Se limpió la comisura de la boca con el dorso de la mano.
Otra espantosa mancha carmesí empañaba el dorso de su blanca y perlada mano.
El resplandor azul de su túnica mágica se había apagado.
No se podía ver ni un solo cristal de maná en forma de rombo girando a su alrededor.
Aunque atrapada en tan viles circunstancias, no había ni un rastro de pena, agonía o desesperación en los ojos de Zi.
En su lugar, eran infinitamente fríos y distantes.
Luchando con emociones mecánicas, estaba completamente desprovista de perturbaciones externas; como un instrumento inamovible que nunca se equivocaría.
Los efectos secundarios de emplear ese estado por largos períodos de tiempo, todas las emociones humanas serían lentamente eliminadas. Finalmente, al final, el robot reemplazaría completamente la personalidad del dueño; perdiendo todo deseo de comer o descansar y finalmente pereciendo.