del mundo—Daisy se me quedó mirando y desvió la mirada—. ¿Dije algo malo?
—No— su voz se escuchó entrecortada.
—Dañé el momento, ¿Cierto?— sacudió su cabeza y vi una lágrima bajar por su mejilla—. ¿Por qué lloras? ¿Te ofendí? —Daisy sonrió y secó su lágrima.
—No, es solo que eso me hizo feliz— me quedé sorprendido por un instante, y me sentí tan incómodo que no pude seguirla mirando.
—¡Tonta! — me salí de ella y me acosté al lado.
—¿Estás bien, John?
—Sí, dame un minuto— estaba sintiendo taquicardia y no me explicaba el porqué. Sin duda fue momento muy incómodo, esta mujer va a matarme con esos comentarios.