App herunterladen

Capítulo 67

Alice

- Te mataré, juro por todos los Dioses que te mataré.- sentencié decidida, recuperando el valor de nuevo – No volverás a ver un solo día más de luz.

Era una insolente.

Desde el momento en que crucé la línea del paraíso y fui al mundo terrenal Origin, sin ningún tipo de permiso y sin siquiera preguntar a mis creadores, empecé a tener la fama de ser una insolente, desagradecida y rebelde muchacha. La voz corrió durante varios años, las ninfas susurraban mi nombre en los bosques - algunas con admiración, otras con envidia -, Minerva, la Diosa de la sabiduría y de las artes, se mantenía en silencio pero con una sonrisa, y Eros me advertía de las terribles consecuencias que mis actos podían llegar a tener. Sin embargo, hasta que llegó a la conciencia de los tres grandes Dioses, y sobre todo de Hades, tuvieron que pasar varios años. Era muy escurridiza y Eros me encubría en muchas ocasiones.

Ahora, en ese preciso instante, el Dios del inframundo volvía a vérselas cara a cara con mi insolencia y desobediencia, cualidades de las que yo nunca me arrepentiría de tener, pero por las que él llegaría a desear hasta mi muerte.

Siempre había sido una insolente, pero acababa de soltar la mayor insolencia de todas. Aunque, pensándolo mejor, lo que acababa de hacer no era solo eso, sino mucho más: era un grito de guerra.

Yo no quería otra cosa que la paz, pero conocía a Hades mucho más de lo que me gustaría y jamás nos dejaría vivir fuera de su dominio. Era un Dios testarudo, orgulloso y sobre todo posesivo, todo lo quería controlar. Pero también era uno de los tres Dioses más poderosos y no sería sencillo de vencer, puede que ni siquiera pudiera morir, ¿cómo iba a matarlo? Por si esto fuera poco, asesinar a Hades implicaría tener que vérselas con otras divinidades cara a cara, y supondría un caos en el inframundo.

Recordaba las palabras que minutos antes Ageon me había dedicado: "Alice, deja al chico... tan solo tienes que dejarlo morir y Hades te perdonará, volverá a darte el paraíso si tú se lo pides. De lo contrario, todos nos las veremos con su ira." ¿El paraíso? El paraíso no existía si Skay no estaba en él.

Como era de suponer, el Dios fingió una tremenda carcajada. Lo conocía demasiado bien, sabía que aquella iba a ser su reacción incluso antes de pronunciar aquellas palabras... igual que también sabía que en realidad, había creado una pequeña brecha en su escudo inquebrantable. Nunca antes un mortal había sido capaz de desafiar a un Dios.

Habían sido muchos los años que había pasado al lado de Hades, tantos que no podrían contarse ni con cincuenta vidas humanas. Me hizo adorarlo cuando me crearon, y poco después me convirtió en su esposa antes de que yo empezara a tener capacidad de decisión. Tan roto y acabado estaba tras el desamor con su anterior mujer, Perséfone, que decidió que sería una buena idea someterme a su poder desde mi creación.

Me dio literalmente el paraíso, pero jamás me preguntó cuáles eran mis deseos, pensamientos, gustos o ideas. Hades nunca me quiso, ni tampoco me quería ahora, solo le había gustado la idea de poseerme como a un bonito adorno.

Los recuerdos eran borrosos y agradecía haber olvidado la mayor parte de ellos, ya que a pesar de haberlos pasado gran parte en el mismísimo paraíso, muchos momentos los había pasado sola o mal acompañada.

Volviendo al presente, la situación era extremadamente crítica. Acababa de jurarle a Hades que lo mataría, y Skay se debatía entre la vida y la muerte. Para Hades, el chico al que yo tanto adoraba tan solo era una mera oveja, pero a la que odiaba más de lo normal ya que no paraba de salirse del corral y darle problemas. ¿Cómo iba a entender lo que mi alma sentía por la de esta oveja? ¿Cómo iba a comprender un ser sin corazón lo que era el amor?

- Acabas de sentenciarte, mortal. - espetó el Dios, remarcando la última palabra con retintín. Al fin y al cabo, él era uno de los Dioses que me habían arrebatado la inmortalidad hacía 2000 años, debía de hacerle mucha gracia en aquel momento.

Mis ojos se encontraban empañados en lágrimas al ver a Skay magullado e inmóvil en el suelo, parecía un espíritu, la sombra de lo que un día había llegado a ser. Tantos entrenamientos, clases y tanta responsabilidad sobre sus hombros a sus solo 17 años de edad... ¿para nada? No podía permitirlo.

Lancé un grito de lo más profundo de mi garganta y avancé corriendo hacia Hades, quería destrozarle, hacerle pagar por cada segundo que nos había hecho sufrir. Ahora volvía a tener nociones de cómo usar parte del poder que se me había concedido, así que empecé el ataque lanzando bolas de fuego ardiente a una velocidad inimaginable.

Pero era una estúpida si creía que así le iba a hacer daño.

La carcajada del Dios al esquivar cada una de las bolas de fuego que le lanzaba se internó en mi cabeza, intentando acabar con mi concentración.

- La reencarnación no te ha sentado bien... Sophie. Puedes hacerlo mucho mejor, pero parece que has olvidado demasiadas cosas. Es una lástima que ya nunca vayas a recordarlas, algunas te serían útiles para sobrevivir. – espetó Hades, sin ni siquiera haberse inmutado de mi ataque.

Estaba llena de rabia y deseaba matar al Dios más que nada en el mundo. Sin embargo, no conseguía llegar al mismo estado de poder que había conseguido cuando había derrotado a Fausto. ¿Por qué? ¿Por qué mi poder parecía no hacerle ni cosquillas?

Por si eso fuera poco, estaba sola. Ya nadie podía salvarme, Eros me había dicho que no podía venir hasta aquí conmigo, y ni Diana ni ningún otro Dios vendría a rescatarme.

Volví a remeter contra mi contrincante, esta vez con una espada de hielo, ligera y letal. La furia ardía en mi interior y salía con cada estacada que intentaba darle a Hades, pero parecía que todo era en vano.

Una gota de sudor cayó por mi frente. Estaba agotada, pero no podía permitirme rendirme ni descansar. La vida de Skay se desvanecía por segundos.

- Tendrás que hacerlo mucho mejor si quieres matarme. Aunque he de decir que admiro tu audacia. – murmuró el Dios.

Era demasiado rápido, mucho más que yo y de lo que había demostrado ser Ageon. Apenas podía ver realmente dónde estaba en cada momento, pero no esperaba menos de una divinidad. Los miles de presentes reunidos en el coliseo debían de estar incrédulos ante la situación, ya que de la velocidad apenas podrían ver nada.

Una lágrima corrió por mi mejilla, me sentía frustrada, ya que parecía que nunca podría salvar a Skay. La historia volvería a repetirse de nuevo y eso me creaba una infinidad de sentimientos difíciles de soportar.

Tras un largo tiempo en el que todos mis ataques resultaron inútiles, Hades se cansó. Se detuvo de repente y tras lanzarme una mirada de superioridad, me lanzó contra el otro extremo del coliseo con su mero puño. Caí de espaldas, perdiendo la respiración momentáneamente, mi corazón latía más deprisa que nunca y mis piernas intentaron levantarse lo más rápido que pudieron.

Me puse de pie, decidida a lanzar otro ataque contra mi enemigo más letal, pero las piernas me temblaban y el Dios de los muertos ya se había cansado de mi insolencia.

- Volverás a vagar por el infierno. Me da igual que algunos Dioses crean que eres demasiado valiosa, me da igual que te quieran viva. Si he de iniciar una guerra contra algunos Dioses y el apocalipsis, lo haré. – sentenció Hades, esta vez sin ningún ápice de la falsa sonrisa que había mantenido durante toto el rato.

Se le veía más serio que nunca, pero puede que en el fondo deseara que pasara. Puede que tal vez deseara que algunos Dioses desaparecieran, al fin y al cabo, lo habían recluido en el infierno la mayor parte del tiempo. Si Zeus o Poseidón desaparecieran, él tendría mucho más dominio y poder.

Apenas me quedaba aliento y sus palabras me confundían. No entendía por qué algunas divinidades me querían vivas y otras no, eran demasiadas las cosas que todavía no comprendía. Por otra parte, aquello me dio valor y esperanza, tal vez no lo había hecho tan mal en mi vida pasada y solo me lo querían hacer creer.

Cuando menos me lo esperaba, mis heridas sanaron, mi respiración se recuperó y mi piel empezó a brillar como cuando había vencido a Fausto. También mi cabello cambió, volviéndose todavía más rojo y pareciendo ser puro fuego.

Ahora era yo la que sonreía. En ese estado, me sentía invencible.

- Esa sí eres tú. – espetó el Dios, mirándome como si me mirara por primera vez en mucho tiempo.

Volvía a tener fuerzas. Volvía a tener esperanza. Volvía a sentirme más poderosa que nunca.

Me desplacé a la velocidad del rayo, parecía un halo de luz, una estrella fugaz... A continuación, mi espada de hielo se internó en la piel de Hades. No había sido lo suficientemente rápido esta vez para esquivar mi ataque y había sido herido ligeramente en el pecho. Una sangre negra caía al suelo en forma de gotas viscosas.

Sin embargo, Hades no había sido el único que no había sido lo suficientemente veloz.

"No, no puede ser. Había estado demasiado cerca, si tan solo hubiera tenido un poco más de fuerza para internar la espada en su corazón, si es que tenía..."

Cuando me di cuenta, estaba en el suelo y mi luz se iba desvaneciendo poco a poco. Hades me observaba desde arriba con semblante serio y furioso, completamente callado, le había lastimado dos veces de forma desprevenida y había herido su orgullo.

La consecuencia de dichos actos tan solo podía ser una y estaba a punto de pagarla.

Me encontraba tumbada en el suelo de costado, la sangre salía de mi boca y estaba a punto de ahogarme en ella. Mis piernas estaban medio recogidas y mis ojos, miraban con desesperación a un Skay inconsciente. Mejor así, así no pasaría por lo mismo que había pasado yo.

Había sido fuerte, pero no lo suficiente. No podía creer que Hades fuera a ganar de nuevo, pero así era, me había clavado una oscura daga en el abdomen y en esos momentos estaba muriéndome de dolor.

La visión fue tornándose cada vez más borrosa hasta desaparecer y vi mi vida como Alice pasar de forma fugaz. Vi a la reina Opal mirándome horrorizada, a mi madre adoptiva dándome un amor que jamás le agradecí, a los médicos de la Tierra incrédulos al hacerme prueba tras prueba intentando sacar un diagnóstico coherente, a mis compañeros de clase repudiándome, a Diana dándome un voto de confianza... y a Skay abrazándome de nuevo después de 2000 años separados.

No había aprovechado mi corta vida lo suficiente, no había entrenado para poder vencer a mi enemigo, porque hasta hace poco no sabía ni quién era.

No temía la muerte, ya había pasado por ella antes. Sin embargo, temía no volver a ver a Skay nunca más o que este pudiera ser torturado tras mi muerte cuando no se lo merecía.

Me estaba desangrando cuando sentí que Hades retiraba su daga para esta vez internarla en mi corazón.

Lancé un último suspiro.

Y entonces todo se volvió negro.


Load failed, please RETRY

Wöchentlicher Energiestatus

Rank -- Power- Rangliste
Stone -- Power- Stein

Stapelfreischaltung von Kapiteln

Inhaltsverzeichnis

Anzeigeoptionen

Hintergrund

Schriftart

Größe

Kapitel-Kommentare

Schreiben Sie eine Rezension Lese-Status: C68
Fehler beim Posten. Bitte versuchen Sie es erneut
  • Qualität des Schreibens
  • Veröffentlichungsstabilität
  • Geschichtenentwicklung
  • Charakter-Design
  • Welthintergrund

Die Gesamtpunktzahl 0.0

Rezension erfolgreich gepostet! Lesen Sie mehr Rezensionen
Stimmen Sie mit Powerstein ab
Rank NR.-- Macht-Rangliste
Stone -- Power-Stein
Unangemessene Inhalte melden
error Tipp

Missbrauch melden

Kommentare zu Absätzen

Einloggen