Al experimentar tal milagro, Philip volvió a inclinar su altiva cabeza ante Sheyan.
Dentro de la bodega del barco, Old Bath suspiró profundamente mientras cerraba los ojos con desesperación, porque sabía que ese que una vez fue un orgulloso aprendiz suyo, ya había sido completamente persuadido.
A partir de ese momento, el originalmente abatido Philip volvió a encender la misión de su vida. Eso significaba que su meta de lucha ya no sería meramente proteger a sus subordinados, sino también luchar de todo corazón por ese hombre como el demonio que estaba delante de él; ¡hacer méritos y transformarse a sí mismo a mayores alturas!
Como dice el refrán: un dragón fuerte no puede reprimir a una serpiente(1). Había razones por las que Sheyan se había estado comportando de manera rimbombante, arrogante y despótica después de desembarcar en la costa de Tortuga.
En primer lugar, porque poseía la fuerza adecuada.