»Narra Tatsu (Kang Hye)«
Finalmente había llegado el día de mi boda, me encontraba sumamente nerviosa pero más por la incertidumbre que sentía al saber que pasaría el resto de mi vida al lado de un hombre al que no amaba que por no saber si lucía lo suficientemente perfecta para la ocasión. Debajo de aquel vestido blanco de encaje, largo y hermoso, me resultaba sencillo esconder todo el recelo y desdén que sentía hacia todo aquel que había estado a favor de este matrimonio arreglado; lo cual incluía a mi propio prometido.
Había pasado toda mi juventud desde los quince hasta los veinte años enamorada de Byun Jung, un hombre correcto, honesto y respetuoso que había logrado cautivarme desde la primera vez que lo ví siendo el único hombre al que tenía deseos de desposar al cumplir los diecinueve años. Sin embargo, al ser evidente que ambos proveníamos de mundos completamente diferentes, clases sociales dispares y estatus social desigual, mis padres se negaron a mi decisión y me prohibieron verlo más. Ante esto, enfurecí e intenté huir de casa en repetidas ocasiones siendo detenida cada una de esas veces a causa de la indiscreción de la leal servidumbre. Un mes después de mi último intento por escapar, mi familia fue introducida con la familia Kim por un par de amigos de la familia.
Desde el primer momento fueron ostensibles para mí las intenciones de dicha familia, establecer un arreglo matrimonial del cual pudieran sacar ventaja ambas estirpes siendo el joven Kim Dae-hyun y yo los medios para lograr el tan anhelado vínculo. Dae-hyun era un hombre completamente distinto a mi amado Jung, se trataba de un hombre exigente en cuanto a sus gustos, caprichoso y ambicioso en todo sentido siendo su galantía y porte lo único que compartía en común con Byun Jung. Mis temerarias predicciones se vieron confirmadas al ser anunciado nuestro compromiso en la exclusiva cena de año nuevo donde sólo se reunían las familias con más caché de Seúl. Puse de manifiesto mi descontento inmediatamente al anunciar de manera sínica que ni el joven Kim ni yo habíamos sido advertidos con anterioridad de semejante noticia con lo cual buscaba que la familia de mi prometido se retractara al considerar vulgares tales indiscreciones, sin embargo, para mi sorpresa, reaccionaron con total prudencia pidiendo una disculpa directa para su hijo y yo, concluyendo que aquel argumento que les había dado para cancelar el compromiso no era suficiente y prometiendo a las demás familias que pronto les harían saber la fecha en la que se llevaría a cabo el matrimonio.
Pasaron los días y yo intenté poner cientos de excusas y razones bien fundamentadas a mis padres de por qué dicho matrimonio no debía llevarse a cabo, sin embargo, hicieron oídos sordos por lo cual me decidí a intentarlo por otros medios. Considerando esto último, me dirigí a casa de la familia Kim un miércoles por la mañana y una vez ahí solicité hablar con Dae-hyun. Ellos me recibieron con los brazos abiertos y dieron cabida a mis exigencias al hacerme pasar al salón de té prometiendo que el aludido me atendería con la mayor prontitud posible. Una vez que llegó a mi encuentro, me llevé una vana sorpresa al escuchar su opinión del asunto.
— Buenos días Kim Dae-hyun, debo admitir que me estaba quedando sin ideas para la cancelación de nuestro compromiso. Pero esta mañana tuve una idea reveladora que me cuesta creer no haber pensado antes.
— Te escucho, pero… — dijo sin esperar ser interrumpido por mí.
— La solución es que usted exprese su desacuerdo a ambas familias, estoy segura de que a usted sí van a escucharle y con suerte no les quedará de otra que respetar su decisión. Sólo es cosa de que usted exprese su descontento diciendo que yo soy demasiado para usted o que ya hay alguien más en su corazón.
— Debo admitir que no suena como una mala idea, y no tendría ningún problema en seguirle la pista si no fuera porque no hay desacuerdo alguno de mi parte.
— ¿Disculpe? Creo que no le he entendido muy bien.
— Sí, no veo por qué insiste en que yo haga algo al respecto si no veo ningún problema en desposarla. Usted es tenaz, inteligente, hermosa y de buena familia, sería un tonto si la dejara ir.
— No lo entiendo, usted y yo ni siquiera nos conocemos tan bien como para que pueda haber identificado ya tales cualidades en mí. Además, mi corazón y mente están con otra persona, sería muy cínico de mi parte no advertírselo.
— Con más razón entonces debo estar a favor del compromiso. Es sabido que Byun Jung y su familia no están a la altura de las nuestras, ¿No cree usted que una de las responsabilidades de un hombre es mejorar la estirpe de una familia? Por ello, sería muy cruel de mi parte dejar que aquel hombre la desposara.
— Es usted un sinvergüenza, no estoy de acuerdo con nada de lo que me ha dicho y tenga por seguro que en ningún momento, bajo ninguna circunstancia, cambiaré de opinión respecto a que esto no es más que un grave error. Además, me permito agregar que usted es el último hombre en la tierra con el que yo pensaría siquiera en casarme por voluntad propia. — dije muy segura y acto seguido, al ver que no recibiría respuesta alguna de su parte, me dispuse a irme luego de despedirme con las palabras siguientes — Tenga un buen día joven Kim.
Mis palabras habían sido completamente ciertas, aunque no tenía intenciones de alterar sus nervios o minimizar sus sentimientos, podía deducir que su único propósito era enaltecer su propio ego y también podía asegurar que me liberaría de sus garras en cuanto encontrara algo más con lo que divertirse. Qué equivocada estaba, hoy en día me es evidente que las palabras que salieron de mi boca sólo lo motivaron a verme como un nuevo reto que debía demostrarse a sí mismo que podía superar. Así, una vez a solas, yo fui a casa sin saber que había cabado mi propia tumba mientras él se dirigía a casa de su nuevo rival al mismo tiempo que pensaba: "Si ella no es capaz de alejarse, entonces probaremos la resistencia de Byun Jung".
Pasaron los días y con ellos se fueron mis esperanzas de la disolución del compromiso, a nadie parecía importarle lo que yo quería y por ello quizá fuera mejor comenzar a hacerme a la idea de que nada los detendría hasta ver a Dae-hyun desposarme. No estaba equivocada, ya que el propio Kim se había encargado de amenazar a Jung para que no interviniera y nos dejara en paz, sin embargo, mi amado no era ningún cobarde y no iba a rendirse tan fácil.
Al llegar el día de mi boda, no hubo nada que pudiera impedirlo y al final del día ya todos me conocían como la señora Kim. Había imaginado mi vida como un infierno al lado de ese hombre, sin embargo, lo que no esperaba, era que ahora que ya me tenía por segura iba a tratar de ganarse mi cariño por todos los medios para hacer de nuestra vida juntos algo un poco más soportable para mí. El lunes por la mañana, mientras él se fue a trabajar a la empresa de su padre, mandó a un equipo de sirvientes a mi casa para que me ayudara a mudar mis cosas a la mansión Kim. Una vez ahí, aunque yo estaba segura de que la servidumbre había recibido órdenes de acomodar mis cosas en la habitación principal donde ambos dormiríamos por el resto de nuestras vidas, me informaron que más bien había dispuesto que yo durmiera sola en la recámara principal hasta que tuviera deseos de dormir juntos. Esto último me pareció más ridículo que considerado de su parte y por ello fue que me hice a la idea de que pasaría el resto de mi estadía en aquella casa durmiendo sola.
Todo lo que Dae-hyun hizo a partir de ese día fue invitarme a cenar a los lugares más exclusivos, darme los regalos más costosos y tratar de impresionarme contándome lo mucho que podría darme si permanecía con él. Sin embargo, a mí nada de eso me impresionaba ni mucho menos me hacía cambiar de opinión respecto a él, realmente no lo conocía nada y, a juzgar por su comportamiento, no me daban ganas de hacerlo. Fue hasta un viernes por la tarde que pude sincerarme con él. Yo me encontraba leyendo un libro tranquilamente en la terraza que se hallaba fuera de mi cuarto, salió temprano del trabajo y entonces llegó a mi encuentro con la intención de llevarme a cenar a algún lugar caro de nuevo.
— Aunque agradezco la intención joven Kim, me encuentro muy cómoda en mi mundo textual. Creo que esta vez optaré por declinar. — respondí casi sin despegar la vista de mi libro.
— Bien, te veré luego entonces. — dijo cabizbajo y con el brillo en sus ojos repentinamente apagado — ¿Te puedo hacer una pregunta?
— Adelante.
— ¿Por qué me odias tanto?
— ¿Di-disculpe?, ¿De qué está hablando? — cuestioné con mi atención repentinamente enfocada en él.
— No quieras negarlo por favor, es altamente plausible que no soy de tu agrado, hasta la servidumbre se entretiene hablando sobre lo mucho que me desprecias.
— No sé qué lo ha llevado a sacar tan apresuradas conclusiones pero déjeme decirle que no son certeras. Yo no tengo nada en contra suya, simplemente no me es posible verlo con ojos de admiración. Lo respeto y ya.
— Entonces expliqueme por favor el por qué de esa mañana suya de no estar contenta con nada de lo que hago. Le he dado los regalos más ostentosos, la he llevado a los lugares más exclusivos de la ciudad, he intentado cumplir sus caprichos y…
— Eso no me interesa ni mucho menos me impresiona, — lo interrumpí descortesmente — ¿Cree usted que puede comprar mi amor de esa manera? Si es así, le pido una disculpa por haberle dado esa impresión de mí. Sin embargo, debo aclarar que para mí el amor va más allá de los bienes materiales, se basa en la confianza, el tiempo y atención que inviertes en alguien; la paciencia y el respeto por las decisiones de el otro.
— ¿Y entonces por qué no puedes amarme? — preguntó mientras me tomaba bruscamente de los hombros en un intento de abrazo.
— ¿Es que acaso no escucha?, ¡Todo lo que mencioné no son cualidades que usted posea! — respondí un tanto asustada por su gesto exaltado y sin saber medir mis palabras — No apoyó ni mucho menos respetó mi deseo de cancelar nuestro compromiso, ha intentado comprar mi respeto y aprecio con regalos ostentosos; y jamás me consulta o me toma cuenta al tomar decisiones que nos involucran a ambos. Es claro que usted sólo me ve como su propiedad de la que, espero que pronto, se aburrirá eventualmente de tener y yo sólo lo veo como el hombre que me arrebató mi felicidad…
Una vez que terminé de hablar, él sólo me miró con extraña gentileza y me liberó lentamente de su agarre mientras se acercaba a mí en un intento por robar un beso de mis labios. Sin embargo, yo lo esquivé aprentando los labios y cerrando los ojos con el deseo de que no intentara nada más. Poco a poco sentí como sus dedos se relajaban nuevamente alrededor de mis hombros, acto seguido me soltó y finalmente se fué entre sollozos que, supuse, él creyó que yo no escuché.