Por la noche.
Los párpados de Shen Ying se cerraban lentamente, ya que no podía resistir la tentación de dormir. Pero cuando estaba a punto de dormirse, sus ojos de repente se abrían de par en par y echaba un vistazo a la luna brillante por la ventana, soltando un largo suspiro. No tenía otra opción más que encaramarse, abrir la ventana a la derecha y dirigirse a la figura que se hallaba perfectamente erguida.
—Chef, ¿Cuánto tiempo pretendes quedarte ahí?
Yi Qing vaciló, pero inmediatamente se irguió más, antes de contestar seriamente: —Maestra, Quédese tranquila. Vigilaré bien este lugar. Nadie se podrá acercar a molestar a la Maestra otra vez —no creía que hubiera alguien que aun se atrevería a llevársela bajo sus narices.
—Pequeña Hong y sus muchachas fueron aceptadas oficialmente en la secta, ya no vendrán acá en medio de la noche.