Agatha observó cómo la reunión finalizaba y los cardenales de la Iglesia del Tiempo y el Espacio se retiraban después de organizarse para un suceso futuro que cambiaría el mundo.
Era el 15 de abril del año 2043, y la guerra europea-demoníaca se había convertido en un conflicto sin medidas.
A la mezcla de jugadores, lunáticos y sectarios se le agregó una nueva variable llamada 'demonios'.
Una raza conocida en Terra Nova y si bien antiguos jugadores sabían cómo lidiar con ellos, también conocían cómo negociar.
Lo que significaba alianzas, tratos y traiciones que únicamente aumentaban el caos que estaba sufriendo tantos países… O las ruinas que quedaban de ellos.
"…"
Agatha levantó la cabeza cuando vio a un anciano entrar a la sala de reuniones.
"¿Sucede algo, Abraham?" Preguntó Agatha al ver al hombre.
Abraham Robynson era viejo. Tal descripción era acertada en todo sentido.
Su rostro tenía arrugas que revelaban el paso del tiempo y su barba blanca y cabello canoso mostraban que el paso del tiempo le habia pasado factura.
La cabeza de la Iglesia del Tiempo y el Espacio no había rejuvenecido a pesar de estar en contacto con Aión, pero no significaba que los poderes de ese primordial no lo hayan afectado.
Los ojos grises eran la prueba de que el hombre no era normal… Como cualquier ser humano que estuviera en contacto con un poder primordial como era el tiempo y el espacio.
"No. Acabo de escuchar que se apoyará a un demonio en las tierras de Turquía." Dijo el anciano en calma observándola. "Me parece una buena decisión."
Las tierras sin ley eran caóticas incluso para los mismos demonios, pero era más evidente para aquellos llamados 'Reyes Demonios', individuos que eran de rango SS y que se autoproclamaban reyes de antiguas tierras.
Y como en cualquier lugar caótico las traiciones eran la norma, incluso entre su misma raza.
"No estamos apoyando al demonio, solamente al gremio humano del cual se ha aliado. A él por ahora lo ignoraremos." Respondió Agatha en calma y al levantarse de su asiento, dirigiéndose a la salida, añadió. "Espero que haga honor a su título de 'pacífico'."
Su tono fue burlón, pero su expresión no reveló disgusto ni molestia.
"Yo también." Respondió el anciano al seguirla.
La verdad era que los países que cayeron en Oriente Medio ya no podían ser recuperados y lo único que eran capaces de hacer era ayudar en la migración, pero incluso en esa tarea tenían dificultades.
Así que para ella no importaba quién tomara el control de esas tierras mientras no causaran problemas.
Lamentablemente, en este momento no estaba en posición de apoyar o encargarse de dejar a todos los líderes y más cuando los líderes cambiaban a cada rato.
"No faltará mucho tiempo para que lleguen. Luego todo será más relajado y tendrás más tiempo para descansar." Dijo el anciano de repente y Agatha se detuvo.
Al girarse, observó los ojos grises del anciano y se dio cuenta de que él estaba preocupado por ella.
¿Era tan visible estos últimos días? Su hija estaba en su casa y ella estaba preocupada por su niña y lo que le causaba estrés era que no la podía ayudar.
Aurora ya había terminado su venganza, pero la vida continuaba y las dificultades seguían y lo peor era que en esto Agatha no podía ser de ayuda.
Antes podía participar en el espectáculo, matar algunos altos miembros e incluso ayudarla a que todo saliera como Alice quería, pero ahora ella no podía hacer nada… Incluso si pudiera era probable que su hija tampoco la dejara ayudar.
Agatha suspiró al pensar eso último.
"Estoy bien." Respondió Agatha y viendo que el anciano desconfiaba, agregó. "Aunque unas vacaciones no vendrían mal."
Lo de su hija era algo que ella no podía evitar. Hace tiempo se había hecho la idea de que no podría estar al lado de su hija toda la vida y apoyarla en cada paso que diera y más cuando Aurora era tan independiente y tenía otras personas en las que confiaba.
Agatha se había hecho la idea de que apoyaría a su hija cuando su hija deseara, así que a pesar de que estaba preocupada por Aurora, sabía que no podía hacer nada.
No obstante, el trabajo era otro caso.
"Eso es…" Abraham no supo qué decir y al final, murmuró. "Quizás cuando ellos lleguen las cosas se vuelvan más tranquilas."
Agatha al escucharlo sonrió.
No era mentira que deseaba unas vacaciones. Su esposo estaba fortaleciendo y ella también y eventualmente su cuerpo le costaría estar en la tierra.
Quizás en ese momento tomar unas vacaciones o retirarse sería una opción.
Sin embargo, para lograr eso…
"Voy a volver a trabajar." Dijo Agatha despidiéndose del anciano.
Para retirarse, ella necesitaba dejarle un mundo seguro a su hija o al menos lo más seguro que pudiera y para eso había que trabajar.
Preparar la llegada del Imperio Falion y las razas que vendrían de refuerzo no era una tarea fácil a nivel internacional, pero era necesario.
Si ella se retiraba por completo, no solamente la iglesia necesitaba ser fuerte, sino que era necesario otro refuerzo. Un refuerzo que estuviera para proteger al mundo, que fuera poderoso y, sobre todo, de confianza.
Y el Imperio Falion cuya diosa y realeza estaban relacionadas con su hijo mayor era la mejor decisión en cuanto a poder, confianza y reputación.
Después de todo, ese imperio era mejor que traer a aquellos que su hijo comandaba en Terra Nova o aquellos relacionados a su nuera.
******
"Las autoridades de Iraq…"
"El conflicto de Pakistán…"
"La lucha de reyes demonios en Armenia…"
Aurora observó la televisión en silencio, parpadeando cada vez que las noticias pasaban.
Su mente estaba cansada y su cuerpo agotado. La causa eran las pesadillas y la realidad a la cual se enfrentaba.
El conflicto no terminaba y la guerra continuaba. La muerte de Malik no cambió nada y el conflicto continuó… Todo siguió.
Los líderes que antes estaban bajo el yugo de Malik se desataron, causando luchas entre ellos y siguiendo el conflicto. Los demonios que llegaban luchaban en contra ellos mismos, los jugadores o las fuerzas europeas.
Todo mientras inocentes sufrían.
La muerte de un lunático dio vida a cientos de otros y nada cambió.
"Se rumorea que el recién Gremio Los Caídos en Turquía ha jurado lealtad al Rey Demonio Pacífico para poder salvar a todos los refugiados que llegan a los restos de Turquía."
Las noticias continuaron y Aurora parpadeó otra vez y…
"Es mejor no mirar tantas noticias."
Una voz sonó a su espalda y el televisor se apagó, entonces ella sintió una gran mano en su cabeza haciéndole caricias.
El hombre que cada vez se volvía más alto y más musculoso se acercó a ella.
Antón, su padre, la observó y se sentó a su lado.
"Te queda bien el corte." Dijo Aurora, no queriendo hablar de su situación.
Volvía a casa de vez en cuando, pero su mente no estaba en este lugar, lo que la llevaba a vagar sin sentido y razón.
Así que se centró en su padre, que se había cortado todo el cabello.
"Bueno, no sé si llamarlo 'corte' sea lo correcto." Bromeó Antón, acariciándose su cabeza calva.
Se había cortado el cabello y la barba y si bien parecía diferente, Aurora al recibir la mirada del hombre sintió la preocupación y el cariño.
La broma no hizo que Aurora sonriera y el hombre al ver que ella no reaccionaba, le dio una sonrisa y miró la televisión.
"Creo que deberías salir." Dijo Antón y al ver que él tenía su atención, la observó directamente. "Deberías salir a hacer lo que haces mejor."
Matar… Esa palabra vino a la mente de Aurora de inmediato, pero por la mirada de su padre, fue obvio que ella se equivocaba.
"Eres una heroína. Una pequeña y linda heroína que le gusta ayudar a todos los que puede y que no puede quedarse quieta." Dijo su padre y dando una media sonrisa al ver que ella no reaccionaba, comentó. "Eso último lo has sacado de tu madre. Ambas no pueden quedarse quietas y siempre trabajan, no importa en qué situación se encuentren."
Antón la observó directamente.
"Hija, no tienes que obligarte a pensar en lo que hiciste y tampoco tienes que quedarte quieta dudando de tus decisiones", dijo el hombre mientras la observaba con seriedad y añadía, "Apaga tu mente y deja que tu cuerpo se mueva."
Aurora tembló al escuchar esa última palabra. Ella había apagado su mente y había dejado que su cuerpo actuara cuando tuvo que asesinar a muchas personas.
Su padre lo notó y le sonrió.
"Ten un poco de fe en ti y haz lo que mejor sabes hacer… Ayudar", declaró el hombre, y en su tono hubo orgullo.
"Pero…" Aurora quiso replicar.
Quiso preguntar qué sucedería si ella volvía a ser una asesina desalmada que masacraba a todos por sus objetivos. ¿Podía volver a ser la heroína? ¿Podía volver a ser aquella persona que quería ayudar a todos lo que pudiera?
"No… No creo que pueda", murmuró Aurora en voz baja.
No podía volver a ser la heroína que estaba dispuesta a salvar a todos los que pudiera, que salía al mundo tan brillante en busca de salvar otra vida más… Aurora lo sabía.
Ella había dejado de ser una heroína, pero si no era esa heroína, entonces… ¿quién era?
"Pero lo intentaré", murmuró en voz baja y sintió las palmaditas de su padre en su cabeza.
No sabía quién era, ni qué era lo que quería, y era probable que le costara volver a encontrar una respuesta.
Ya había dejado de ser una heroína, pero estaba viva y debía continuar.
Aunque estuviera atrapada en la oscuridad.
"Gracias, padre", murmuró Aurora al abrazar al hombre.
Iba a confiar en su padre e iba a hacer lo que hacía mejor… Ayudar.
******
"¿Estás segura?", preguntó Alice mientras la luz del sol estaba sobre ellas.
El calor era elevado y aunque ambos eran rangos S, lo podían sentir. El calor del desierto y la arena brillante que cubría sus límites.
Aurora observó el desierto y miró a la distancia.
Ella no quería volver a las tierras de Oriente Medio, donde los demonios, lunáticos y sus recuerdos se encontraban. Así que había decidido hacerle caso a su padre e ir a ayudar, a un lugar que, según las noticias, había sido abandonado.
"Sí", respondió Aurora mientras se equipaba un artefacto para evitar el calor. Alice la observó y asintió en tranquilidad, viendo su calma. Aurora no quería pensar más.
Simplemente quería mover su cuerpo y trabajar, y si las noticias sobre esta tierra eran ciertas, entonces quizás ella podría ser de ayuda.
Trabajaría, aunque fuera para acallar sus pensamientos y apaciguar su culpa por todo lo que había hecho.
"Vamos", murmuró Aurora, y su hermana se ocultó en su sombra como siempre. Aurora saltó y voló al desierto de Sahara adentrándose al continente africano.
No sabía a dónde iba y qué se encontraría, pero no importaba… Ya nada importaba.
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Fin del Volumen 3: La Carrera.
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