—¿Qué piensas hacer?
—¿Alguna sugerencia?— sentir la frialdad del arma en mi cuello, era desesperante.
—Ya detente, no hagas esto más— le supliqué.
—No me mires con esa cara, porque siento tantas ganas de destruirte en este momento y no sería divertido— bajó el arma y se acercó nuevamente a mi cuello—. Que bien hueles.
—Si vuelves a hacer esto, no te lo perdonaré nunca.
—No me perdones, no necesito tu perdón—tiró el arma al suelo y arrancó parte de mi camisa de un tirón.
—¡Eres una bestia!
—Si, tú me vuelves esto que soy—me empujó a la pared. Quise aprovechar la oportunidad para huir, pero me sujetó por la cintura pegándome a la pared.
—¿Se te olvida que estoy embarazada, maldito? Eres un ser despreciable. ¡Siempre tienes que ser un salvaje, un animal!— grité molesta.
—Si, pero solo contigo y eso te gusta. Estoy seguro que si toco aquí estás húmeda, te excita que te traté de esta manera — llevó su mano a mi entrepierna—. Lo deseás y te haces la difícil, es algo que me excita de ti en ocasiones; aunque si fueras honesta también sería mejor— alzó mi pierna y acercó su cuerpo a mí. Podía sentir en mi entrepierna lo excitado que estaba.
—¡Suéltame!— ¿Por qué tiene que ser así las cosas con él? ¿Por qué me tengo que sentir de esta forma luego de todo lo que hizo?
—¿Ves como me tienes? ¿Debería castigarte por ser tan mala madre y mala esposa?— sentía como rozaba su miembro por encima de mí pantalón—. ¿Recuerdas cuando me pediste que te destrozara esa vez en el baño? ¿Por qué no lo pides otra vez?— rio descaradamente y continuaba rozando su miembro por encima del pantalón en mi entrepierna.
—Eres un enfermo, ¿Cómo puedes hacernos esto?
—Muéstrame más esa carita de que te está gustando— giré mi cara a otro lado y escuché el sonido del cierre de su pantalón. ¿Acaso realmente piensa obligarme? Al mirarlo, puso su mano en mi cuello, obligándome a mirarlo y me besó. Aproveché que tenía sus dos manos ocupadas y lo empujé, pero él reaccionó más rápido que yo presionándome a la pared.
—¿No vas a detenerte?— le pregunté, casi sin aire. Ha perdido la razón, ¿Qué le sucede?
—No, hasta que me hagas sentir bien —sacó su miembro y lo sujetó en su mano. No pensará penetrarme, ¿Cierto? Pensar en que eso puede estar planeando, me asusto por lo violento que está. Con su otra mano agarró las mías y las puso por encima de mi cabeza, presionándolas a la pared; se pegó mucho más a mi cuerpo, evitando que pudiera patearlo; cualquiera diría que sabía que eso planeaba.
—¿Por qué no sigues haciendo fuerza?— preguntó. Escuché un sonido extraño y un movimiento en mi entrepierna, ¿Acaso se está masturbando con esto?
—Has perdido la mente, ¡eres un enfermo! —escuchaba sus jadeos y su respiración agitada.
—Soy un enfermo y así te gusté. Me encanta cuando dices mi nombre y me hablas así. Quisiera venirme dentro de ti, pero no quiero ser culpable de que dejes de odiarme— su sarcasmo era muy obvio—Lisa—. mordió suavemente mi brazo, evitando jadear más fuerte. Sentí el pantalón caliente y húmedo.
—¿Cómo pudiste? ¿Cómo saldré de esta forma ahora?—Akira se separó de mi, y se subió el cierre.
—Es tu castigo, corderito.
—¡Enfermo!—mi pantalón estaba hecho un desastre, al igual que mi camisa. ¿Cómo podría salir así?
—Busca la forma. Regresando al tema que estábamos, te daré unas semanas para que lo pienses. Si luego de esas semanas no has decidió lo que vas a hacer, puedes dar por hecho que no volverás a ver a Kaori. Espero haber sido claro.
—No entiendo que es lo que quieres que haga.
—Quiero a aprendas a defenderte. Ahora mismo pude haberte violado si quería, no tienes ni si quiera fuerza para evitarlo. Quiero que mejores eso y que en vez de prácticar con papelitos y esas pendejadas, practiques con ellos— señaló a la bolsa—. Nada mejor que practicar con lo que se debe.
—Yo no voy a matar a nadie más, Akira. No quiero convertirme en lo mismo que tú.
—Te daré unas semanas para que lo analices con calma. Si tu respuesta sigue siendo la misma, ya sabes lo que haré. Ni de Kaori ni de mi volverás a saber y me encargaré de que cuando nazca nuestro próximo bebé, llevarlo conmigo también.
—¡Eres un maldito!
—Piénsalo— Akira salió de la bóveda, sin decir nada más. Esto es muy cruel, ¿Cómo puede chantajearme con nuestros hijos?